¿Por qué decenas de personas murieron congeladas durante el temporal 'Elliot'?
La falta de previsión y de medios de salvamento, un cierre de carreteras demasiado tardío y miles de vehículos cruzados en las calles se concatenaron con una ventisca sin precedentes para provocar el desenlace mortal de la 'bomba' ártica en Buffalo
miguel pérez
Jueves, 29 de diciembre 2022, 20:49
Buffalo sigue instalada en una laguna blanca. Asustada, apesadumbrada bajo el peso de una treintena de muertes por congelación. Observa cómo una legión de 7.000 operarios trabaja una semana después de la visita del temporal 'Elliot' en la limpieza de las calles y la reparación de los últimos tendidos de luz desplomados. En un primer momento hubo miles de hogares sin suministro, 1,7 millones en todo EE UU. Este jueves apenas quedaban unos centenares. Siete días sin electricidad. A oscuras. Sin calefacción. A temperaturas bajo cero, mirando por la ventana hacia los montones de nieve que, quizás, oculten un coche ocupado por cadáveres helados. En algunos de esos domicilios se dejó de contemplar la calle hace días. Los partes policiales citan que varios inquilinos perecieron de frío rodeados de mantas heladas y duras como tablones.
Es una ciudad incrédula, que se pregunta cómo una tormenta polar ha vapuleado y desarmado a sus 280.000 habitantes de manera tan brutal y expeditiva. A personas acostumbradas a lidiar con el frío todos los inviernos. Esta urbe del noroeste de Nueva York simboliza la tragedia de 'Elliot', un fenómeno histórico en un país torturado estos últimos años por crisis meteorológicas extremas. Una 'bomba' ártica sin comparación alguna en el último medio siglo que ya deja más de 60 muertos en Estados Unidos; 33 de ellos en los condados de Erie y Niágara, 27 en su principal capital, Buffalo, donde las complicaciones son todavía inmensas.
La Policía estatal y la Guardia Nacional vigilan desde el lunes que los vehículos no penetren en las decenas de carreteras que todavía siguen semibloqueadas. La tempestad que se prolongó todo el pasado fin de semana dejó impracticable la red viaria, y este miércoles 198 vehículos seguían varados en Erie bajo el hielo. Permanecían allí desde el viernes pasado cuando 'Elliot' decidió arrojar toda su furia sobre Estados Unidos. Localizados con la ayuda de drones, recuerdan que aún es posible que queden cuerpos de ciudadanos que se enfrentaron a la desesperación y aguardan a ser rescatados de su derrota ante la noche helada.
Congelada en su coche
Las grandes vías han sido reabiertas en el condado más castigado por la tormenta. Alrededor de cien policías militares han acordonado el resto. «Demasiadas personas están ignorando la prohibición» de circular hacia el interior de Buffalo, advierten las autoridades. La nieve todavía alcanza más de un metro de altura en varios puntos de la segunda ciudad más grande de Nueva York y dejar expedito un único carril en los 800 kilómetros de carreteras, avenidas y calles del área metropolitana tardará al menos hasta este viernes, calculan los responsables del condado.
Nadie sabe todavía a ciencia cierta lo que el hielo esconde. El cadáver de Anndel Nicole Taylor, de 22 años, fue encontrado en su automóvil en Nochebuena. El día anterior había acudido a su trabajo. De regreso a casa, el coche se quedó atascado en medio de una ventisca huracanada, con vientos de entre 80 y 100 kilómetros por hora. Los termómetros se desplomaron. La furia glacial creó una sensación térmica semiantártica. En Arkansas marcó -48º. En Iowa, -38º. Anndel llamó a los servicios de emergencia durante toda la tarde. Sin éxito. El sistema estaba colapsado con miles de llamadas de urgencia simultáneas.
