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Los Mejores Productores Sostenibles

un proyecto de

PRODUCTORES SOSTENIBLES

El ‘oro líquido’ español a la conquista del mundo

España no solo lidera con gran diferencia la producción mundial del aceite de oliva, también es el centro de la revolución sostenible de este alimento milenario con aceites de una calidad extraordinaria que cuidan el planeta. Por ello, las empresas Castillo de Canena y García de la Cruz han sido reconocidas con el Premio BBVA a los Mejores Productores Sostenibles.

Eva Prieto

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En el siglo VIII a.C. Homero daba testimonio en su obra La Odisea de la importancia que tenía el aceite de oliva en los antiguos pueblos mediterráneos. Por entonces, el denominado ‘oro líquido’ no tenía solo un uso culinario, también se aplicaba en medicina, cosmética, combustible… Se le atribuían propiedades beneficiosas, curativas e incluso divinas. Por este motivo, las culturas nacidas a su alrededor lo han respetado y elegido como símbolo de sus mejores valores. Hoy, el olivo es historia, cultura y parte de la sabiduría ancestral que nos define como pueblo. Y su extraordinario fruto se ha convertido en un símbolo de la zona mediterránea, un pilar esencial de nuestra cocina y en uno de nuestros mejores embajadores por el mundo. El aceite de oliva español está conquistando fronteras gracias al buen hacer de empresas con auténtica pasión por una producción de la máxima calidad. Castillo de Canena (Jaén) y Aceites García de la Cruz (Toledo) son dos ejemplos de ello y, gracias a su modelo de olivicultura basado en el respeto por la naturaleza y prácticas responsables como el uso de energías renovables o la reducción de la huella hídrica, se han llevado el premio a Mejor Productor Sostenible de España otorgado por BBVA.

Castillo de Canena

Canena (Jaén)

Castillo de Canena

Canena (Jaén)

Con una historia olivarera que arranca en 1780, esta empresa toma el nombre del castillo familiar que se alza en la loma del municipio de Canena (Jaén), una construcción erigida por los árabes sobre un asentamiento romano. Durante más de dos siglos nueve generaciones han dedicado su vida al cuidado del impresionante mar de olivos que acogen estas tierras para producir aceite a granel, pero la historia cambió de paradigma cuando Francisco Vañó y su hermana Rosa asumieron el legado familiar. Ambos aportaron un valor al negocio que por entonces no tenía al crear en 2003 la marca Castillo de Canena y convertirla, posteriormente, en un referente mundial. «Cada generación debe sumar, introducir ideas nuevas, una filosofía de trabajo distinta… Una empresa es un ser vivo que debe adaptarse a los nuevos escenarios que surgen cada vez con mayor rapidez», explica Francisco. Desde que cogieron las riendas de la compañía, Castillo de Canena produce los aceites de oliva virgen extra más premium y reconocidos del planeta, pero lo más interesante son las decisiones que han tomado para lograrlo. «La génesis de todo nuestro negocio está en el campo. Hemos creado un ecosistema en el que hemos regenerado y recuperado la cadena trófica para demostrar que la actividad económica y el cultivo del olivo pueden convivir manteniendo un respeto escrupuloso al hábitat», aclara.

Castillo de Canena produce los aceites de oliva virgen extra más premium y reconocidos del planeta.

A lo largo y ancho de sus 1.500 hectáreas de terreno elaboran aceites de oliva virgen extra de cosecha temprana de las variedades picual, royal y arbequina respetando los ciclos naturales de la naturaleza. «Nuestra finca se distribuye en pagos y cada uno tiene su propia idiosincrasia. Una parte de nuestra producción está certificada en agricultura biodinámica, en otra trabajamos la agricultura ecológica y en el resto hacemos una producción integrada de residuo cero. Desde hace siete años no se aplica ningún tipo de herbicida, pesticida o insecticida en nuestro campo». La energía eléctrica necesaria para la explotación de la finca se obtiene de plantas fotovoltaicas y para crear un espacio más biodiverso cubren sus campos aplicando restos de poda generando un compost natural, utilizan energías renovables para abastecer el sistema de riego y han creado charcas que favorecen la retención del agua. Una práctica que además sirve para atraer multitud de especies animales que enriquecen la zona. «Nuestro proyecto LIFE Olivares Vivos es un ejemplo de cómo traer la naturaleza de vuelta a las tierras agrícolas», expresa orgulloso. Esta iniciativa, coordinada por SEO/BirldLife, fomenta la nidificación de las aves, el refugio de especies faunísticas y aumenta la interrelación de las aves con el medio natural. Un modelo de olivicultura sostenible que funciona, es rentable y supone un ahorro en fertilizantes y fitosanitarios sin disminuir la productividad. Pero, además, el sello Olivares Vivos es la primera marca de garantía agroalimentaria europea que certifica la recuperación real de la biodiversidad, lo que se traduce en un importante valor añadido a sus extraordinarios aceites. Y es que los olivares suponen un importante refugio para las aves y otras especies si se les ofrecen unas buenas condiciones de habitabilidad.

