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Víctor Manuel acaba de lanzar 'Solo a solas conmigo', su 28º álbum de estudio. Virginia Carrasco

Víctor Manuel

Músico
«Nunca he pasado de moda porque nunca he estado de moda»

«La frivolidad es gratis. Decir que con Franco no se estaba tan mal no cuesta», asegura el artista que acaba de publicar 'Solo a solas conmigo'

Iker Cortés

Madrid

Domingo, 7 de diciembre 2025, 00:10

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Dice Víctor Manuel (Mieres, 78 años) que no ha pasado nunca de moda porque nunca lo ha estado. Quién lo diría. El músico, con casi sesenta años de trayectoria, acaba de publicar 'Solo a solas comingo', su último álbum de estudio. Un disco con catorce canciones en las que toca temas como el amor, la esperanza y, por haber, hay hasta un himno a la pereza. De hablar sosegado y tranquilo, el artista asegura haber hecho siempre lo que ha querido. «Y eso es una suerte», apostilla quien se prepara ya para la extensa gira con la que recorrerá España a partir de marzo de 2026.

-Es su álbum de estudio número 28. Visto lo visto, queda claro que todavía hay miles de cosas a las que cantar.

-Sí, siempre. Otra cosa es que las encuentre (risas). Pero sí, muchas veces la inspiración es una página de un periódico o una noticia. Por ejemplo, 'Diario de un robot' surgió de la foto de aquellas chicas soldados israelíes que se hicieron un selfie con las ruinas de Gaza detrás, descojonadas de la risa porque se les estaba pasando el miedo. Esa deshumanización del que está muerto me llamó la atención.

-Con el tiempo, ¿cuesta más encontrar la inspiración?

-Sí, depende. Lo que pierdes con los años es la espontaneidad. Cuando era joven hacía canciones en cualquier sitio, con cualquier motivo. Después ya tienes que tener unas determinadas condiciones de trabajo, te vas rebuscando a ti mismo y si sales de ahí, de ese ecosistema tuyo, no se te ocurre nada. Yo sería incapaz de escribir una canción aquí y ahora. O sea, tengo que estar en un sitio muy cerrado, con luz eléctrica, sin ventanas... Nada más que oscuridad, la guitarra, un bloc y ya está.

-¿Y qué se gana?

-Hombre, la experiencia es importante. Ahora se me escapan menos canciones. Antes se quedaban cosas a medias que nunca recuperabas y ahora lo que empiezo casi siempre lo acabo. En general, amarras mucho mejor las cosas.

-Es la primera vez que canta con su hijo, ¿cómo ha sido la experiencia?

-Pues es que él no se deja. Me ha costado (risas). Es que no quiere cantar y canta de puta madre, como su madre.

-Como productor se deja más.

-Sí, él empezó a producir mis discos en 2003.

-¿Y qué se hace cuando surgen tensiones por la dirección que toma una canción o un disco y el productor es su hijo?

-La verdad es que no se discute mucho. De todas maneras, yo nunca he discutido nada con los productores que he tenido y he tenido productores en Italia, Londres... Porque en la elección está que tú te equivoques o aciertes. Es decir, cuando vas a trabajar con alguien porque te interesan los trabajos previos que has oído de él, yo me relajo y que sea lo que Dios quiera. Quiero decir, yo no meto mano nunca y eso que a veces estás en el estudio y están haciendo una cosa que te da un poco de vértigo... Pero nunca he discutido con nadie, así que no voy a discutir con mi hijo. Lo que sí me aporta él es que es muy riguroso. Es un tío que no te pasa una y eso a mí me viene bien porque yo dejaría las cosas antes y un poco peor.

-El álbum comienza con 'Deja por Dios que coja aire', una canción que muestra su hartazgo con la política y los políticos.

-Yo estoy harto de la política desde que tengo uso de razón, o sea que no tiene mérito. Lo que pasa es que ahora estamos un poco todo el tiempo en el día de la marmota y eso es muy cansino. Supongo que para todos, pero como yo tengo un exceso de información porque leo tres periódicos al día y veo cuatro informativos... También está que el nivel de la clase política yo siento que ha bajado mucho en estos últimos años y esta grosería ambiental tampoco existía. Cualquiera le puede llamar hijo de perra o hijo de puta a cualquiera. Esto es nuevo.

