De alumna en la Transición a compartir aula con la Generación Z en la Universidad: «El saber no tiene edad»
Pilar González cursa con 73 años su segunda carrera universitaria: Historia. Y comparte clase con alumnos de entre 18 y 22 años, un enriquecimiento constante a su juicio
Abren la Sala de Grados para la entrevista. No es una eminencia, aunque sí una alumna destacada. Pilar González acude a la facultad de Geografía e Historia como cada día desde 2021. Por el camino se encuentra a un profesor, joven y con el que había compartido aula. «Para mí es un honor tenerte como alumna», señala sonriente cuando esta le dice que va camino de responder a nuestras preguntas. No entiende su importancia, pero sin saberlo aporta una lección de vida como alumna que se convierte en ejemplo para aquellos atrevidos a leer su historia. Tiene 73 años y va a clase con alumnos de entre 18 y 22 años, una experiencia que le ayuda a estrechar lazos con la realidad.
Cuando tenía la edad que ahora tienen sus compañeros, Pilar decidió abrir fronteras e irse a trabajar al extranjero, donde además abrió su mente. Posteriormente, con 25 años estudió el Graduado Social en la universidad y terminó haciendo la tesis sobre seguridad e higiene en el ámbito laboral. Trabajó, se preparó durante dos años unas oposiciones del Estado, llegando a quedarse a las puertas de las 50 plazas ofertadas para 17.000 personas. Su esfuerzo tuvo recompensa, aunque de otra manera, montó una empresa médica, con hasta 40 trabajadores fuera de Salamanca, y a su vuelta a Villoria, su pueblo natal, la pandemia arrasó con todo.
¿Qué podía hacer ella después de tantos años trabajados y con casi 70 años? La respuesta: estudiar.
«El saber no tiene edad, pero hay que tener ganas de saber»
«Llevaba años sin coger un libro y decidí estudiar por la sencilla razón de que desde pequeña siempre he sido muy curiosa, muy preguntona y me gusta mucho saber. Ese ímpetu no se ha acabado. Además, me preocupa que me falle la mente, tengo ya algunos lapsus de memoria. Y, por supuesto, el adaptarme a los chicos, a la juventud, siempre aprendes algo. En pandemia hice cosas que nunca había hecho, como estudiar a través de Internet o participar en videoconferencias. Siempre fue instructivo. Fue un cambio, fue algo totalmente nuevo», explica.
¿Qué le llevo a estudiar historia? «Mis limitaciones actuales. No tengo una preparación base como para estudiar química, matemáticas o medicina. Soy consecuente con lo que sé y, por tanto, con lo que verdaderamente puedo conseguir».
Dos épocas en una misma clase, con más semejanzas que disonancias
¿El saber tiene edad? «No, pero hay que tener ganas de saber. El aprender no tiene edad, para nada. Hay personas que tienen 90 años, estudian y tienen la mente clara, eso quiero yo en un futuro», responde.
Su mente es clara y demuestra estar siempre abierta. Se rodea de jóvenes, elige la versión presencial: «El contacto con los chicos te aporta visibilidad, cómo vive la gente los cambios in situ. Los jóvenes ahora mismo no son tan diferentes a los de mi juventud, tienen diferentes pretensiones, con distintas actitudes, pero en el fondo quieren aprender, formarse y tienen ganas de futuro y cambiar las cosas».
De hecho, no le sorprende nada de lo que ve, no se asusta, no está de acuerdo con la opinión respecto a la juventud ni mucho menos los titulares que protagonizan. «Son épocas diferentes y mentalidades distintas, pero las ganas de cambiar el mundo siguen ahí y hay que avanzar. A mí siempre me han ayudado cuando lo he necesitado. Los jóvenes sois muy buenos, lo que pasa es que no sois apreciados. La gente debe recordar como eran ellos de jóvenes y cómo han evolucionado», reflexiona.
Y al revés, ¿cómo la ven ellos a usted? «Muy mandona (risas). En la asignatura de Prehistoria el otro día, somos un grupo de cinco y llevamos un mes sin conocer la organización del trabajo, así que llegué el otro día y di el trabajo para cada uno. Todos estuvieron de acuerdo, pero al final... es la única forma, porque si no siempre es el mismo el que termina haciendo todo. Es normal que ellos me conozcan a mí más que yo a ellos», cuenta.
Es tal su admiración mutua que el primer año la invitaron a los Carnavales de Ciudad Rodrigo, comparten 'cañas' mañaneras y cafés entre clase y clase, pero siempre en el entorno académico. «Cómo voy a ir yo a los carnavales (risas). Eso sí, siempre voy a las excursiones que se organizan grupales, porque allí aprendo mucho. De hecho, tengo contacto con antiguos alumnos que me parecen estupendos».
El cambio en la universidad
Pilar nació en plena dictadura franquista, vivió su adolescencia gritando a favor de la democracia en la Transición y viajó por Europa en búsqueda de nuevas ideas y pensamientos antes de estudiar con 25 años un grado universitario. Casi 50 años separan su primera carrera de la segunda y una infinidad de avances, sociales y tecnológicos.
«El conocimiento y aprendizaje sigue en la universidad. Venimos de unas estructuras muy rígidas y se evoluciona hacia una mayor flexibilidad. Hay muchas mejoras; se avanza, se mejora. La Inteligencia Artificial es uno de los mayores cambios y creo que es una herramienta muy eficaz. He sido reticente años atrás, pero ahora veo que es cómoda y te agiliza procesos, pero siempre con tu trabajo previo», apunta.
Su metodología es efectiva y a la antigua usanza. Se sienta en primera fila, coge los apuntes a mano para después en casa y con «toda la tranquilidad» pasarlos al ordenador con el objetivo de fijar conceptos y repasar. «Creo que los ordenadores en clase son un peligro, no se presta la atención que se debería, muchos se distraen», reconoce.
Otro gran reto para ella es enfrentarse a un examen, por eso, la nota no importa -siempre que sea por encima de 5-. Este cuatrimestre cursa Historia Moderna, Relaciones Internacionales Moderna y Prehistoria. «Tengo desde el 5 al 9. Hacer exámenes me supone un esfuerzo por la memoria, yo ahora mismo necesito muchas horas. De joven tenía una memoria de caballo, pero veo que voy perdiendo mucha capacidad de memoria. Sé todo en casa, pero en el examen a veces se me va algo y me quedo bloqueada y es muy duro para mí. Creo que es el estrés. Soy consciente de que las notas no definen lo que sé o cómo he preparado un examen», explica.