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Imagen de Béjar. ICAL
Réquiem por una bella ciudad
Opinión

Réquiem por una bella ciudad

A muchos bejaranos nos asombra ver tanta incompetencia y desidia por parte de las administraciones que asisten desde hace ya demasiados años a la decadencia de Béjar

María Dolores Bermejo Gómez

Domingo, 4 de agosto 2024, 12:16

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Imaginen una pequeña ciudad, enclavada en un entorno idílico, a los pies de una imponente sierra con lagunas y un monte precioso, repleto de castaños, robles, nogales, pinos y abetos centenarios. Discurre también por ella un río que nace en la sierra, y tiene innumerables fuentes, tanto en el entorno urbano como en muchos lugares del monte, fuentes que manan ininterrumpidamente durante todo el año. Un auténtico derroche de riqueza y belleza natural.

La ciudad dista más o menos una hora en coche de tres ciudades patrimonio de la Humanidad: Salamanca, Cáceres y Ávila y está también a escasos kilómetros de pueblos catalogados como de los más bellos de España: Candelario, Hervás y Baños de Montemayor. Un poco más distantes están la Alberca y Mogarraz. Esta ciudad se llama BEJAR

Béjar tiene tres museos muy interesantes, un palacio renacentista, un centro cultural bien dotado, ubicado en un convento precioso originario del siglo XIV, y un jardín de estilo renacentista italiano, reconocido como Jardín Histórico Europeo, que incluye un palacete, un gran estanque con templete, preciosas fuentes, balaustradas y una arboleda única en la que destaca una gran secuoya gigante. El centro moderno y espacioso comunica con el centro histórico, donde está el citado palacio renacentista de los Duques de Béjar, a través de una larga y estrecha calle, llamada popularmente calle Mayor, donde si alzamos la vista y obviamos el lamentable rosario de carteles de publicidad inmobiliaria, descubriremos preciosas fachadas de grandes casas, destacando en ellas artísticas galerías y enrejados, y que en su parte trasera se asoman al precioso monte a través de jardines y amplias terrazas. Casas que en su gran mayoría llevan décadas cerradas, abandonadas como la propia calle.

Imaginemos también que algún ciudadano del sur del país, cansado de soportar veranos con temperaturas cercanas a los 40 grados y con amenazas frecuentes de restricciones de agua, decide alquilar un piso o apartamento una quincena del mes de julio en esta preciosa ciudad; y digo apartamento, porque no podrá alojarse en un hotel, ya que no existe ninguno abierto en el centro urbano en la actualidad; los hay, son medianamente grandes, bonitos y bien ubicados, pero también llevan décadas cerrados.

Pues bien, si este ciudadano del sur hubiese venido a esta ciudad en la primera quincena del mes de julio este verano, no hubiese podido desayunar o tomar una caña en una sola terraza del centro de la ciudad, por la sencilla razón de que todas ellas permanecieron cerradas a la vez durante toda la quincena o gran parte de ella. Mi mayor respeto por el merecido derecho al descanso del gremio de la hostelería, pero muchos de los que hemos sufrido esta situación este verano y hemos comentado el tema sin salir de nuestro asombro, nos preguntamos si es normal este cierre, en una ciudad que en la actualidad, solamente puede aspirar a vivir del turismo escasos meses al año, toda vez que su industria textil fue desmantelada hace tiempo, y no ha habido ninguna iniciativa de reindustrialización desde los años ochenta.

Muchos bejaranos expresamos en voz cada vez más alta nuestro desencanto. Nos asombra ver tanta incompetencia y desidia por parte de las administraciones, local y autonómica, que independientemente del color político, asisten desde hace ya demasiados años, a la sangría demográfica y decadencia de esta bella ciudad, sin conseguir revertir esta situación. Es necesario también entonar el «mea culpa»; me refiero al carácter conformista y apático de los bejaranos, - a salvo de alguna iniciativa privada que hace conocido para bien el nombre de Béjar-, que permitimos, por ejemplo, que las luces navideñas se enciendan muchos días después que en cualquier pequeño pueblo de la zona. Es solo un ejemplo, sí, pero significativo.

Vivo desde hace muchos años fuera de Béjar, a la que todavía me unen lazos familiares, y creo que esta ciudad tiene potencial y capacidad para experimentar un cambio. Nada me gustaría más que tener que admitir dentro de un tiempo, que he exagerado con el pesimista título de este artículo. A otros muchos bejaranos, sin duda, también les gustaría.

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