-¿Se ha 'salvamizado' la política?

-Sí, es espectáculo, con todas las consecuencias. En algún momento pararán.

-También deja un recado en esa canción a quienes dicen que no votan porque da todo igual.

-Pero eso lo he pensado siempre. Entiendo la abstención, desde el punto de vista anarco, pero eso pasar de la política cuando la política nos afecta tanto a todos, en todos los órdenes, pues sí me parece una tontería.

-Y en este escenario, ¿cree que hay políticos más culpables que otros?

-Sí, claro que los hay. En esa canción digo que están todo el tiempo con el y tú más, pero estas cosas se pueden cuantificar. Cuántos han pasado por la cárcel, por ejemplo. Lo que pienso, y además lo digo en esa canción, es que hay una gente que está en política para hacer avanzar la sociedad, aunque sea a pasitos pequeños, y otra que no. Y la prueba está en cosas como cuando se aprobó la ley de matrimonio igualitario y el PP lo recurrió al Constitucional, pero al mismo tiempo ellos se estaban casando y la iglesia por detrás tocando los cojones siempre.

-Es un disco muy ecléctico: hay pop, rock, una habanera, algo de reggae y también copla. ¿De dónde surge tanta variedad? ¿Cómo es su proceso de trabajo?

-Yo no estoy componiendo todo el año, ni todos los meses, pero hay un punto de inflexión en el que noto que necesito escribir canciones y cuando me pongo, no puedo parar. O sea, me da una especie de acelerón que cuando llevo ya muchas me tengo que imponer parar. Para este disco escribí 34 canciones. En esa búsqueda, yo trabajo siempre con notas que vas tomando a lo largo del tiempo y ahora en el teléfono. Cualquier cosa que se te ocurra, de texto o de melodía, lo metes ahí. De todo eso, a lo mejor te vale un 10% para seguir trabajando en ello. Y me fuerzo también a buscar maneras de componer diferentes, es decir trato de no repetirme en temática y musicalmente. Aquí hay varios ejemplos dentro del disco de canciones que yo no había hecho antes. 'La muerte y el amor no tienen cura', 'Dime adiós con tu mano' o 'Yo nací a la sombra de un cerezo' son tipos de canciones que no puedes encontrar en otros discos míos.

-¿Escucha música durante esos periodos más creativos?

-No, cuando estoy componiendo, no. Pero entre medias sí escucho mucha música y a veces desde un punto de vista profesional porque me interesa ver qué hace la gente, aunque después de esa escucha no vuelva a ello. Pero cuando algo me llama la atención, lo que hago inmediatamente es hacer una lista en el teléfono y tenerla ahí.

-Generalmente, el oyente de música suele quedarse anclado a una época, que es algo que no pasa con otras disciplinas artísticas. ¿Por qué cree que sucede?

-Yo creo que estamos escuchando música en un periodo que va de los 12 o 14 años hasta los 40 y tantos y a partir de ahí ya solo queremos repeticiones. Ya nos han metido todas las novedades posibles, tu te has hecho tu disco duro de canciones, pero a partir de ahí lo que quieres son repeticiones.

Víctor Manuel, durante la entrevista. Virginia Carrasco

-Con el cine eso pasa menos. Puedes adorar el cine clásico, pero no descartas ver la última película de Yorgos Lanthimos.

-Es que la música tiene un gran poder que es el estar asociada a la vida llevamos. De pronto asocias una canción a una relación o a una tarde que te lo pasaste de puta madre. Las canciones tienen siempre un sitio de donde salen o a donde llegan y eso es lo que nos nutre a nosotros. La gente a la que le gusta mucho más la música supongo que sigue escuchando con el paso del tiempo, pero normalmente el resto tiene un cupo de canciones y de ahí no sale.