«La buena noticia es que este producto que tiene cinco mil años todavía tiene mucho margen de mejora»

Gracias al control agronómico exhaustivo y a un proceso industrial escrupuloso esta empresa jienense suma numerosos reconocimientos nacionales e internacionales, entre ellos el galardón a mejor aceite del mundo en 2017, concedido por la prestigiosa guía internacional Flos Olei. Y su demanda internacional va ‘in crescendo’. Dos tercios de su facturación se destinan a los 52 países en los que está presente, entre ellos Reino Unido, Alemania, Rusia, EEUU, Japón, China, Emiratos Árabes Unidos, México y Perú. «Tenemos unos protocolos muy estrictos para saber cuándo y dónde empezar la recolección. Y a partir de ahí llevamos los frutos a nuestra almazara, donde continuamente estamos introduciendo mejoras técnicas, proyectos de I+D… Porque la buena noticia es que este producto que tiene cinco mil años todavía tiene mucho margen de mejora».

«La sostenibilidad económica es fundamental para para seguir creciendo, investigando, crear valor, apostar por I+D…»

Para los hermanos Vañó la incesante búsqueda de la excelencia es un camino emocionante y motivador. Por eso, día a día vuelven a sus orígenes para transformar su herencia a través de investigación y creatividad. Ejemplo de ello es la construcción de su almazara, una de las más avanzadas de España y que cuenta con un complejo sistema tecnológico desarrollado por Castillo de Canena y Multiscan Technologies que permite la monitorización y selección una a una de las aceitunas mediante visión artificial. «Siempre encuentras algún punto que puedes y debes mejorar. Por eso la sostenibilidad económica es fundamental porque necesitamos recursos para seguir creciendo, investigando, crear valor, mejorar comprando maquinaria, apostando por I+D… ¿Y cómo validamos esto? Con auditores externos. Es una forma holística de demostrar que la sostenibilidad económica es fundamental para poder trabajar en lo social y medioambiental».

A lo largo y ancho de sus 1.500 hectáreas de terreno elaboran aceites de oliva virgen extra de cosecha temprana de las variedades picual, royal y arbequina.

Sus plantaciones cuentan con 9 estaciones meteorológicas de agricultura de precisión que controlan las variaciones del diámetro del tronco de los árboles, así como las condiciones del clima, el suelo, la humedad… Lo que permite optimizar los recursos hídricos, dejando que el propio suelo reclame cuánta agua necesita. «Nuestro mayor afán es que todo lo que digamos esté refrendado, acreditado y sea demostrable porque sucede que la palabra sostenibilidad se ha vaciado de contenido de tanto usarla. Por eso es muy importante que todo esté avalado. Por ejemplo, igual que nuestros balances y cuentas de resultados están en el registro mercantil, también son auditados externamente. Eso es parte de una buena gobernanza y también está relacionado con la sostenibilidad». Por eso el reconocimiento de BBVA es otra manera de atestiguar que están haciendo las cosas bien. «Para nosotros es un premio que no solo recoge las características sensoriales de un aceite, sino que va mucho más allá, como puede ser la gestión, la sostenibilidad a todos los niveles, al equipo, al esfuerzo que hay detrás, a los años de dedicación… Porque detrás de un gran producto, también hay una gran empresa».

García de la Cruz

Madridejos (Toledo)

García de la Cruz

Madridejos (Toledo)

«El manejo del olivar ha cambiado muchísimo con respecto a 30 años atrás. De hecho, no tiene nada que ver. Tenemos sondas de humedad en el campo que permiten medir la humedad de la tierra, paneles solares para regar en los momentos justos y necesarios… Ahora analizamos qué necesita el árbol», explica Eusebio García de la Cruz quien, junto con su hermano Fernando, dirige y gestiona Aceites García de la Cruz. Desde tiempos inmemoriales, esta familia ha cuidado de sus olivares ubicados en las estribaciones de los Montes de Toledo. En concreto, cinco generaciones de aceiteros han desarrollado este negocio familiar, que ha ido creciendo hasta convertirse en una de las compañías con mayor proyección y desarrollo exterior en el mundo del aceite con un cultivo ecológico que representa el 100% de su producción. «Hace 20 años mi hermano y yo pensamos que la agricultura ecológica no tenía por qué significar un detrimento en nuestra actividad porque nuestra zona goza de un clima caluroso en verano y frío en invierno, por lo que las plagas suelen estar muy bien controladas. Así que convertimos nuestros olivares y empezamos a embotellar aceite ecológico». Su peculiar localización aporta unas condiciones climáticas especialmente óptimas que, unidas a las características del suelo permiten obtener aceites de las variedades Cornicabra, Picual, Arbequina y Hojiblanca de la más excelente calidad. Su campo libre de pesticidas y herbicidas apuesta también por el mínimo laboreo, lo cual permite conservar la flora y fauna. Y la mayor parte de los envases de PET que trabajan están fabricados con un 25% de material reciclado.

