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Más de 8.000 kilómetros de costas y miles de puntos de baño. España es uno de los países preferidos por los millones de turistas que cada verano se zambullen en las aguas marítimas y, cada vez más, continentales. Un turismo que busca sol y también una zona donde el agua esté lo más transparente posible y, sobre todo, apta para el baño.
Con 2.275 lugares de baño analizados por la Agencia Europea del Medioambiente (EMA, por sus siglas en inglés), casi el 95% de estos son aptas para el baño, donde el 87,6% son aguas excelentes y el 7,8% son buenas.
Con estos datos, España es el duodécimo país de la Unión Europea con unas zonas de baño «excelentes». «Los europeos pueden disfrutar de estándares seguros para sus actividades de natación este verano», señala en un comunicado el comisario europeo de Medio Ambiente, Océanos y Pesca, Virginijus Sinklevicius.
Junto con España, Chipre (97,6 %), Austria (96,9 %), Croacia (96,7 %), Grecia (95,8 %), Bulgaria (94,8 %), Dinamarca (94 %), Malta (92 %), Alemania (90,3 %), Italia (90,3 %), Lituania (89,3 %) y Luxemburgo (88,2 %) son el resto de países con mejor nota en este examen. Sin embargo, «la contaminación de las aguas superficiales y subterráneas sigue siendo significativa», advierte la EMA.
Preocupantes son, especialmente, en las zonas interiores. El porcentaje comunitario de aguas excelentes cae al 79%.
Ríos, lagos o embalses son la preocupación de las autoridades comunitarias, aunque recuerdan que «los Estados miembros de la UE gestionan sus aguas de baño de acuerdo con la Directiva de Aguas de Baño».
De acuerdo con esta normativa, cada país debe recoger y analizar al menos cuatro muestras de agua por zona de baño (una tomada antes de la temporada de baño y las otras durante la misma) y sin que transcurra más de un mes entre cada recogida de muestra.
Los recientes Juegos Olímpicos de París han dejado imágenes icónicas. Jinetes en Versalles, jugadores a los pies de la Torre Eiffel, esgrimistas en el Grand Palais y nadadores en el Sena.
Un siglo hacía que no se daba la imagen de un chapuzón en el gran río parisino. Una foto inédita y que también ha vuelto a poner sobre la mesa la contaminación de las aguas. Durante varios días, junto a oros, platas, bronces y diplomas se habló de E. coli y enterococos intestinales. que no son dos nuevas disciplinas olímpicas.
Estas dos bacterias, mejor dicho su presencia, pusieron en duda la disputa de varias competiciones en los pasados juegos. En París provocaron varios días de restricciones al baño en las aguas del Sena a finales de julio y principios de agosto. En España, en todo 2023, ambas provocaron centenares de banderas rojas, ya que son las principales causantes de los incidentes de contaminación de corta duración.
Son dos bacterias que habitan en el intestino humano y que no suelen dar problemas, pero en ciertas cantidades estos microorganismos fecales pueden afectar a la salud. Según la normativa española al superar las 500 unidades formadoras de colonia (UFC) de E. coli por cada 100 mililitros de agua de muestra y cuando se superan las 185 de enterococos, el agua deja de ser apta para el baño. Estas bacterias pueden entrar al organismo al tragar agua, por heridas, a través de las mucosas, por el aparato genitourinario o por los ojos y puede causar desde infecciones urinarias hasta diarreas.
En una década, estos episodios -suelen duran 48 horas afirma el Ministerio de Sanidad- han aumentado un 335%. «Después de una lluvia intensa, a veces se vierte una mezcla de aguas superficiales y aguas residuales en las aguas de baño o en sus proximidades, lo que afecta a la calidad de las aguas de baño al introducir bacterias que pueden perjudicar a la salud humana», explica el departamento liderado por Mónica García.
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Una relación directa que la Agencia Europea del Medioambiente alerta en su informe sobre la calidad del agua de este año. «Los episodios de lluvia intensa (más de 20 mm en un día) aumentan el riesgo de mala calidad de las aguas de baño debido a la movilización de la contaminación procedente de desbordamientos de alcantarillado, inundaciones o escorrentías superficiales, con los correspondientes posibles impactos en la salud de los bañistas».
A pesar de los esfuerzos del Ayuntamiento de París por 'limpiar' el Sena con varias depuradoras, un estanque de tormentas y casi 1.500 millones de euros de inversión; esta unión de fuerzas -lluvias y contaminación- ganó varias luchas. Pero no solo en la capital gala. La agencia alerta de que «las aguas europeas contaminadas como consecuencia de fuertes lluvias suponen un peligro para la salud de los bañistas» y que la problemática se «incrementará a medida que el cambio climático aumente la frecuencia de estos fenómenos meteorológicos extremos».
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Borja Crespo, Leticia Aróstegui, Sara I. Belled, Borja Crespo, Sara I. Belled y Leticia Aróstegui
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Alicia Negre, Raúl Hernández y Sara I. Belled
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