Dos colaboraciones de lujo

-Precisamente dos de las canciones que has comentado tienen colaboraciones de lujo. Rozalén canta con usted 'Dime adiós con tu mano' y Mikel Izal también se deja caer en 'La muerte y el amor no tienen cura'. ¿Cómo se fraguaron?

-Pues mira, con Rozalén tengo mucha relación porque cuando ella estaba ya empezando a funcionar, pero no era lo que es ahora, que es una diosa, estuvo en un disco que hicimos en Oviendo, '50 años más nada'. Fueron dos días de conciertos junto a Serrat y otros diecisiete cantantes, desde Miguel Poveda hasta El Gran Wyoming, pasando por Pablo Milanés. Ella se vio en medio de esa marabunta de gente, con todos sus ídolos, y lo pasó de miedo. Tanto es así que muchas veces el 14 de septiembre, que fue la fecha, me manda un WhatsApp y me pone: «Contigo empezó todo» (risas). Aparte me gusta mucho el trabajo que hace y es una tía estupenda, así que le dije: «Tengo una habanera, ¿la cantamos?». Su respuesta fue «¡Ay sí!».

-¿Y con Mikel Izal?

-Cuando la acabé, pensé que le podía ir muy bien a él por el tipo de temperamento que tiene cantando y es una canción que ha crecido en mí mucho más, no la tenía en tanta consideración cuando la estaba haciendo. Y después, con su voz y su presencia, tan fantástica, pues ha crecido muchísimo.

-¿Cree que este tipo de colaboraciones le pueden abrir hueco a un público nuevo?

-También, porque ellos tienen un público al que yo no tengo acceso por edad. La gente te ve amortizado ya. Y también porque cada generación y cada época tienen sus músicas. Otra cosa es que se interese gente que no es de mi edad por la música que yo hago y, de hecho, lo comprobamos en el censo de los conciertos, que hemos bajado la edad muchísimo. Está ahora en 45 años la edad media de la gente que va a los conciertos y hemos bajado 20 años en muy poco tiempo. Eso también tiene que ver la facilidad que tiene ahora la gente para encontrar música, que tú picoteas o das un YouTube y te sale una ristra de canciones e igual te quedas ahí 15 minutos o 20 minutos viendo cosas que no conoces y que no tienes por qué conocer porque hay canciones de hace 40 años. Con esto vas haciendo capas de gente de diferentes edades que son las que, finalmente, van a los conciertos y me interesa mucho el mundo de ellos, pero yo sé también cuáles son mis límites. O sea, si yo me pongo a rapear... (risas).

-Hay dos canciones que evocan la infancia. La primera es 'Yo nací a la sombra de un cerezo', en la que narra lo que vivió de niño durante el franquismo. ¿Entiende que haya jóvenes que digan que fue una buena época?

-Es pura ignorancia, nadie puede decir eso con convencimiento. Si yo pudiese tener una conversación con uno de ellos, le diría las desventajas. Mira, chica, hace 50 años tú no podías abrir una cuenta en el banco sola, tenías que ir con tu marido. ¿Quieres eso? ¿Quieres tener la posibilidad de abortar si no te va bien en la vida y tienes un problema puntual o no? Vas poniendo cosas ahí y a partir de eso nadie te va a decir que es franquista. Lo que pasa es que la frivolidad es gratis. Decir que con Franco no se estaba tan mal no cuesta nada. Y luego también hay una parte de la sociedad que ha estado mucho tiempo ahí falseando sus gustos de cara a la galería y ahora ve que hay barra libre. Si hasta el presidente de Estados Unidos se permite decir que matar a un periodista y a hacerle cachitos es un accidente... Hay ahora un relativismo moral ahora que no existía antes porque a veces se dice esa es tu verdad y esta es la mía y no, la verdad es una. Hay también un fallo de los mayores y de la educación. La educación ha tenido unas grietas por donde se ha colado un tipo de mensaje que seguramente en sociedades como la alemano no ha sido posible porque han puesto el dique bien firme y los pies en pared. Eso no impide que ahora, al cabo del tiempo, aparezcan partidos de extrema derecha que piensen que el nazismo estuvo bien pero han llegado por otro camino completamente diferente. Aquí nunca se ha puesto ese dique ni se ha explicado lo que era la dictadura porque, por lo visto, en los libros de texto se llegaba siempre tarde.

