Sara García Sanz, bióloga
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Sara García Sanz, bióloga
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Quería ser veterinaria, pero la nota de corte de acceso a la universidad en la promoción del 2007 truncó sus expectativas. Sara García Sanz, una mirandilla de origen vallisoletano, desconocía en aquel entonces que con el contratiempo hallaría su verdadera vocación, pues en su segunda opción radicaba su gran pasión: la biología.
Se matriculó en la Universidad de León por una cuestión de cercanía, y tanto la Facultad de Ciencias Biológicas como el Barrio Húmedo del casco histórico debieron de atestiguar el crecimiento personal de la otrora estudiante. Ya especializada en la ciencia de la vida, en 2019 partió a la capital para, al tiempo que cursaba un máster en Desarrollo Sostenible y Responsabilidad Corporativa, emprender una nueva etapa laboral como consultora técnica de una empresa madrileña.
Sin embargo, tras unos años inmersa en la vorágine de la gran metrópolis, hace escasos cinco meses García optó por tomar un nuevo camino, rumbo a una pequeña urbe como Miranda de Ebro, en Burgos. «Decidí venir hasta Miranda porque mi pareja residía aquí y era relativamente sencillo encontrar trabajo cerca, en Vitoria, en este caso», explica.
A sus 34 años, la vallisoletana iniciaba en la ciudad del Ebro una nueva experiencia que hasta la fecha, dice, «está siendo bastante buena». Parte del éxito se debe a la buena acogida de la sociedad mirandesa, aunque reconoce que ya contaba con varios conocidos que, asimismo, han propiciado una rápida inmersión en la cultura del jueves de pintxopote —la cita gastronómica que permite disfrutar del económico tapeo en sociedad—.
Pese a que, por otro lado, también admite que en la pequeña localidad burgalesa no abundan las oportunidades laborales vinculadas a la biología, el «impresionante entorno» en el que se enclava Miranda constituye un aliciente más -si no el principal- para la construcción de un proyecto vital en la ciudad. Asentada a orillas del río Ebro y custodiada por los majestuosos montes Obarenes, «es el sueño de cualquier biólogo o naturalista», según sintetiza.
Pero más allá de «aquellas pequeñas cosas» a las que cantaba Serrat, la científica también considera otros aspectos más pragmáticos, como la calidad o el coste de vida asociados al pequeño municipio. «Las ventajas de vivir en una ciudad como Miranda radican, sobre todo, en la cercanía con la gente, en el hecho de tener todo muy a mano y en el tema económico, que también ayuda bastante. León es una ciudad muy universitaria y en Miranda el ahorro se nota mucho», asegura.
Así las cosas, Sara García Sanz manifiesta estar «muy a gusto» en Miranda. Con la primavera florecía una nueva mirandilla en la ciudad del Ebro y, por el momento, la naturaleza sigue su inalterable curso: García Sanz no aspira a más cambios a corto plazo. El brote que floreció el pasado mayo continuará arraigando en Miranda de Ebro durante mucho tiempo.
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