Así es el convento del siglo XV que ha cautivado a estrellas de Hollywood
Fundado por los primeros señores de Chinchón, este idílico retiro monacal ha atraído a lo más granado del cine, como Scarlett Johansson o Tom Hanks. Un auténtico remanso de paz, en pleno centro de este pintoresco pueblo madrileño


Madrid se constituye, como dijo Antonio Machado, en rompeolas de las Españas. Madrid esconde mucho más que los secretos de las calles de la capital; la comunidad entera alberga mucho más, tanto por el norte como por el sur; así, a este y oeste. En un lugar de cuyo nombre sí desearíamos acordarnos, Chinchón es pequeña y centenaria, como una calle empedrada, como la salida de un callejón entre dos luces de ayer o ese Parador que antaño fue convento agustino o tribunal.
El tiempo parece que no ha pasado por el Parador de Chinchón. Sinónimo de belleza en cada esquina, las vistas nos llevan a un pueblo italiano de revistas de viajes, pero en este corazón de meseta española. Encontramos esta sorpresa que no pensaríamos tan cerca de los altos edificios de las consultoras y bancos o el bullicio inextinguible que va de calle Alcalá a Gran Vía. En cincuenta minutos en coche cambia por completo el recorrido del paseo y esos pequeños escondites de belleza de pueblo, que es noble y tiene sus encantos, como las incontables panaderías-pastelerías que se ubican en pocos metros a la redonda.
En este ambiente de casa grande vivieron las estrellas de Hollywood. El epicentro fue el Parador de Chinchón. Su directora, Nieves Montisi Yagüe, cuenta cómo vivió ese asalto de actores y actrices que parecen inalcanzables. Desde el mítico y alocado Bill Murray hasta Scarlett Johanson. Nieves, oriunda de Salamanca, lleva ya once años al frente de este establecimiento que sabe dialogar con la tradición magnificente del siglo XVII, ese siglo dorado, y, a la vez, con la calidez del XXI.

Un destino de cine
¿Por qué el Parador fue el centro del rodaje de la película ‘Asteroid City’, de Wes Anderson’? Nieves lo cuenta así: “La elección de Chinchón para el rodaje de Asteroid City estuvo directamente vinculada al Parador”. “Las características del establecimiento cumplían con los requisitos específicos de Wes Anderson, principalmente que hubiera un aeropuerto a 45 o 50 minutos del hotel y espacio suficiente para alojar a todos los actores principales”, explica. Y es que este pueblo madrileño de espíritu castellano está a poco menos de una hora del aeropuerto de Barajas-Adolfo Suárez. El proceso comenzó con múltiples visitas de localizaciones meses antes del rodaje, y el equipo “estaba enamorado del Parador”. Inicialmente, “barajaban destinos de Rumanía, de Italia y de España”, pero las instalaciones del Parador de Chinchón resultaron ideales para sus necesidades.
La producción transformó completamente el funcionamiento del establecimiento durante varios meses. Nieves cuenta que se bloqueó el Parador completo durante “junio, julio, agosto, septiembre, solo para ellos”, creando lo que la directora describe como una “burbuja Hollywoodiense”. Durante este período, el Parador se convirtió en un espacio de convivencia para las estrellas, donde “podías ver a Scarlett Johansson tomándose un té” o a "Tom Hanks con su mujer yendo y viniendo”.

No en vano, Chinchón es destino de cine desde siempre. “Campanadas a Medianoche”, “Una historia inmortal”, ambas de Orson Welles, o “La vuelta al mundo en 80 días”, la de 1956, así como “Pájaros de Papel” o el último filme de Wes Anderson. También han pasado por allí cineastas como Alejandro Amenábar y Karra Elejalde para la película ‘Unamuno’, de 2019, que también incluyó Chinchón entre sus localizaciones. También, José Sacristán, hijo predilecto y natural del municipio, que siempre elige el Parador cuando vuelve a su pueblo.
En el Parador no es cine todo lo que reluce, pues su colección de arte sacro es una de los más relevantes de las colecciones que posee Paradores. Los óleos sobre tabla de San Juan Bautista y Santiago Apóstol, del siglo XVI; o el Cristo Crucificado, realizado en marfil, madera y bronce, perteneciente al XVII son tesoros que unen arte e historia en torno a su claustro acristalado.
El actual Parador de Chinchón tiene sus orígenes en el siglo XVII, aunque se edificó sobre los cimientos de un convento anterior del XV. La estructura experimentó una transformación radical tras la desamortización de Mendizábal en 1836, cuando los frailes agustinos se vieron obligados a abandonar el edificio. A partir de entonces, el espacio sirvió a diversos propósitos: funcionó como alcoholera, aprovechando la tradicional producción de Chinchón de la zona, también acogió un telar y se utilizaron sus espacios como aulas. Sin embargo, su uso más significativo durante buena parte del siglo XX fue como juzgado y cárcel del partido judicial de Chinchón. De esta época se conservan curiosas anécdotas, como que “los presos escuchaban misa en la iglesia de al lado que comunicaba con lo que era la capilla y la sacristía”, o la división del espacio entre reclusos: “En la parte de arriba estaban las mujeres, en la de abajo, los hombres”.