-La otra canción que evoca la niñez es 'Canción para salir de la cama', un himno a la pereza.

-Sí, es que ese sentimiento yo lo tenía de pequeño. Yo me inventaba cosas de pequeño para ver si me escabullía del colegio. Por ejemplo, se corría la voz en clase de que si te ponías un secante de aquellos que secaban la tinta dentro del calcetín y dormías con los calcetines puestos, al día siguiente tenías fiebre y yo lo intentaba. Y siempre andaba con ideas como y si desapareciese la escuela, si se abriese la tierra, si el mundo no amaneciese... Es una canción muy rara y además me gusta mucho porque el que hace las voces es mi nieto, que hace terceras y quintas y toda la hostia. Es un máquina. En la otra, también está él con hay varios compañeros de su colegio.

«'Canción para salir de la cama' es un tema muy raro y además me gusta mucho porque el que hace las voces es mi nieto»

-Dedicándose al oficio de la canción, habrá podido echar más tiempo en la cama que el resto de los mortales, ¿no?

-Hombre, yo soy un privilegiado, en el sentido de que hago lo que quiero y he hecho lo que quiero en cada momento, por eso a veces me he pegado yo las hostias yo solo. A veces me ha ido bien y a veces fatal, pero por las decisiones la he tomado yo siempre y la decisión de quedarme en la cama y no hacer nada también la tomo yo. Esta es una profesión muy libre en el sentido de que yo dependo nada más que de mí mismo, de poner una entrada a la venta y que la gente vaya. El día que no vaya, yo me voy por donde el humo, desaparezco, ya no puedo seguir cantando, pero llevo desde los 17 años viviendo de hacer eso y eso te hace muy libre y con muy pocas dependencias. Las únicas dependencias que tienes son las de educación y, en fin, no meter la pata mucho, no pelearte con la gente, ese tipo de cosas. Y yo, en ese sentido, me siento me siento muy feliz. He ganado dinero, pero lo he ganado de una manera muy directa, no he tenido negocios, no he hecho inversiones. He vivido de lo que el público ha decidido que me correspondía a mí. Y luego no me he pasado nunca de moda porque nunca he estado de moda, en el sentido de que nunca he estado en una onda concreta de una manera de vestir o de una manera de componer, así que no me he tenido que mover nunca de mi sitio. No digo que solo haya hecho cosas buenas, pero he hecho lo que he querido y poder decir eso a los 78 años, que has hecho lo que te ha salido a los huevos, es una suerte.

«Esta es una profesión muy libre porque yo solo dependo de mi mismo, de poner unas entradas a la venta y de que la gente venga a mis conciertos»

-Hablaba de que es el público quien decide si uno sigue o no. ¿No da vértigo?

-Sí, pero bueno, ahora sacas las entradas a la venta con muchísimo tiempo y más o menos sabes cómo van las cosas. Los últimos años han sido fantásticos en ese sentido, de cantar cuando, como y donde quería.

-¿Qué es lo peor del oficio?

-Lo peor son las almohadas de los hoteles. Al final lo que te agota un poco no es el viaje ni la ciudad, porque si voy a Valencia, ya estoy planificando qué voy a hacer en Valencia y donde me apetece ir a comer, pero sí el mundo de hotel y todas las horas que pasas en él es lo más pesado de todo.

-¿Alguna vez se ha hartado de la música?