Todos los recursos se mostraron insuficientes, pese a los refuerzos enviados a los servicios de emergencia del noroeste de Nueva York cuando los meteorólogos empezaron a advertir ya el 19 de diciembre de la llegada de una 'bomba' ártica' peligrosa como ninguna de las vividas por el Estado. Las autoridades argumentan que los efectivos médicos y de rescate han disminuido vertiginosamente en el último año (solo en octubre, un 10% menos) debido al agotamiento provocado por la pandemia de coronavirus y la renuncia de numerosos profesionales por el empeoramiento de sus condiciones de trabajo.
Pero Anndel desconocía la tarde del viernes todos esos problemas. Ella seguía pulsando un número de emergencias inútil. Las calles por las que transitaba a diario se habían convertido en una llanura blanca y hostil. Salir del vehículo y comenzar a caminar no era una opción. A medianoche envió un mensaje de texto a su hermana en Carolina del Norte. Le comentó que estaba muy asustada y que iba a tratar de dormir. Ahí acabó todo. Una patrulla encontró su cuerpo helado el sábado. Tres días más tarde el comisionado de Policía de Buffalo, Joseph Gramaglia, admitió que todavía quedaban por responder mil llamadas de emergencia como la de Anndel, realizadas en su mayoría el mismo viernes.
Los medios de comunicación han empezado a llenarse con las quejas de los vecinos de Erie y Niágara por la falta de previsión administrativa. En vista del empeoramiento del tiempo anunciado para el viernes 23 de diciembre, muchos ciudadanos llamaron a las autoridades y la Policía durante la tarde anterior rogando que se prohibiera la circulación y, de esa manera, evitar que la gente tuviera que salir de casa hacia sus trabajos. El condado recomendó evitar los desplazamientos. Sin embargo, no tomó la decisión de prohibirlos hasta las nueve de la mañana de la aciaga víspera de Nochebuena.
Para entonces, la 'bomba' ártica había estallado sobre las cabezas de miles de personas que ya estaban en ruta o trabajando. Buffalo no es una ciudad fácil. Más de la mitad de la población vive con los recursos justos. Sus vecinos no pueden permitirse una ausencia voluntaria y perder un día de sueldo. La casualidad quiso, además, que 'Elliot' llegase un viernes, jornada de cobro de los cheques semanales, en un momento donde resultaban más necesarios que nunca para afrontar los gastos navideños.
En el regreso a sus hogares, decenas de miles de trabajadores se toparon con las fauces abiertas de una bestia. Los vecinos cuentan relatos escalofriantes. La ventisca cegaba y cortaba los rostros. La nieve bloqueaba las calles enterrando y cruzando los coches. La oscuridad reinaba en una urbe sometida a constantes apagones donde nada funcionaba. Los automovilistas decidieron dejar abandonado sus vehículos en busca de refugio. Uno de ellos, Abdul Sharifu, que había salido a comprar comida para su mujer embarazada, cayó agotado en una esquina. Le encontraron sentado, convertido en una estatua de hielo. El cadáver de un hombre de 56 años apareció recostado en un banco. Los forenses piensan que se detuvo un momento para tomar aliento. Otra treintena de personas pasó tres días encerrada en una barbería. El peluquero, Craig Elston, explicó que por humanidad decidió sacrificar la Nochebuena y la Navidad con su familia.«La gente me dijo que les salvé la vida, que en otros tres minutos sentían que iban a morir de frío. Algunos tenían los dedos morados». Es un héroe.
Ni siquiera a los fallecidos en la intemperie se les pudo recoger en las primeras 24 horas porque los vehículos de salvamento y de la Policía también se quedaron empantanados. El cadáver de Monique Alexander pasó casi un día bajo la marquesina del Jewel King, un comercio próximo a su domicilio en la avenida Delaware. Monique, una belleza afroamericana de 52 años, tenía tres nietos y cuidaba a personas enfermas en el norte de Buffalo. «Era simplemente la persona más dulce», dice Cassey Maccarone, su hija de 26 años. El sábado salió de casa. Quería hacer las últimas compras para la comida de Navidad. Nunca regresó. Cassey la llamó varias veces por teléfono pero no contestó. «Comencé a entrar en pánico. No podía creer que ya no volvería», dice la joven, compungida.
