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Raquel García, socia junto a Pablo Rodríguez de 'Los Charritos' en el barrio de Garrido. José Manuel García
Bares con historia

El histórico bar de Salamanca ganador de un concurso de tapas con sus callos con garbanzos

Los Charritos, en el barrio de Garrido, es uno de los locales más míticos de la zona con 57 años de historia a sus espaldas

Laura Linacero

Salamanca

Sábado, 18 de octubre 2025, 12:11

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Es un bar de barrio. Con su partida de cartas diaria, con sus clientes rutinarios y con sus tapas tradicionales. Es un bar de barrio. Con sus callos como plato estrella, sus estantería acristalada llena de recuerdos y sus fotos en sepia de años pasados -y quizás mejores-. Es un bar de barrio, del barrio de Garrido. Los Charritos abrieron sus puertas en 1969 de la mano de José Manuel y Amelia. Un matrimonio venido del País Vasco que se asentó en la capital charra sin saber que, ese proyecto, trascendería varias generaciones. «Cuando ellos vinieron el barrio eran casas unifamiliares, había muchas familias con niños pequeños», explica Raquel, socia del bar junto a Pablo, la tercera generación de este negocio familiar.

A principios de los años setenta, el barrio estaba en auge y la juventud demandaba iniciativas nuevas. Así nació precisamente el equipo Los Charritos que aún continúa existiendo. «Se lo comentaron a mi abuelo y el accedió», explica Pablo. Una decisión que todavía sigue llenando de trofeos la estantería. Como si fuera un pequeño museo y, en realidad, lo es. Piezas de gran valor sentimental por una semilla que se cultivó en el bar, y que ha sembrado varios éxitos. «Es bonito tenerlo ahí», añade Raquel.

Dos generaciones más han hecho que las baldas vayan cogiendo peso. «Cuando se jubiló José Manuel, tomó el relevo su hijo Jesús», explica Raquel. El objetivo era el mismo, seguir haciendo del bar un punto de encuentro. Y con esa misión siguieron Pablo, la tecera generación, y Raquel, que ha trabajado en el bar durante casi tres décadas. «Siguen viniendo los mismos clientes, pero ahora vienen con los nietos», añade. Se han visto crecer mutuamente y eso les convierte en familia.

Y es que, después de tantos años, se conocen como si realmente lo fueran. «No me tienen que decir lo que quieren tomar, ya lo sé», comenta Raquel. Sabe quién quiere una botella de agua, pero fría, quién toma un café, pero corto de leche y quién pide una cerveza, pero sin alcohol. Porque hay gente de costumbres, como la de ir cada tarde a echar la partida. «Todos los días viene la misma gente a jugar a las cartas», apunta. Los mismos hombres se reúnen alrededor de las mesas para pasar el rato. Quizás, el mejor rato del día. Esa práctica tan castiza, tan común entonces y tan poco habitual ahora.

Ganadores del concurso de tapas del barrio

Si durante 57 años, todo el trabajo y el esfuerzo se ha llevado a cabo por y para el cliente, en esta ocasión no iba a ser distinto. «Nos presentamos al Concurso de Tapas de Garrido porque conocemos a un chico de la asociación, y los clientes nos animaron a hacerlo», apunta Raquel. De hecho, ellos fueron los que eligieron qué presentar. «Nuestra tapa más vendida son los callos, y nos propusieron los callos con garbanzos y así hicimos», añade.

@GarridoContigo

Y, esa propuesta tan tradicional y sabrosa, les hizo alzarse con el premio a Tapa Popular, la votada por los vecinos. «Es muy simple, pero al final triunfó», comenta Raquel. Una receta clásica que conquisto a los paladares de toda la vida.

  1. La anécdpta estrella de Los Charritos

    Voto popular con gente sin saber votar

Que un bar con un público mayoritariamente envejecido, con dificultad para efectuar el voto a través de internet, se haya alzado con el premio al más popular es aún más meritorio. «La gente quería votar y nos decían, mañana bajo el móvil y me ayudas a votar», comentan Pablo y Raquel. De hecho, aprovechaban la coincidencia con el público más joven para pedirles el favor. «Se lo decían a los jóvenes que entraban, que les ayudaran a votarnos», añaden. Y, con el trabajo hecho, su única preocupación era saber quién era el ganador. «Cuando se lo dijimos casi les hacía más ilusión a ellos», comentan. Una muestra más de que más que un bar, es una pequeña familia.

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