El espacio oculto que conserva el cielo más antiguo de la Universidad de Salamanca
Sobre la antigua biblioteca de la Universidad de Salamanca se esconde una bóveda pintada hace más de cinco siglos: un mapa estelar que mezcla astrología, religión y conocimiento, y que aún deslumbra a quien logra ascender hasta él
«Es una joya artística para los historiadores del arte y provoca gran emoción a aquellos que lo han podido ver».
Entre los muros de la Universidad de Salamanca, por encima de la capilla y más allá del alcance del público, existe un cielo lleno de estrellas y constelaciones que envuelve a todo aquel que lo visita en una especie de aura enigmática y mágica. Pintado hace más de cinco siglos, el Cielo de Salamanca permanece suspendido en el tiempo, testigo de la curiosidad de astrónomos, teólogos y estudiantes que han caminado bajo su techo. Sus 48 constelaciones y signos zodiacales, dibujados al óleo sobre temple, combinan ciencia y fe, mientras los pequeños puntos dorados de cada estrella recuerdan que, incluso en la Edad Media, la humanidad buscaba mirar más allá de sus límites.
Creación y descubrimiento
La Universidad de Salamanca, fundada en 1218, comenzó su andadura sin edificios propios. Las clases y reuniones se celebraban en el claustro de la Catedral Vieja o en casas particulares. No fue hasta la segunda década del siglo XV que la institución decidió dotarse de construcciones propias: las Escuelas Mayores y Menores, y el Hospital de Estudio, donde hoy se encuentra el Rectorado. Más tarde, en la década de 1470, surgió la primera gran biblioteca universitaria, obra de los alarifes musulmanes Alí Yusuf e Ibrahim, ubicada sobre la primera capilla de la Universidad.
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Pronto, la biblioteca adquirió un nuevo protagonismo y se decoró la bóveda de ladrillo que la cubría, naciendo así la conocida bóveda astrológica, posteriormente llamada el Cielo de Salamanca. Sin embargo, la falta de libros de claustro entre 1481 y 1503 impide conocer la fecha exacta de su creación, dando lugar a múltiples teorías sobre su origen. A principios del siglo XX, el historiador Manuel Gómez Moreno redescubrió la obra y la atribuyó al pintor Fernando Gallego, contemporáneo del retablo de la catedral de Ciudad Rodrigo.
Ya en 1495, el médico y geógrafo alemán Jerónimo Münzer describió la bóveda, y un año después, Lucio Marineo Sículo publicó un libro con sus impresiones. Esto confirma que alrededor de 1493 la pintura debió estar terminada. En 1506, la separación entre la capilla y la biblioteca desapareció, incorporando la bóveda al espacio religioso. Dos siglos y medio después, en 1761, la Universidad adaptó el espacio al gusto barroco tardío, provocando un accidente estructural que dejó únicamente un tercio de la bóveda original. Para continuar con la reforma, Simón Gabilán Tomé construyó una nueva bóveda cuatro metros más abajo, relegando la astrológica al olvido.
Redescubrimiento y restauración
A principios del siglo XX, Manuel Gómez Moreno vuelve a recorrer los edificios de la Universidad y constata el pésimo estado de conservación de la bóveda. Su restauración no se inicia hasta 1950, cuando el rector Esteban Madruga encarga a los hermanos Gudiol Ricart su recuperación mediante la técnica italiana del strappo, trasladando las pinturas a Barcelona durante dos años. Tras la restauración, las telas se expusieron en el XXXV Congreso Eucarístico, aunque finalmente regresaron a la Universidad, donde permanecen hasta hoy.
El ascenso al Cielo
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El acceso a la bóveda es un recorrido que ya asombra antes de llegar mientras subes los diferentes tramos de escaleras. Salimos a la primera parte del tejado dejando atrás unas vistas espectaculares de las Catedrales de la ciudad y atravesando la puerta llegamos al interior de la bóveda de la biblioteca histórica. Al acceder, encontramos un primer habitáculo con el techo de ladrillo mudéjar a la izquierda y, a la derecha, las «huellas» o inscripciones de quienes pasaron por allí con fechas que llegan hasta el año 1847. Avanzando un poco más encontramos un hueco con una ventana y un balconcillo situados bajo el reloj y la espadaña de la Universidad. De frente, una ventana con salida al tejado más alto del edificio.
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Retrocedemos a la puerta principal y bajamos las escaleras situadas a la izquierda donde descubrimos el interior de la bóveda, de estructura ochavada y formada originalmente por tres cuerpos con bóvedas de cañón, hoy reforzadas con tablas de madera tras un control exhaustivo de humedad y temperatura.
La parte contraria a la bóveda principal, en el lado de la calle Calderón de la Barca, la que está sobre el actual retablo, mantiene el arco de la forma del retablo y un sistema de poleas de madera que, dado que el retablo es de piedra, se cree que se utilizó para hacer el testero y todas las partes del retablo fue necesario este sistema para subirlas y, probablemente, una vez realizado, a los obreros les resultó más sencillo dejar el sistema montado.
Significado y simbolismo
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La pintura representa las 48 constelaciones de la Octava Esfera, siguiendo la teoría precopernicana, incluyendo los siete planetas -de los cuales solo se conservan el Sol y Mercurio-, signos zodiacales y constelaciones australes y boreales como Centauro, Hidra, Cráter o Serpentario. Fernando Gallego se basó en el Poeticon Astronomicon, un tratado romano de Gayo Julio Higino, para organizar la iconografía. La obra combina óleo sobre fondo azul al temple, con estrellas en pan de oro que marcan los pequeños puntos celestes.
Los textos en latín, parcialmente conservados, destacan la dimensión religiosa de la obra. Entre ellos, el Salmo 8 y fragmentos del Génesis muestran la subordinación de la Tierra al Cielo, representando a Dios como creador y redentor. Investigadores como Luis Enrique Rodríguez-San Pedro hablan de un humanismo religioso-científico, propio de la biblioteca sobre la capilla. Aunque, según las teorías de Azucena Hernández y Carlos Tejero Prieto, el estudio de la disposición de las constelaciones sugiere que la pintura podría reflejar la noche del 24 de agosto de 1475, coincidiendo con la festividad de la Asunción y fenómenos astronómicos como conjunciones planetarias y eclipses.
En cuanto a los colores, el color azul del fondo, difícil de conservar y obtenido de piedras caras como el lapislázuli, ha perdido intensidad con los siglos y se aprecia menos que los rojos, mejor conservados gracias a pigmentos de grana cochinilla. A pesar de ello y de las condiciones climáticas, aún se observa en algunas partes el azul del fondo.
A pesar del tiempo, el Cielo de Salamanca sigue ofreciendo una visión de la astronomía, la astrología y la fe de la época, evocando admiración y emoción en quienes logran contemplarlo.
El Cielo en el Palacio Episcopal
En 2022, se inauguró en el Palacio Episcopal de Salamanca una reproducción del Cielo realizada con vinilos y la técnica del esponjado, basada en los dibujos del ilustrador Miguel Sobrino. La exposición refleja la disposición original de la bóveda, respetando la escala de la biblioteca. Así, el visitante puede imaginar cómo era contemplar la obra en el siglo XV, desde el suelo de la biblioteca hasta el cielo pintado, recreando el recorrido y la experiencia visual del pasado. El Cielo de Salamanca, entre historia, ciencia y arte, continúa siendo un misterio y una joya que permite asomarse a la Salamanca que pocos conocen.