El centro que da una segunda vida a las personas mayores de Salamanca desde hace 25 años

Como se lo explico, es entrar y querer quedarte. El ambiente familiar que se respira es envidiable y las personas mayores transmiten todo aquello que reciben. «Todo muy bien», nos dice uno de los asistentes que ni se acuerda de los años que tiene. Y es así, ese es el mejor resumen. Parcos en palabras, comunican casi todo con sus ojos. Al principio, son tímidos, después tratan de contar más cosas de las que pueden. Estamos en el Centro de Día Lazarillo de Tormes, que este 2025 celebra su 25 aniversario. Da segundas oportunidades, da una vida más a la tercera edad.

«Nuestra principal misión es dar calidad de vida a las personas mayores». Paquita Sancho nos enseña su 'casa' y la de otras 59 personas que conviven de siete de la mañana a siete de la tarde en el centro. Como en todo hogar español, estos días las habitaciones huelen a torrijas, cocinadas entre todos los presentes. Cada uno lo hacía a su manera, pero ahora siguen las instrucciones de Maria Jesús, una de las trabajadoras.

Unos baten los huevos, otros mojan en leche el pan y seguimos por más habitaciones, donde las actividades se reparten entre dibujar, hacer sumas y restas o simplemente disfrutar de la compañía del que está sentado al lado. De vez en cuando, Celia, la enfermera del centro, pasa revista en su consulta, también dentro de la instalación.

«Es muy importante que las personas mayores se mantengan activas socialmente, especialmente en eventos tradicionales especiales, para que tengan su mente ocupada en tiempo y espacio. Son muchos los que dicen 'es que solo repite lo de hace 20 años...', claro es que no tiene nuevas vivencias. Esto son nuevas vivencias; hoy torrijas, la semana que viene hornazo, decoramos el lugar en función de la época del año, hacemos actividades fuera... nuestro objetivo es que están activos», explica la directora del centro, Pepita Sancho.

Precisamente, en esa tarea de seguir criando vivencias en los más mayores, el primer paso del centro, además de hablar con las familias, es la de evaluar la situación física y cognitiva de cada posible nuevo ingreso, para adaptarse de la mejor manera posible a sus necesidades. «Esto es como una comunidad de vecinos, en vez de pisos, tenemos salas y en función de las características de cada uno, tenemos unas actividades u otras. Antes vivían en el mismo día todos los días ahora no», explica Sancho.

Pero resalta la intención de sacarles del edificio todo lo posible: «Tratamos de realizar actividades en el exterior todo lo que podemos y si no podemos ir a esa actividad tratamos de traerla al centro. Todo depende de la época del año».

Además de suponer una descarga familiar, suponen una nueva vida para las personas mayores: «Llevo 25 años en esto y cada estoy más a favor de los centros de día, explica Pepita, »creo cada día más en el trabajo que hacemos aquí«.

La mayoría viven solos, con cuidadores o con hijos, pero han elegido un segundo hogar para evitar la soledad y fomentar la actividad, tanto física como mental.

Milagros lleva solo seis meses acudiendo al Centro de Día Lazarillo de Tormes: «Aquí hacemos muchas muchas cosas, escribo, dibujo... muchísimas casa, estoy más segura aquí que en casa. A mí me ayuda mucho. Yo creo que deberíamos venir todos aquí. Lo llamo la guardería, me lleva y me trae mi hijo y mi vida ha mejorado mucho desde que vengo en todos los sentidos. Me encuentro mucho mejor».

Manuel lo tuvo claro cuando falleció su esposa, no se iba a quedar solo en casa: «La llevo año y pico. Mis hijos son mayores, me quedaba solo en casa y pensé que tenía que distraerme y fomentar la cabeza, que todavía me funciona creo yo. Vivo solo y es muy triste estar todos los días allí. Lo mejor es la convivencia con el resto y sentirse útil. Soy un cantamañanas y todos los días quiero armar algo». Cuando lo dejamos se pone a cantar: «Estas son las mañanitas...».

Carmen tiene 100 años, es de Miranda del Castañar y la más mayor del lugar y la cabeza más que en su sitio: «Aquí me encuentro más que bien. Nos tratan muy bien y nos dan de comer, hacemos cosas y pasamos el rato. Yo me siento muy bien, aunque hace poco me operaron de la cadera, hago hasta gimnasia. Es cierto que alguna cosilla 'me se va', pero estoy bien, de verdad».

El Centro de Día cuenta con un profesional -terapeuta ocupacional- encargado de organizar todas las actividades, tanto interiores como exteriores, así como la valoración inicial, junto a la enfermera.

«Valoramos todas las áreas cognitivas, tanto de desempeño, como funcional, así como memoria o nivel de atención. Tratamos de realizar actividades que a ellos les evoquen y provoquen reminiscencias, que sean significativas. Las actividades no solo se realizan, también son un momento de unión, de comunidad, en la que cada uno cuenta sus vivencias y cómo ellos lo han vivido. Consiste en recuperar el papel que ellos tienen en la sociedad y las tradiciones», explica Roberto.

¿Cómo es trabajar con personas mayores? «Muy gratificante. He trabajado en diferentes sectores y creo que las personas mayores han sido el ámbito en el que más me he enfocado y dedicado a nivel profesional. Son personas muy desamparadas en muchos ámbitos y cualquier acto que realices, ellos te reportan mucho más. Ellos valoran todo como si fuera un mundo. Resulta muy ratificante», finaliza.

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