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Una ventana que se abre al mundo desde la Alberca. Mariluz, una turronera de este municipio de Salamanca, coloca cuidadosamente alguno de sus turrones en una mesa para que se puedan observar desde la calle sus elaboraciones que son, cuanto menos, originales. Y objetivo conseguido. No hay un turista que pase por esa calle y no se fije en el escaparate. «¿Turrón de gambas?», se extrañan. La curiosidad de ver una combinación tan poco común hace que entren en 'El Pan Negro de Mariluz' y se sorprendan aún más.
Del techo cuelgan unas morcillas pero no, no son embutido aunque lo parezca, están elaboradas de chocolate, bellota y piñones. En su extensa variedad de turrones, además del de gambas, se encuentran algunas elaboraciones originales como el de jamón ibérico, de galleta y cereza, de castañas o de mazapán, piñones y vino Pedro Ximénez. Si su oferta gastronómica sorprende, también lo hace su decoración con elementos vintage que hacen de esas cuatro paredes, un hogar para Mari Luz pero, ¿cómo llega a convertirse en la pionera de estas exitosas composiciones?
Su historia como turronera oficial se remonta a 2007 cuando inaugura el obrador de pastelería junto a su marido y a su hija. Esa es la fecha oficial. Aunque el contexto va más allá y está más allá del siglo. «Mi bisabuela, mi abuela y mi madre fueron turroneras», comenta Mariluz. Una tradición heredada pero también construida. Como si lo llevase en las venas, se lanzó con este negocio familiar pero con el convencimiento de convertirlo en algo único. «Quería hacer algo diferente», explica.
Y tanto que lo ha conseguido. «Somos los creadores del turrón con jamón ibérico», asegura. Una elaboración que consigue deshidratando a baja temperatura el jamón ibérico al horno durante cuatro horas y mezclándolo con una infusión de nata reposada toda la noche y chocolate negro de 70% de cacao templado.
Hasta llegar a esa idea -«lo más difícil de conseguir»-, se ha valido de la creatividad que caracteriza a lo artesanal, en todas sus vertientes. «Me gusta cualquier tipo de artesanía, como la cerámica, por ejemplo». Y es que guarda mucha relación con la elaboración a mano del turrón: hacer una mezcla, estirar una masa y darle una forma para que resulte atractivo. Un esfuerzo que, sin duda, merece la pena. «Para mí sería más fácil vender estos artículos pero quiero hacerlo así, con productos de cercanía y con mis propias manos», añade.
Eso es lo que le ha llevado al éxito. Confíar en esa filosofía y tratar de diferenciarse frente a la oferta actual. «Nunca me conformo, procuro hacer cosas en las que creo aunque luego no den el resultado esperado», apunta. Y no es ni mejor ni peor que lo que se encuentra en otra tienda, como ella misma explica, sino que es único. «Son originales», apunta. De eso no cabe duda, de hecho, el próximo que tiene en mente es igualmente singular. «El próximo que quiero hacer es turrón de humo». Quizá al leer esto, se preguntaron lo mismo que yo: «¿De humo?».
Efectivamente, y explica más: «No ahumado sino a humo». Aunque reconoce que ella primero piensa el nombre y luego contempla cómo hacerlo, tiene claro lo que quiere conseguir con esta elaboración. «Me crié con mi abuela y el humo de la lumbre me encanta, me recuerda mucho a cuando era pequeña», explica. «Como cuando comes un chorizo que te sabe a ese humo, pues igual pero con turrón», intenta convencer.
Y acierte o no, coseche el éxito de las anteriores elaboraciones o no, lo que está claro es que lo hace con el corazón. La mayoría de sus creaciones esconden un matiz sentimental que los hace especiales sea cuáles sean los ingredientes. Y no sólo el turrón, tiene la rosquillas Teresina -en honor a las que le hacía su abuela-, cerdos de chocolate por la importancia del marrano de San Antón en La Alberca y una elaboración que tiene por nombre el de su primer nieto: Juanito. Y es lo que tiene lo artesanal, que inevitablemente lleva como ingrediente extra unos cuantos gramos de amor.
El pasado año, La Alberca se llenó de magia tras ganar el concurso de 'Juntos brillamos más' de Ferrero Rocher. Miles de visitantes siguieron esta estela para conocer el municipio salmantino y el pueblo vivió su Navidad más multitudinaria. En agradecimiento a ese reconocimiento, Mari Luz preparó, como no podía ser de otra manera, un turrón de Ferrero Rocher. «Le tengo un cariño especial, lo hice en honor a esa oportunidad», explica emocionada. A través de sus turrones y envuelta en una esencia más allá de las luces, La Alberca siempre será un pueblo iluminado.
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Sara I. Belled y Clara Alba
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