Merece la pena destacar otras de sus más gratas sorpresas: la capilla real, llamada ‘Habitación Capilla Felipe V’, con un baño lujoso y un papel pintado a mano que representan los jardines de Aranjuez. Ocupa el espacio de la antigua sala de oración y se considera —sin ningún género de dudas— como la más romántica del Parador. Su original dosel y la arboleda le otorgan ese carácter de sueño en el que cualquiera desearía vivir. En ella han descansado actores como Margot Robbie o Matt Dillon. Esta estancia acapara miradas y sueños de boda y cine. La otra es la ‘Habitación de la Condesa’. Esta fue el cuartel general de Wes Anderson (la única con una terraza espectacular) y con el tamaño para poder trabajar y descansar. Es una estancia que transmite serenidad y en la que cobran protagonismo los textiles. Destaca el famoso estampado Ladrón de Fresas, del diseñador William Morris. Tal es la belleza de esta estancia que en ella también se hospedaron artistas como Mark Knopfler o Tina Turner.
También es llamativo —para los más gourmets— el restaurante El Bodegón. Allí, entre pinturas que loan a Dionisio y los placeres que da la tierra (que no son pocos), junto con una decoración que recuerda a las ventas de antaño, se trata de una mezcla de placer y familiaridad. Sólo lo abren los fines de semana y únicamente sirven el cocido de taba. Se trata de una receta ancestral recuperada, antecedente del cocido madrileño, tras un proceso de investigación y de auténtica arqueología culinaria. Este plato tradicional, que además contiene cangrejo de río, se sirve en vajilla de barro y sólo está disponible hasta el mes de abril en el Parador.
La transformación en Parador supuso una cuidadosa rehabilitación a cargo del arquitecto Palazuelo, quien realizó un trabajo excepcional respetando la esencia del edificio histórico. Su intervención se caracterizó por el uso de “materiales de cercanía” como “la piedra de colmenar de oreja y los barros”, manteniendo la distribución original del convento “en torno al claustro”. Esta disposición arquitectónica ha resultado ser particularmente funcional para su uso actual. “Todas las dependencias están en torno al claustro”, explica. Allí, las celdas se agrandaron, y de “varias de ellas se hace una habitación”. El resultado es un espacio que, según describe la directora, “nada más entrar tiene un aura, algo especial” donde “se respira paz y es acogedor”, combinando así la preservación histórica con las necesidades de un alojamiento moderno. El claustro central destaca como el punto inevitable del edificio, un lugar ideal para disfrutar de una lectura tranquila o de algún vermú propio de Chinchón. Los jardines exteriores, cuidados al detalle, están poblados de naranjos, limoneros y otras especies mediterráneas que brillan, sobre todo, en primavera y otoño.
Las recomendaciones de los que más saben...

CAMARERA
María Antonia Buitrago
Camarera

RECEPCIONISTA
Juan Pedro Carrasco
Recepcionista

JEFE DE SALA
Juan Abad
Jefe de sala

Mucho más que una plaza
La plaza Mayor de Chinchón es de sus mayores atractivos. Es una planta circular que integra balcones verdes preciosos y diversas tabernas que se convierte en mercado medieval en el mes de febrero. Los juglares, los caballeros y las doncellas se dan cita para representar duelos o vender especias, dulces o artesanía en sus puestos. Sin olvidar la música de época, a los malabaristas o los bailes, al igual que otros espectáculos que sacan el lado más exótico de la Edad Media. Este regreso al pasado es toda una experiencia por la verosimilitud que consiguen los apasionados que participan en este mercado. De algún modo, viajar en el tiempo es posible. Además, es la única plaza que, al mismo tiempo, es un coso. Chinchón es capital del arte de la lidia con el festival taurino más antiguo de España y, durante los festejos, la plaza mayor se convierte en plaza de toros. Desde Frascuelo hasta hoy han pasado los toreros más relevantes. Se sabe que en 1738 se celebraron corridas de toros en honor a la toma de posesión del infante Felipe de Borbón, hijo de Felipe V, como Conde de Chinchón.
Sin alejarse mucho de ella, justo por uno de sus lados traseros, el Museo Etnológico La Posada porta este nombre porque se ubica en una antigua posada del siglo XIX. Allí se puede conocer en detalle los usos y costumbres de la localidad. La vida hogareña, las faenas cotidianas o los utensilios con los que se trabajaba no caen en el olvido gracias a este pequeño museo que rescata un mundo casi olvidado ya.

