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Sostenibilidad

Por qué los festivales de música potencian emociones positivas

Numerosos estudios científicos avalan el potencial curativo que tiene la música en nuestro organismo, mucho más acusado cuando la vivimos en directo.

Bernardo Álvarez

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Numerosos estudios científicos avalan el potencial curativo que tiene la música en nuestro organismo, mucho más acusado cuando la vivimos en directo. 

Ana García Novo

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Antes de que la ciencia pusiese método y orden, el saber ya estaba ahí como intuición, encapsulado en refranes. Mucho antes de que las resonancias o los estudios neurológicos concluyesen que, en efecto, la música tiene efectos saludables para el organismo, nuestros abuelos y bisabuelos se decían “quien canta su mal espanta” o “la música amansa a las fieras”. Y es que forma parte de la experiencia de cualquiera que tal o cual canción le levante el ánimo, le traiga recuerdos felices o, incluso, le dé ese empujón para tomar una decisión importante. La ciencia está tratando de dar una explicación a todo esto, y no son pocos los estudios que hoy día respaldan los efectos beneficiosos de la música y aportan pruebas de su carácter terapéutico.

Lo primero que asombra a los estudiosos es el cómo y el porqué del placer que produce la música. ¿Acaso nuestro cerebro y nuestro sistema nervioso está, de algún modo, programado para reaccionar de una forma específica ante la música?, ¿qué sentido evolutivo puede tener esa capacidad? No hay una respuesta definitiva pero sí se ha conseguido responder al cómo. Por ejemplo, existen evidencias sobre el efecto favorable de la música en personas que sufren ansiedad, depresión o dolor crónico. Escuchar una melodía bella y armónica contribuye a mejorar el estado de ánimo, a relajarse y diluir los síntomas negativos.

Las áreas cerebrales que se despiertan con la música son las mismas que se activan con otra clase de estímulos placenteros como los alimentos, el sexo o las drogas. A nivel fisiológico, tal y como han probado los neurocientíficos AJ Blood y Robert Zatorre, la música provoca cambios en la frecuencia cardiaca y en la respiración. En conjunto, una buena sesión musical contribuye a liberar dopamina-un neurotransmisor vinculado a los circuitos de placer y recompensa-mientras reduce los niveles de cortisol generados por el estrés.

Emociones positivas y sentido de pertenencia

Eso sucede cuando, por ejemplo, vamos de camino al trabajo en el metro y ponemos música en nuestros auriculares o llegamos a casa después de un día estresante y escuchamos nuestro vinilo preferido en el tocadiscos del salón de casa. Sin embargo, según todas las evidencias, la música en vivo tiene una potencia mucho mayor a la hora de activar nuestras emociones. Estar junto a un amigo que toca la guitarra o el piano, o asistir a un concierto en un festival multiplica el efecto salutífero y eufórico de la música. Y es que -lo dice la ciencia- hay algo más que modas pasajeras o mercadotecnia detrás del boom de los festivales. Hay algo atávico y animal en ese placer de juntarse con semejantes para escuchar a otros haciendo música en directo. Un rito colectivo con un indudable efecto sanador sobre sus asistentes.

7,73%

Personas redujeron su nivel ansiedad con música agradable

65,58%

Personas aumentaron su nivel ansiedad con música desagradable

4,08%

Personas aumentaron su nivel de ansiedad sin música

Fuente: Elaboración propia a partir de Calderón, D., Gustems-Carnicer, J., Martín-Piñol, C., Fuentes-Moreno, C., & Portela-Fontán, A. (2019).

Ese efecto es el que ha querido estudiar Jordi Oliva Codina, doctorado en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y profesor colaborador de los Estudios de Artes y Humanidades. Una de sus recientes investigaciones analiza el impacto que tienen los festivales de música en la sociedad, y su principal hallazgo tiene que ver con la potenciación de emociones positivas y de un sentimiento de identidad: “Si una persona va a un festival y escucha a su grupo favorito o a cualquier otro que le gusta, va a sentir emociones positivas importantes y se va a identificar con su manera de tocar, de hacer música y de vestirse, así como con las personas que tiene a su alrededor. Si esto pasa una vez, a lo mejor no es importante, pero si pasa muchas veces o se repite en muchos festivales, se generan unos procesos de identificación que pueden determinar la identidad cultural», explica el investigador.

Para Oliva, la conclusión principal de todo esto es que “las emociones positivas y la identidad cultural se correlacionan positivamente. Cuanto más intensa es una emoción positiva derivada de la música, más crece el sentimiento de identidad cultural».

