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Numerosas personas comen en el Comedor de los Pobres Álex López

Un plato a 40ºC: el hambre no tiene vacaciones en Salamanca

El Comedor de los Pobres recibe al menos a 50 personas para comer todos los días y suministra alimentos a más de 300 familias. No entiende de calor ni de frío, solo ayuda a los que más lo necesitan. Calma el hambre y llena el alma con compañía

Viernes, 16 de agosto 2024

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Una larga cola recorre el Paseo de la Estación de Salamanca. El reloj no marca la 13:00 h. La temperatura es soportable, por primera vez en todo el verano. El termómetro, según los expertos, no llegará a los 40ºC. La ciudad acumula más de cuatro olas de calor. 'Dios aprieta pero no ahoga', se escucha. Quien llega primero entra, si se superan los 47 sitios, la comida se servirá en táper, los más afortunados se lo llevarán a una habitación compartida, otros tendrán como mesa un bordillo, un portal o un banco de la calle.

El Comedor de los Pobres no tiene aire acondicionado y trata de reunir al mayor número de personas posible en un espacio más bien reducido. No da para más, pero el amor que se respira es infinito. Entre los carteles se puede leer 'Dadles vosotros de comer'. Hay ensaladilla de primero, ya servido, junto a vasos fríos de agua. Después pollo con ensalada y una sorpresa para terminar.

«Damos gracias al Señor por los alimentos que vamos a recibir, por los que nos los han dado, por los que lo han elaborado y nosotros por teneros a vosotros, causa y fundamento de todo. Hoy no hace tanto calor. Por fin. Os deseo que comáis bien y estamos a vuestro servicio». La invitación es recibida de inmediato, los comentarios se apagan y comienza la comida.

«Hemos decidido no cerrar en verano porque creemos que comer se come siempre»

Este verano ha sido especialmente difícil, «el número de personas que demandan ayuda es abrumador». Así lo valora Carlos Jesús Ledesma, uno de los trabajadores del Comedor, que se encuentra presente junto a otros cinco voluntarios y la cocinera. Están dispuestos, están al servicio de los más pobres, pero puntualiza: «Pobres en comida, porque todos somos pobres en algún aspecto de nuestra vida. Pobres en cariño, en compañía...». La pobreza no entiende de estaciones de año. No cuenta con vacaciones. Además de las 47 personas -de entre 18 y 60 años- que comen físicamente en el comedor, alrededor de 300 familias reciben en sus respectivos hogares alimentos y tápers preparados.

«Aquí no viene solo gente de la calle o que haya estado en la cárcel... viene gente que ha tenido su propia empresa o que cuenta con estudios. Nunca sabemos dónde podemos acabar y si nosotros algún día podremos necesitar ayudar».

«Todos comemos, todos los días; pero ya no solo es eso, es compartir el plato, tener a alguien, hablar, reirte...»

«No solo ofrecemos el almuerzo, también el desayuno para que los que pueden trabajar comiencen el día con energía. Queremos que coman algo. Empezamos con menos mesas, ahora cada vez tenemos más. Todos comemos, todos los días; pero ya no solo es eso, es compartir el plato, tener a alguien, hablar, reirte...», relata a continuación.

Hacemos un parón en la entrevista. La pastelería Santa Lucía ha donado un montón de pasteles. Los voluntarios se imaginan las sonrisas de los comensales cuando los vean. «Recibimos muchas donaciones de particulares y de empresas, la providencia nos ayuda a seguir».

Una providencia que amplía sus ramas. En una de las pequeñas habitaciones que componen el local se observa un armario donde hay diferentes tipos de ropa. Una para el verano, otra para el invierno y la de los más pequeños separada; un local más abajo se encuentra el rastrillo, germen del servicio ofrecido.

La labor del voluntario

Gracias a los voluntarios el Comedor no cierra en verano. Los trabajadores -como todos- tienen vacaciones y ellos logran aportar esa mano ayuda indispensable para seguir dando de comer a los que más lo necesitan. «Toda la ayuda es necesaria y bienvenida», apunta, «especialmente durante el curso».

Uno de los presentes, Carlos, con tan solo 20 años se encarga de servir el agua a los asistentes. Tenía tiempo libre y en vez de dedicarlo a ver la televisión o 'gastar' videojuegos, decidió ayudar a los más pobres. «No hacía nada y quería aprovechar mi tiempo. Pensé que sería buena opción. Vine a preguntar, me explicaron y quise colaborar».

¿Qué se vive aquí? «El primer día te sorprenden algunas más cosas, pero después... estoy muy contento. Te ayuda a ponerte en la piel de otras personas, de los más necesitados. Ofreces tu tiempo y ellos te lo agradecen. No esperas nada a cambio, pero ellos te dan, te dan mucho».

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