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PARADORES

Un alojamiento Real en Málaga: el paraíso del golf de la Costa del Sol

Con casi 100 años de historia posee el campo de golf más antiguo de Andalucía en un emplazamiento que parece oculto y está a poco más de 10 minutos de Málaga

Santiago Molina

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Pasar las vacaciones frente al mar es una experiencia revitalizante que ayuda a reconectar con el mundo; es como poner en hora el alma, afinarla otra vez para que aguante el ritmo. La brisa salada, el sonido de las olas y la vista interminable de un horizonte crean una atmósfera única que lleva el nombre de Málaga. Allí, su bahía de biznagas se funde con la espuma. El Parador Golf de Málaga es la paz y la calma. A la vez, la mejor excusa para disfrutar de uno de los mejores campos de golf de España. 

Este refugio de lujo combina la pasión por el golf con el sosiego del Mediterráneo


Verde, impoluto y con el mar de fondo. A cuatro kilómetros y medio del aeropuerto está el campo más antiguo de Andalucía. Este refugio de lujo combina la pasión por el golf con el sosiego del Mediterráneo. Este atractivo cuenta con un responsable muy especial: Javier Jorge (en la foto), un ‘greenkeeper’ que ha sido caddie en una partida mítica entre Michael Jordan y Severiano Ballesteros y que se sabe de memoria los nombres científicos de la flora que rodea el lugar. Este especialista del golf y de sus campos verdes que conoce cada rincón de sus 18 hoyos como si fueran las líneas de sus manos. No en vano es hijo de golfista profesional y ha pasado “toda la vida en campos de golf”. Pero la historia del parador se remonta a los años 20, cuando se estableció para satisfacer a la realeza británica.


Un vínculo con la realeza

La princesa Beatriz de Battenberg, madre de la Reina Victoria Eugenia, pasaba los inviernos en Málaga por prescripción médica. Para proporcionar entretenimiento a esta royal visitante y fomentar el turismo británico, el Sindicato de Iniciativas de Málaga propuso la construcción de un campo de golf. Fue la Reina Victoria Eugenia quien sugirió la intervención de Mr. Colt, un renombrado arquitecto de campos de golf escocés. En 1926, se seleccionaron los terrenos y en 1928 se compraron 44 hectáreas de la finca Valverde. La primera piedra se colocó en 1929, presidida por el infante Jaime de Borbón, iniciando así un legado que perdura hasta hoy.

El campo de golf sufrió durante la Guerra Civil, quedando prácticamente destruido al ser usado para la defensa costera. Sin embargo, tras la contienda, la Dirección General de Turismo se encargó de su reconstrucción y rediseño, tarea llevada a cabo por T. Simpson de la firma “Simpson and company Golf Architects”. La ampliación a 18 hoyos se completó en 1964, algo que marcó el inicio de una nueva era para el campo de golf. Desde entonces, el Parador de Málaga Golf ha sido un destino preferido para los amantes del golf, ya que combina la tradición con instalaciones modernas.

Vanguardia del golf

Esta historia que roza el centenario se une al trabajo de Javier Jorge, que cuenta con un equipo “único que se divide en tres patas: el riego, la mecánica y el asistente de campo” que suman en torno a 20 compañeros. “Al final, mi vida es el golf”, confiesa. “El jugador que viene a este campo malagueño se topa con un campo justo”. ¿Qué entiende por justicia? “Si eres preciso en el juego te premia, pero, por el contrario, te castiga sin piedad si sales de calle, porque nuestro raff está mimetizado con el entorno de las dunas”. En este campo, dice, “hay que jugar con cabeza”.

El recorrido a través de los 18 hoyos es un paseo plácido que los más avezados arrancan en cuanto abre el campo, con el mar a un lado y el verdor al otro. Desde el Parador están haciendo un trabajo extra para repoblar los aledaños de vegetación autóctona y conseguir un campo acorde a las dimensiones naturales de un entorno mediterráneo.

El Parador no sólo es un paraíso para los golfistas que vienen de toda Europa, sino que cuenta con su escuela de golf, putting green, green de approach, y alquiler de equipo. Aunque es uno de sus máximos encantos, no es golf todo lo que reluce, pues la piscina, pista de tenis y pista de pádel convierten a este Parador en un destino para todos los gustos. No es raro ver cualquier día de sol medianamente cálido, huéspedes disfrutando de las tumbonas, al sol, o con un libro. El Parador posee una entrada privada a la playa. El paseo, desde que uno decide envolverse en el Mediterráneo, es un paseo que une el entorno dunar con el fresco jardín del hotel. Toda la extensión de arena blanca y fina se extiende hasta donde alcanza la visa. El sonido de las olas rompiendo con suavidad en la orilla crea una banda sonora perfecta para un día de descanso bajo el sol.

Entre los rincones más evocadores del Parador, destaca la piscina, rodeada de palmeras y con vistas directas al mar, como todas las habitaciones. Tener una terraza es un lujo, más aún si está orientada a una fotografía perfecta: palmeras, playa y mar. La cafetería-bar del Parador, con su terraza al aire libre, es el lugar ideal para disfrutar de una cena al atardecer, un café o un refresco, donde se puede degustar cómo el sol se sumerge en el mar y se tiñe el cielo de tonos anaranjados y violáceos. La atmósfera y el paisaje dibujan una acuarela que uno experimenta en primera persona.


