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Para contar la historia de Patitas hay que remontarse al mismo momento de su nacimiento, un 20 de enero, una fecha que en muchos pueblos no se olvida por tratarse de la festividad de San Sebastián. Un parto complicado, en el que tuvieron que ayudar los veterinarios, terminó con las patas de esta ternera rotas y una vaca, su madre, más que agotada.
Los profesionales procedieron a escayolar al animal, que no podía ponerse en pie, y la ayuda de Pepe Hernández y Ana Fernández, fue imprescindible a la hora de alimentarlo pues como en otras ocasiones, hubo que tirar de biberón.
«Al principio no salía de un pajar al lado de casa al que le llevamos», relata Ana, «pero en cuanto cogió fuerza, empezó a salir a la calle y desde el momento que le quitaron las escayolas, ya no deja a Tango».
Tango es el otro protagonista de la historia, un perro que vive con esta familia desde hace años y al que la ternera acompaña a todos lados. «Va con Tango a todos lados, si el perro sale corriendo, ella también; si el perro ladra, ella berrea».
Tango, por ejemplo, está acostumbrado a caminar cada día con Ana desde pequeño y ahora Patitas, el nombre con el que el bautizó su sobrina, se ha apuntado a esta afición. «Se hace perfectamente siete kilómetros, veía que salía el perro y la ternera detrás, lo que pasa que nos entretiene bastante porque vamos por zona de hierba y sembrados y hay que estar esperando».
Ana asegura que, de momento, «escapa de las vacas» aunque entiende que en algún momento tendrá que volver con ellas. «Han estado al lado de casa en un cercado y ni se las arrima, supongo que en algún momento se tendrá que relacionar con ellas, no sé si la dejarán para criar, ya veremos».
Lo que es seguro es que a pesar de que come pienso, «el biberón no hay quien se lo quite, Pepe la da cuatro litros por la mañana y yo, otros cuatro por la tarde».
No es el primer animal que crían de esta manera en la finca Marigallegas, en el término salmantino de Espeja, «pero esto no nos había pasado nunca, es un animal muy cariñoso, incluso, si el perro entra en casa, ella también».
Ana confiesa que al igual que con el perro, «le coges cariño», y concluye que aunque los animales se llevan muy bien, «también se hacen picias cuando quieren jugar».
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