Alarmada, publicó mensajes en los chats creados en Facebook para la búsqueda de desaparecidos durante el temporal. Quince minutos más tarde, un hombre respondió. Le contó que había encontrado a Monique semienterrada en la nieve. Había expirado por una hipotermia rápida y letal a escasa distancia de su casa. Intentó llevar su cuerpo congelado hasta un refugio, pero «no pudo caminar con ella en medio de la tormenta», relata la hija. Finalmente, lo depositó bajo el toldo de un comercio de joyería para evitar que la nieve lo tapara, a la espera de que la Guardia Nacional pudiera rescatarlo. «Amaba a sus nietos ya su familia», explica Casey al 'Buffalo News'. «Nunca sabremos por que salio en mitad de la tormenta. Posiblemente quiso comprar algo más de comida antes de que todos los comercios cerraran».
Críticas raciales
Una docena de organizaciones sociales ha pedido la dimisión del alcalde, Byron W. Brown. Le acusan no solo de improvisación sino de las tensiones raciales (él es negro) surgidas tras la tempestar. Muchos en la comunidad afroamericana consideran que la Administración les ha prodigado un trato desigual. Se apoyan en las fotografías y vídeos grabados por voluntarios, donde se demostraría que los quitanieves han pasado con más frecuencia por municipios como Kenmore, de mayoría blanca, que por las áreas habitadas por ciudadanos negros y de renta baja. La prohibición de circular por Buffalo expiró este jueves tras la mejora en la situación de las carreteras, pero en el East Side cientos de vecinos afroamericanos todavía están sitiados por la nieve.
«Creo que se debería haber prohibido viajar mucho antes de que la tormenta estallara». La crítica procede de Felicia Williams, técnica de urgencias, quien pasó gran parte del temporal dentro de su ambulancia, embarrancada en un nevero surgido espontáneamente junto a una barricada de automóviles abandonados. Recuerda su impotencia ante los mensajes de la emisora que informaban de familias con sus bebés atascados en la carretera, personas con síntomas de congelación, vecinos que trataban de contrarrestar la gelidez de sus casas a oscuras hirviendo agua en hornillos de gas, enfermos que se quedaron sin medicación y compañeros sanitarios que, como ella, no podían avanzar por las calles. Byron B. Brown se ha disculpado por el caos. Unas condiciones meteorológicas inimaginables y la paralización absoluta de las calles son dos factores de enorme peso que, según el alcalde, agravaron la catástrofe. «El clima se volvió demasiado malo», se disculpa la máxima autoridad de una de las poblaciones más frías de Nueva York, pero que nunca había sufrido el potencial devastador de 'Elliot'.
Carolyn Eubanks, de 64 años, también figura entre las bajas póstumas del gigante de hielo. Falleció la víspera de Nochebuena. Se quedó sin oxígeno para su afección cardiaca. Residía en Cheektowaga, a pocos kilómetros de la casa de sus hijos, Antwaine Parker y su hermanastro Kenneth Johnson. Los dos acudieron en su auxilio. Tardaron siete horas en llegar. Su todoterreno se paró. Los neumáticos se desinflan a esas temperaturas. Terminaron el trayecto a pie, semihundidos en la nieve. Para entonces, su madre respiraba con muchas dificultades. Los médicos de urgencia eran incapaces de llegar. Estaban bloqueados.
Ambos decidieron llevarla por sus propios medios a un hospital. Pero Carolyn murió en la nieve mientras sus hijos la sujetaban por los hombros. «No puedo seguir adelante», suspiró, «Mamá, solo levántate», le animó Parker. Pero «nunca dijo una palabra más». Tampoco sus hijos pudieron derramar una lágrima. A decenas de grados bajo cero y conscientes de la imposibilidad de regresar a Cheektowaga, comenzaron a sufrir síntomas de congelación.Llamaron espantados a las puertas de varias casas cercanas. Una familia abrió. En su salón, Antwaine y Kenneth pudieron velar el cadáver de su madre. Dos días después, un hueco en la ventisca les dejó trasladarla a una funeraria.