Un oasis al lado del ritmo

Málaga y Marbella son dos joyas del Mediterráneo cuyo encanto aumenta cada día. La cuna de Picasso, se ha convertido en un referente de modernidad con sus museos, puerto deportivo, restaurantes y lógicamente, playa; sus calles empedradas, con su recuerdo decimonónico, llevan a tesoros como la Alcazaba y el Teatro Romano. Del otro lado, desde el Parador, Marbella, por su parte, despliega un glamour inagotable con su emblemático Puerto Banús, repleto de boutiques exclusivas y restaurantes.

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Sin embargo, más allá del lujo, Marbella conserva esa alma andaluza blanca en su casco antiguo, un laberinto de callejuelas adornadas con geranios, donde el tiempo respira más tranquilo, sin prisa. Ambas ciudades están bañadas de sol y mar.

Las recomendaciones de los que más saben...

GOBERNANTA

Lola Higueras

Trabajadora en el Parador de Málaga

JEFE DE RECEPCIÓN

Pablo Martínez

Trabajador en el Parador de Málaga

JEFE DE ADMINISTRACIÓN

Miguel Ángel Martín

Trabajador en el Parador de Málaga

Un mundo deportivo por descubrir

Aprender a jugar al golf es una experiencia satisfactoria desafiante al mismo tiempo, donde cada golpe y cada putt se convierten en pequeñas victorias cuando se le ha cogido el truco al movimiento, los palos y a la postura. En el Parador Málaga Golf, la brisa marina acaricia el rostro de todos los jugadores. Mientras uno se concentra en la precisión del swing, puede sentir una conexión íntima con la naturaleza a la vez que disfruta de esa relajación que (una vez terminada la partida) concluye en la cafetería con un buen refresco. A medida que uno avanza, se descubre la paciencia y la estrategia que requiere este elegante deporte. El golf es una forma de vida, como bien dice su ‘greenkeeper’, que enseña la importancia de la concentración, la precisión y la calma. El proceso de aprendizaje también es social y comunitario. Participar en clases de golf permite conocer a otros entusiastas del deporte y formar parte de una comunidad cada vez más importante. Compartir el campo con amigos y familiares añade una dimensión superior de diversión. Son muy frecuentes las escapadas para ponerse a prueba en distintos campos o aprovechar esta pasión con lo que ofrece una ciudad que no parece que esté tan cerca. El campo del Parador de Málaga Golf, con su escuela y su campo histórico, proporciona el entorno perfecto para descubrir o curtirse aún más en este deporte. El golfista Arnold Palmer lo describió como ejercicio que “depende más de la mente y del carácter”.

Málaga la bella

Málaga es un destino lleno de vida y actividades para todos los gustos. Una de las experiencias más habituales (e imprescindibles) es explorar la famosa calle Larios, cualquiera de sus museos, Ruso, Thyssen, Picasso, Pompidou…, o la majestuosa Alcazaba, una fortaleza palaciega que ofrece vistas panorámicas de toda la ciudad y del mar Mediterráneo. Que una ciudad se esté quedando con el apelativo de ‘ciudad de los museos’ no es baladí cuando su reclamo histórico son unas playas incombustibles que reciben a millones de personas todo el año. El Teatro Romano, por su parte, es un vestigio de la antigua Malaca romana, que añade un toque histórico al recorrido. No se puede dejar de visitar la Catedral de Málaga, conocida como “La Manquita” por su torre inacabada, un lugar emblemático que refleja siglos de historia. Y si hablamos de Málaga, cómo no, la Costa del Sol es inevitable: ofrece mucho más que playas; sus pintorescos pueblos blancos, como Mijas y Benalmádena o Frigiliana, invitan a perderse en sus estrechas calles empedradas y a descubrir su rica herencia cultural que va desde la Edad Media hasta hoy.

Hoy comemos...


El Parador Golf de Málaga tiene a un jefe de cocina que desprende pasión por todos sus costados. Joven y con el idioma de la gastronomía en las venas. Sergio Borrego es un malagueño que quería forjarse entre estrellas Michelin. Y lo ha conseguido: ha pasado por Martín Berasategui y Tomeu Caldentey. Empezó a cocinar con 16 años mientras veía el programa de Karlos Arguiñano. Hoy, lidera una cocina que defiende, por encima de todo, la frescura y la tierra. Reconoce que no se “enmarca en nada”, ya que busca “polivalencia y concisión”. Se empieza por una ensalada malagueña, que es un descubrimiento que combina naranja con el bacalao, patata cocida y pimientos. Borrego explica que la cocina “es mi modo de vida”. “No concibo mi vida sin dedicarme a esta profesión”. Añade que el mayor riesgo de un jefe de cocina (no le gusta hablar del galicismo chef) es “la pérdida de pasión”. Parte de su trabajo es recorrer los mercados y las lonjas para traer el mejor pescado. De hecho, la carta invita a preguntar por los pescados fuera de carta. No siempre encontrará el mismo, pero sí será fresco. La carta es como un embajador de la gastronomía malagueña. La corvina con remolacha caramelizada y salsa de espumoso es una elección definitiva de elegancia, un grado de sorpresa y la ternura del mar cuando está el tiempo necesario en el fuego, ni un segundo más. “Tenemos pescado de lonja para no encasillarnos. Cocinamos en función de lo que haya fresco”, explica este ya joven maestro de 29 años. Málaga también es sinónimo de buena carne. En concreto, del chivo en su propio jugo con pimientos rojos caramelizados le saca los colmillos a la parte más carnívora que uno pueda tener con una carne que se deshace del hueso usando sólo el tenedor. El cierre de este viaje que mira siempre al mar concluye con una pasión por chocolate que alberga una sorpresa infantil por encima. Les invitamos a que lo descubran.


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Estrategia de contenidos: Pablo Martínez.

Fotografía: Pablo Garcia Sacristán.             

Redacción: Santiago Molina .                   

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