-No. Hombre yo escucho mucha música por puro oficio. Bad Bunny ha vendido diez Metropolitanos, voy a escucharle a ver qué ha hecho. Y ya está, si me interesa volveré a él. ¿Sabes qué pasa? Yo vengo de una época muy jodida, en el sentido de que cuando uno esperaba al disco de Stevie Wonder, sabía que había doce o catorce canciones arrasadoras de principio a fin. Entonces, mi generación está muy mal acostumbrada y no es que piense que la música que se hacía entonces era mejor, lo que ahora hay es muchísima repetición de cosas y esquemas que ya conoces y es difícil que te sorprenda a alguien. Así todo, continuamente encuentras gente que te sorprende porque ha hecho una canción cojonuda y ya está, y eso es imbatible. Después hay demasiada polución, pero yo creo que siempre lo ha habido, en la época nuestra también había mucha mierda, pero no era hegemónica, pero eso no llenaba diez estadios en aquella época y tampoco había costumbre de ir a tocar en estadios. Y luego está el puto algoritmo, que es lo que manda todo el tiempo, que si se te ha ocurrido escuchar algo una vez, te bombardea constantemente. A mí me pasó hace mucho tiempo, cuando empezaba esta historia del algoritmo, había un portal americano que se llamaba Pandora, y un dia estuve escuchando un montón de canciones de James Taylor y lo siguiente que me manda como recomendación el algoritmo es Julio Iglesias. Pues para tu puta madre (risas).

-Dedica 'Gracias por todo' y 'Cuál sería mi vida' a su mujer, Ana Belén. No podría haber mejor musa, ¿no?

-Sí, la verdad, y me gustan mucho las dos además porque son muy diferentes entre sí y son muy bonitas.

-En una de ellas se lanza a imaginar qué hubiera sido de su vida si no la hubiera conocido. ¿Tiene muchas espinitas clavadas Víctor Manuel? ¿Algo que le haya quedado por hacer?

-No, yo creo que dentro de mis posibilidades en el mundo del cantautor en el que me he movido, he hecho todo lo que quería hacer. Veo a compañeros que han escrito canciones que a mí no se me han ocurrido y me da envidia, pero seguro que a ellos les pasa también. Escucho 'Mediterráneo' y digo: «¿Por qué no se me ocurrió a mí?». Me gusta mucho, pero mira la escribió Juanito (risas).

-En 'Aún no está todo perdido' habla del trabajo y de las desigualdades. ¿Le da miedo que estemos dando pasos atrás?

-No se va atrás, es imposible. Hay tantas conquistas sociales en estos años, sobre todo por parte de la mujer... Otra cosa es que se ralenticen las cosas y que las grandes tecnológicas tengan un plan para nosotros. Si ellos pudiesen cortar las alas a la democracia, que no hubiese disidencia, que nadie protestase, sería el mundo perfecto para ellas. Lo que pasa es que nos asustamos porque vemos cosas que no hemos visto antes. No ha existido un presidente del imperio como este extraño ser al que han colocado 77 millones de imbéciles, pero no es una fotografía eterna porque el mundo no se suicida gratis. Yo estoy seguro de que en Estados Unidos hay muchísima gente que no está para nada de acuerdo con lo que hace este señor a diario.

-¿Qué papel juegan los jóvenes en todo esto? Porque no parece la generación más reivindicativa...

-No, porque están con el juguete (hace un gesto de tener el móvil entre las manos). Tienen juguetes sustitutorios para la ansiedad y, seguramente, porque no están tan mal y no han tocado fondo. A mí me llama la atención que el capitalismo se ha convertido en una cosa insaciable. Yo lo vi hace años cuando David, mi hijo, empezó a hacer trabajos para audiovisuales, le hacían hacer contratos donde le pedían derechos que ellos no podían cobrar. Los podía cobrar David, si los tiene, pero el productor no, pero por si acaso en el futuro cambiaba la ley de propiedad intelectual, pues ya se los cobraban. Y yo nunca pensé que íbamos a llegar a esto porque en el mundo que uno ha conocido se reparte la riqueza, pero esa voracidad que hay ahora no pensé que llegaría a estos niveles. En ese sentido la gente joven está en un momento jodidísimo. El problema de la vivienda es real, está ahí y se solapa con que viajar es barato y del centro de las ciudades se expulsa a la gente para hacer pisos turísticos. Son cosas nuevas que no sabemos cómo afrontar, pero tendrán que ponerse las pilas. Este es un torrente que se lleva todo por delante y millones de jóvenes cabreados... pues tienes que pensártelo.

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