La mejor arquitectura castellana
A diez minutos en coche o en autobús, Colmenar de Oreja es un tesoro oculto a plena luz del día. Con una historia que se inicia en la segunda Edad de Hierro, se trata de un pequeño pueblo tranquilo con mucho del que hablar y contar. La Plaza Mayor posee un pórtico del siglo XVIII, y un conjunto de establecimientos para disfrutar de un refrigerio mientras se respira la historia milenaria. Por su parte, la Iglesia de Santa María la Mayor es toda una joya, ya que se trata de un templo que data del siglo XIII, ampliado posteriormente en los siglos XVI y XVII. Su torre de 62 metros es una proeza de la arquitectura renacentista.
Los apasionados de esas vistas que expresan mucho más que un fondo de pantalla tienen que acudir a la Ermita del Santo Cristo del Humilladero. Sus dos pequeñas capillas se guarecen en atardeceres y auroras que inspiran a pintores, sin que esto desmerezca los retablos y altares. No mucho más lejos se hallan las ermitas de San Roque y San Juan. Éstas manifiestan la hermosura sencilla de la arquitectura castellana. La calma, allí, se hace intensa, cuando los pájaros y el viento despliegan la verdadera naturaleza del silencio, que nunca es mudo. Los que no se pierden una ruta verde, tienen que recorrer el camino que une Chinchón con Colmenar de Oreja.
Hoy comemos…

Su juventud es de las que sorprende (28 años), por lo que su maestría procede exclusivamente de un gran talento o un esfuerzo incontestable, o ambos. Adrián García iba para el ejército, pero su madre le convenció para elegir un camino menos movido; así que cambió la disciplina marcial por la disciplina del fuego lento. Su relación con la cocina surge cuando veía a su abuela Palmira cocinar: “Siempre contemplaba cómo hacía cada cosa, además de que en casa no podíamos estar sin hacer nada; había que colaborar”. “Ella es la típica abuela gallega, con su vestido y su sombrero”, cuenta. Recuerda que “siempre estaba por allí ayudando, pelaba patatas o ajos o cortaba cebollas”. Fue con ella con quien aprendió la importancia de los platos tradicionales que, a su vez, son los que imperan en la carta de Paradores.
¿Su primer plato? “Una tortilla de patatas”. Después de eso, pasó por el Centro Superior de Hostelería de Galicia. “Entré siendo un aficionado y me convertí en profesional”, comenta. Basa su cocina en la tradición, pero, por el contrario, con “métodos modernos”. Su lema es “tradición o morir”. La pasión serena que desprende le lleva a confesar que “la cocina es mi razón de ser”; quizá por eso ya ha pasado por el Parador de Nerja o de Alcalá de Henares. Su concepto de cocina acoge, no obstante, la reinterpretación de los platos de siempre. Por ejemplo, la sopa de ajo —tan típica de Chinchón— “se prepara jarreada con una loncha de jamón serrano que se hace a fuego lento y el huevo”. La sencillez y el cuidado con la que se elabora lo elevan a algo trascendente. El cochinillo y la paletilla de lechazo hacen el resto. Que el ser humano pueda ir de Madrid a Nueva York en diez horas pero no haya desentrañado la forma de conseguir el crujiente del exterior del cochinillo al mismo tiempo que preserva la ternura de su carne es algo que eleva el control del fuego a categoría de arte y este cocinero lo posee. La paletilla, con su romero fresco, es tan o más inolvidable. Su alma gallega lo ha llevado a incorporar el pulpo a la revolcona: una pata de pulpo con ajos negro que ha fermentado y patatas revolconas. El postre insignia con el que recorrer una carta que resucita nuestra mejor cocina familiar es el carajillo de Chinchón: una gelatina de café se complementa con helado de café y crema de anís. Quienes más disfrutan del café es posible que encuentren su nuevo postre favorito.