Profesiones que dieron vida a las calles de Salamanca: las que aún perduran y las que quedaron para el recuerdo
Desde limpiabotas hasta charlatanes, un recorrido por los oficios que llenaban plazas y calles muestra cómo era antes la vida en la ciudad
El tiempo pasa y deja lugar a la evolución tecnológica y social que va transformando el panorama laboral radicalmente y, en consecuencia, algunos puestos de trabajo que en su día fueron el motor de las ciudades se van adaptando y modificando. En Salamanca, son varias las profesiones que, desde hace siglos, quedaron para el recuerdo.
Limpiabotas
Fue uno de los oficios más reconocidos y populares cuando se habla de profesiones de antes. Principalmente, este servicio se ofrecía bajo los arcos de la Plaza Mayor, entre el pasaje y el callejón o en las Escaleras de Pinto y consistía en dar lustre y sacar brillo a los zapatos de los ciudadanos. En su mayoría, lo ejercían hombres aunque también había mujeres y niños. Portaban su caja repleta de cepillos, trapos y betún para ofrecer a sus clientes no sólo la limpieza del calzado, si no también una distendida y amable charla.
Lavanderas en el río Tormes
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La lavandería es una parte esencial en la vida cotidiana que no siempre ha estado dentro de los hogares. Este oficio, asociado a la mujer, está registrado desde comienzos del siglo I. Las lavanderas se encargaban del lavado de ropa y lo hacían en las orillas del río Tormes. Utilizaban las piedras más lisas para poder llevar los cántaros en la cabeza de forma más segura. Era un arduo oficio, mal pagado, poco reconocido y dependiente del clima. Se prolongó hasta la llegada del agua corriente y las lavadoras a los hogares. Hoy en día, hay países en los que se sigue practicando.
Lechero
El lechero se encargaba de llevar a los hogares leche fresca cada mañana. Su rutina era trasladarla desde el campo con carros tirados por caballos o burros que portaban el producto en cántaros y entregarla en las puertas de las casas, además recogía la botella del día anterior para limpiarla y reutilizarla. La entrega era parte de la rutina de muchas familias, como un servicio constante que incluso se hacía en días festivos. Aunque la modernización de la distribución industrial y la llegada de los supermercados marcaron su desaparición, todavía en el siglo XX algunos pequeños distribuidores se resistieron a vender leche por su cuenta.
Sereno o farolero
El sereno era el guardia de noche en las ciudades. Se encargaba de vigilar las calles y regular el alumbrado público, así como de mantener las luces nocturnas. Además, eran los encargados de abrir los portales de las casas, ya que las llaves solían ser demasiado aparatosas para que los vecinos las llevaran encima. Habitualmente estaban armados con una garrota o chuzo y utilizaban un silbato o macana para dar la alarma en caso necesario. La profesión fue desapareciendo progresivamente en la década de 1970 con la modernización de las cerraduras, la llegada de los porteros automáticos y la toma de relevo de las tareas de vigilancia por la policía local.
Vendedor callejero y turroneras
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En las calles de Salamanca, antaño, era una estampa común toparse con un puestecillo que imitaba un tren o un carro con forma de barco que vendían diversos alimentos como pipas, garbanzos asados, cacahuetes o patatas asadas, entre otros frutos secos, a modo de chuchería. Con la apertura de nuevos comercios, estos puestos fueron desapareciendo poco a poco. Hoy en día, todavía se mantienen los puestos de castañas y en muchos pueblos -especialmente de la Sierra de Francia- es tradición que en la plaza Mayor se vendan los productos típicos como los turrones de La Alberca, manteniendo viva la actividad de sus turroneras. En la capital charra, las turroneras se situaban en los alrededores de la Plaza Mayor, en la trasera del Pabellón Real y en la zona de la plaza del Mercado de Abastos, que hoy las recuerda con una estatua simbólica.
Afilador
La profesión de afilador o amolador continúa existiendo a día de hoy. Es un comerciante ambulante que ofrece sus servicios para afilar cuchillos, tijeras, navajas u otros instrumentos de corte. Para realizar su trabajo utilizaban una rueda de madera con polea cuyo mecanismo hacía girar una piedra de asperón accionada con un pedal. Aunque a día de hoy solo quedan algunos, antiguamente era muy común verlos recorrer los pueblos y ciudades montados en bicicletas al tiempo que anunciaban su presencia por las calles haciendo sonar una melodía característica que todavía se puede escuchar de vez en cuando.
Charlatán
Los charlatanes eran personas que se dedicaban a la venta ambulante de todo tipo de productos, desde mantas milagrosas a maquinillas para el pelo, sartenes o remedios que prometían ser curativos. Se posicionaban en un punto estratégico de la ciudad y concurrido y anunciaban la oferta de forma muy llamativa alzando la voz para llamar la atención de la gente y captarla. Normalmente, resultaba ser un fraude y el vendedor iba acompañado de un cómplice que se escondía entre el público y le daba la razón sobre las virtudes del producto para que más gente lo comprase.
Aguador y carretero
El aguador distribuía agua potable a los vecinos, un servicio que era esencial cuando no había agua corriente en los hogares. Transportaban grandes recipientes de cerámica o «pondos» llenos de agua en carros o a la espalda desde las fuentes o manantiales hasta las casas. Eran figuras fundamentales para la vida diaria, ya que garantizaban a la población el acceso al agua potable.
Los carreteros por su parte, eran los «taxistas» de la época. Transportaban bienes y personas en carros tirados por animales. Su papel era fundamental para el comercio y la economía de la ciudad a la hora de transportar mercancías entre la ciudad y el campo, así como para conectar unas poblaciones con otras.