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Alba Guerra
Sábado, 15 de febrero 2025, 18:04
Javier estudió en la Universidad de Salamanca aunque él mismo admite que fue en la Escuela de Arte donde realmente encontró su vocación. «Estudié en la USAL, pero donde realmente aprendí y me convencí de que quería estar en este mundo fue en la escuela de arte. Tuve un aprendizaje concentrado en dos años», explica.
La universidad, según él, fue más un tiempo para madurar, un espacio donde comprendió que no había prisa. «Fueron cinco años que me sirvieron para viajar, aprender… Durante este tiempo, hice mi primer corto con Eugenio Mira, Fade, y fue mi primera experiencia de trabajo. En quinto, también trabajé en Octavia de Basilio Martín Patino. Antes de terminar la carrera ya había hecho mi primera película como director de arte». Hace una semana, ganaba el Goya a Mejor Dirección de Arte con esos primeros pasos en el sector andados en Salamanca.
Tras más de 25 años de trayectoria en el cine, llegó su momento. »Lo cierto es que yo, realmente, estoy super contento de que esto haya pasado a estas alturas de mi carrera y no antes. Llevo 25 años haciendo pelis y pelis que están muy bien de arte, que son muy guay, y no han tenido ningún tipo de nominación«, comenta Alariño.
En sus primeras etapas como profesional, admite haber sentido cierta ansiedad por el reconocimiento público: «Cuando eres más joven, tiendes a pensar en esas cosas, tienes una mentalidad mucho más materialista». Sin embargo, con el tiempo ha aprendido a desactivar esas expectativas, entendiendo que los premios no responden a una lógica científica o probable, sino que son una «expresión democrática de una gente que es la academia del cine, que son seres humanos con sus inquietudes». Esto le ha permitido vivir los procesos sin presión.
«Lo bueno de esto es que es una cura de humildad», reflexiona Javier, quien asegura que la nominación lo hizo sentir un profundo agradecimiento, más que cualquier otra cosa. «Me había preparado para no ganar, es lo más sabio que puedes hacer, hacerte realmente a la idea de que no vas a ganar», añade. Al ser consciente de que otras películas, como 'El 47', tenían mayor éxito y peso en la industria, no pensaba que su película tuviera muchas probabilidades, pero cuando escuchó su nombre como nominado, la emoción lo desbordó. «No estaba nervioso, estaba abrumado de la emoción», expresa con sinceridad.
Para él, el verdadero premio no fue el cabezón en sí, sino el reconocimiento colectivo hacia su equipo y el trabajo realizado en la película. «Lo celebro porque es un reconocimiento para todo el departamento, para la película que hemos hecho».
A pesar de su relevancia en la creación de la atmósfera de una película, la dirección de arte sigue siendo una de las disciplinas menos comprendidas. «La gente tiende a conocer otros departamentos, como la fotografía o el sonido, pero el trabajo del director de arte creo que es algo que no se ha sabido divulgar correctamente», comenta. «Lo que vemos en pantalla, desde los decorados hasta las localizaciones, es el trabajo del departamento de arte. Somos los encargados de crear el universo visual que rodea a los personajes. La fotografía puede hacer que algo se vea bonito, pero es el arte el que crea la base de todo lo que estamos viendo», destaca.
Uno de los aspectos que más enfatiza es la parte conceptual de la dirección de arte, un trabajo que muchas veces se queda en el olvido. «Diseñamos los elementos en los que transcurre la acción, pero también la base conceptual de la aproximación estética a la película. Es un proceso profundo que va mucho más allá de la simple decoración. En La Virgen Roja, por ejemplo, creamos dos mundos: uno bajo el control de Aurora, lleno de simetría y orden, y otro, fuera de su alcance, lleno de caos y color».
El día de un director de arte no es fácil. Desde la conceptualización hasta el rodaje, son muchas las etapas en las que tiene que intervenir. «El proceso es tan particular de cada película que es difícil generalizar, pero normalmente se comienza a trabajar en el despacho, leyendo el guion, conceptualizando y diseñando. A la vez, estoy gestionando presupuestos y asegurándome de que todo se ajuste a los tiempos. También es un trabajo político, de negociación constante», explica.
Además, Javier resalta que la dirección de arte no solo depende del talento del director de arte, sino también de la confianza y la comunicación con el resto del equipo. «Es un trabajo en el que la confianza es clave. Cuanto más sólida sea la relación con el director y el equipo, más fluido será el proceso creativo».
El proceso creativo, según Alvariño, puede durar meses desde que recibe el guion hasta que se inicia el rodaje. «Lo primero que hago es leer el guion y tener una aproximación mental de cómo lo llevaría a cabo. Luego, hablo con el director para consensuar la visión y discutir los presupuestos. A veces, el tiempo de preparación puede extenderse hasta seis meses, y siempre me esfuerzo por trabajar con el máximo detalle. A veces las cosas no salen como se espera, y uno tiene que ser flexible y reescribir ciertas partes del guion», comenta.
Una de las partes más complicadas de su trabajo es cuando llega el momento de rodar. «En el rodaje, todo lo que has preparado se pone en marcha. Los decorados, los sets, las localizaciones… es un momento frenético, de muchas reuniones y mucho movimiento. Como director de arte, tienes que estar pendiente de todo, incluso si eso significa estar en coche constantemente, viajando entre el set y las oficinas».
Finalmente, Javier deja un consejo para las nuevas generaciones que quieren adentrarse en el mundo de la dirección de arte: «Aprovecha todas las oportunidades que se presenten. No tengas miedo de lanzarte a la piscina. Si te equivocas, hazlo lo mejor posible, sin prisas. La constancia es clave, porque el camino es largo».
Hablando de su trabajo en La Virgen Roja, cuenta cómo ha sido el proceso de creación y la gratificación de trabajar con un equipo tan comprometido. «Ha sido un proyecto muy enriquecedor. Hemos trabajado con un equipo increíble, con mucha empatía y dedicación. Aunque tuvimos diferencias, todo se resolvió de manera constructiva, lo que nos permitió seguir adelante con la película con una visión compartida. La lección más grande que me dejó este proyecto es la importancia de escuchar. A veces, cuando crees que sabes mucho, te das cuenta de que aún hay mucho por aprender».
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