«El manejo del olivar ha cambiado muchísimo con respecto a 30 años atrás. De hecho, no tiene nada que ver»

Los suyos son, probablemente, los aceites de oliva virgen extra con más vida de toda Castilla-La Mancha y del país. «El año que viene será nuestro 150 aniversario y hasta hace relativamente poco tiempo esta empresa éramos mi padre, mi hermano, otra persona, que es como de la familia, y yo. Y la verdad es que he pasado más tiempo con el mono de trabajo puesto que siendo ejecutivo. Ahora somos casi 60 personas». Hace seis años, durante un viaje, Eusebio se dio cuenta de que tenían que salir de España. Por aquel entonces llevaba años visitando Estados Unidos y tuvo la visión de que en el país americano podía llegar a producirse un incremento importante del consumo de aceite. «Había una oportunidad tremenda de vender aceite de oliva porque el nombre lo tenían los italianos, pero al final Italia compra aceite a España, lo embotella y lo exporta. Entonces, ¿por qué no hacerlo nosotros? Pensé que había que quitarse un poco el polvo de la dehesa, aprender inglés y espabilarse. Porque los españoles tenemos un gran producto y quizá había una oportunidad para nosotros». Llamó a su mujer y le dijo que tenían que mudarse a Norte América. «Un día estaba con la boina rosca en un pueblo de diez mil habitantes oliendo a tomillo y al otro estaba en Nueva York. Fue un impacto tremendo. En aquel momento tenía 50 años y la verdad es que el cambio daba un poco de vértigo». Aquella decisión escribió un nuevo capítulo en la historia de la empresa familiar. «Hace cinco años que estamos aquí y en el último año el consumo ha crecido un 30 por ciento. Para que te hagas una idea, en España consumimos unos 11 o 12 litros de aceite de oliva por persona al año, mientras que en Estados Unidos consumen una media de 1,2 litros, pero han llegado a consumir 1,7 litros. Ha habido un incremento importante y pienso que se irá al doble porque el aceite de oliva está caro, pero es la grasa más saludable que puedes consumir y aquí ya van entendiendo que es un producto español», relata Eusebio.

España es el primer país exportador mundial de aceite de oliva, con una media anual en los últimos 5 años de unas 1.017.000 toneladas.

En pocas décadas los productores españoles han hecho un gran trabajo para convertir nuestro país en el número uno del planeta. Entre embotellado y granel, España es el primer país exportador mundial, con una media anual en los últimos 5 años de unas 1.017.000 toneladas de aceite de oliva. El segundo productor, Italia, está a años luz. Pero cuando Eusebio llegó a Estados Unidos hizo un estudio de mercado con el que descubrió que nadie sabía que el aceite, en su mayoría, provenía de España. «Cuando explico a los americanos que el 85 o el 90 por ciento del aceite que consumen proviene de aceitunas españolas, se quedan con la boca abierta». Actualmente, García de la Cruz tiene a la venta más de 50 referencias con aceites de oliva virgen extra de la más alta calidad y la capacidad para exportar a más de 40 países en los cinco continentes. Además, posee las certificaciones necesarias para envasar producto ecológico para Japón, China, Estados Unidos y la Unión Europea, y las certificaciones de calidad más exigentes como IFS (nivel superior con mayor grado de excelencia). El mimo y detalle que dedican a cada uno de sus aceites les ha valido numerosos premios, medallas y reconocimientos. El último a Mejor Productor Sostenible. «El premio BBVA es algo muy potente. Y siendo honestos es también un argumento comercial para nosotros porque un premio de este nivel es un respaldo muy grande. Además, es un premio a la sostenibilidad y eso es un gran orgullo para nosotros».

García de la Cruz tiene a la venta más de 50 referencias con aceites de oliva virgen extra de la más alta calidad y la capacidad para exportar a más de 40 países en los cinco continentes.

Su compromiso con el medio ambiente les ha llevado a formas creativas y originales de trabajar con una parte tradicionalmente desechada de la aceituna. «Mezclamos pequeños trozos del hueso de la aceituna, piel, agua de vegetación y paja para que genere una fermentación y se convierta en un abono orgánico que se libera lentamente. La productividad del árbol mayor y además ahorramos un 25 por ciento en abonos». Pero su ingenio no acaba ahí. «No tenemos ningún tipo de consumo de energía eléctrica o gasoil porque también empleamos el hueso de la aceituna como combustible para las calefacciones. Esto es algo que empezaron a hacer los nórdicos y que nosotros implementamos hace unos 20 años porque el hueso tiene un potencial calorífico tremendo». Y es que para Francisco «hay que devolver al campo, lo que el campo nos da. Al final se trata de volver un poco a la agricultura más tradicional y usar la tecnología que tienes a tu alcance para mejorar». Su labor pone de manifiesto el impacto de la agricultura ecológica a la hora de obtener alimentos de mayor calidad, pero al mismo tiempo, demuestra que la sostenibilidad no está reñida con el crecimiento económico. Ellos son un inspirador modelo a seguir.

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