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Salamanca es una ciudad con un solo río, pero plagada de fuentes, pozos, regatos y cauces de todo tipo que pueblan todavía su callejero como testigos de lo que fue una tupida red de afluentes del Tormes de la que quedan algunos vestigios a la vista y en pie. Hasta una veintena de arroyos vertebraban la ciudad antigua en lo que fue su primera red de pluviales y de la que queda muy poco.
Numerosos cauces, hasta 21 en el siglo XVIII, recorrían la ciudad camino del Tormes. A pesar de ello, estos afluentes han quedado en algunos nombres de calles y plazas bautizadas como regatos, arroyos o fuentes, recuerdo del trazado que seguían en algunos casos.
Las aguas que corrían por ellos era las más de las veces putrefactas y malolientes, habían que cruzarlos por pequeños puentes que jalonaban los recorridos y, a la postre, fueron tapados por razones de salubridad. El más famoso de todos es el único del que se conserva puente, el arroyo de Santo Domingo.
Este regato corría desde San Esteban y para franquearlo se usaba el puente del Soto, del siglo XVI, todavía en pie, aunque víctima de humedades y deterioro que dan fe de que las aguas que ahora rezuman por sus sillares corrían hacia el Tormes.
Además del de Santo Domingo, la ciudad contaba con otro gran arroyo, el de los Milagros, que corría por lo que ahora es Crespo Rascón hasta definir la actual Vaguada de la Palma, donde recibía caudal de las escorrentías de lo que ahora son las calles San Blas, Ramón y Cajal o Cuesta de Oviedo.
En la actualidad, el Tormes cuenta con un único afluente en la ciudad, el arroyo del Zurguén. Este pequeño cauce viene serpenteando desde Aldeatejada como un pequeño regato por lo que fue calzada de la Ruta de la Plata hasta llegar a las cercanías del parque Miguel Delibes. Allí fue encauzado para seguir su recorrido hacia otro parque, el Nebrija.
Su cauce final lleva escasa cantidad de agua y está bastante llena de vegetación, lo que en ocasiones causa acumulación de basura. Según los planes de la CHD, podría llegar a desbordarse en el caso de una importante crecida del Tormes.
Más lejano está el regato de Cantimporras, cuya existencia ha estado de actualidad al atravesar el paraje de Peña Alta, donde se proyecta el Puerto Seco.
Totalmente ocultos están ya dos cauces que sobreviven en el imaginario. Uno, el del regato del Anís, ahora convertido en calle y que recuerda el arroyo del barrio Vidal.
Otro, mucho más desconocido, es el cauce que recorría el subsuelo en el primer tramo del paseo de los Comuneros, junto al parque de La Alamedilla. Su existencia salió a la actualidad hace una década cuando se proyectó un parking subterráneo bajo la avenida y los vecinos advirtieron de la posible inestabilidad de los edificios si se excavaba, porque era zona arcillosa. En los subterráneos de sus edificios, bombas de agua achicaban las humedades que el latente cauce provocaba.
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