La delicia de compartir canciones

El músico argentino Coti es una de las estrellas que actuará en el Jardín de las Delicias, el festival patrocinado por Endesa que tendrá lugar entre el 20 y el 21 de septiembre en la Ciudad Universitaria de Madrid. Para este creador, que lleva décadas conmoviendo nuestros corazones, ese sentimiento de pertinencia es uno de los aspectos más destacables de esta clase de eventos: “En estos tiempos de tanta virtualidad, que nos restringe y en cierto modo nos encarcela, la presencialidad de los conciertos aporta un valor y unas posibilidades de disfrute que hacen que sea una experiencia más rica y completa”. 

Ana Medina lleva 13 años vinculada al mundo de la música, ha trabajado para siete festivales distintos y lleva 24 eventos de este tipo a sus espaldas. El próximo es precisamente el Jardín de las Delicias, del que es jefa de prensa desde hace varios años. Ana también siente que “lo que hace especiales a los festivales es que ponen un lugar para el entendimiento. Ese sentimiento tan íntimo que generan las canciones en una persona no es único, y te hace ver que no estás solo en eso, que hay un sentido de pertenencia a algo”.

Coti, que habla desde su larga experiencia, recuerda que un concierto “no es una sucesión de canciones, sino que es algo más complejo: como un viaje con diferentes momentos. Se trata de que todos, el público y el artista, viajemos al mismo sitio mientras la música nos va guiando”.

“La música es una búsqueda de belleza y emoción”, continúa el argentino, “un proceso para lograr algo armónico que aporte bienestar”. A lo largo de su ya prolongada carrera, recibe mensajes y comentarios de gente que le dice que sus canciones, como la de “Color esperanza”, le han ayudado en un momento difícil, en una enfermedad o una pérdida y se aferran a esa letra: “Son momentos muy emocionantes, porque te das cuenta de la dimensión que tiene la música y de su influencia en los hábitos y estados de ánimo de las personas”.

Se trata de un efecto único, que recorre toda la gama de emociones y afectos de la que es capaz nuestra especie. “La música no solo tiene que tranquilizar”, opina Coti, “también tiene que activarte y movilizarte, algo muy humano y muy necesario”. Y, a la hora de componer, explica, el gran músico es aquel capaz de escribir canciones desde diferentes estados anímicos: “Hay miles de emociones que te pueden mover a crear”

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Porcentaje de materiales de montaje y decoración que se reutilizan de un año a otro, y aquellos que ya han cumplido su vida útil tampoco se desperdician

Un universo paralelo para ser felices

Y son también miles de emociones las que florecerán en el festival del Jardín de las Delicias, que se propone crear el ambiente propicio para vivir esos sentimientos que despierta la música. “Queríamos crear un espacio que esté a la altura”, explica Medina, “y que la gente salga de su rutina por un par de días”. Para ello, toda la estética del evento gira alrededor de las figuras oníricas y fantásticas del famoso cuadro del Bosco que da nombre al festival. Se trata de creaciones de auténtica artesanía creadas por por Pablo Méndez que nos transportan, junto a las audaces performances de Pablo Méndez, a ese “lugar mágico, un mundo paralelo en el que siempre hay sorpresas”.

En ese recinto de la Ciudad Universitaria, y al menos durante dos días, será posible hacer realidad eso que dice Coti: “La música es una forma de acceso a la felicidad. No es posible vivir sin música”.

Cada pocos meses aparecen nuevos estudios que abundan en la relación entre música y bienestar psíquico y físico. Este mismo año un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Zúrich han publicado un informe con un título rotundo y elocuente: “La música en directo estimula el cerebro afectivo y emociona a los oyentes en tiempo real”. Lo que estos investigadores han demostrado es que la amígdala, el núcleo emocional del cerebro, se activa de un modo extraordinario al escuchar música, lo que a su vez tiene efectos positivos en otras funciones cognitivas y afectivas.

Y este es solo el último de los experimentos que muestran cómo la música es capaz de activar prácticamente todos los sistemas neuronales y áreas del cerebro, algo que ningún otro estímulo puede lograr. Stefan Koelsch, profesor de Psicología de la Música de la Universidad de Berlín, lo resume con la siguiente fórmula: “Somos criaturas musicales de forma innata desde lo más profundo de nuestra naturaleza”. Su experiencia tras décadas de investigación le ha hecho llegar a la conclusión de que “podemos modular la actividad en prácticamente cualquier estructura cerebral emocional gracias a las emociones que despierta la música”, lo que a su vez significa que la música es capaz “de evocar el núcleo mismo, el núcleo de las estructuras cerebrales responsables y creadoras de nuestro universo emocional”.

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