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Gorka Navaz
Valencia
Jueves, 7 de noviembre 2024, 09:49
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El avance de la destrucción encontró un rival en forma de carretera. La Pista de Silla, la autovía que conecta la A-7 con Valencia y que junto a la V-30 funciona como circunvalación de la capital, se convirtió en un dique de contención inesperado. La mediana que separa los carriles de entrada y salida frenó durante unos instantes la progresión de la lengua de lodo hacia la Albufera. El carril de entrada sufrió menos daños y los campos de cultivo más cercanos a la carretera se vieron menos afectados.
Pero la vía en dirección salida y sus aledaños pagaron las consecuencias. El medio metro de altura de la mediana convirtió el carril en un pequeño embalse e inundó de forma más agresiva la zona comercial que se extiende durante kilómetros paralela a la carretera, en la que se encuentra el centro comercial MN4.
El tipo de construcción de la mediana fue clave la fatídica tarde del 29 de octubre. El espacio entre los muros de hormigón, de unos 4 metros de ancho y que separa los carriles, está relleno de tierra hasta arriba, completando un triste jardín sin vegetación. Este sólido bloque macizo, que no permite el paso del agua de un lado a otro, hizo retroceder el agua y resistió su furia durante unos minutos hasta que la marea sobrepasó el muro. Para algunos conductores que se dirigían hacia Valencia fue una salvación, ya que les permitió ganar un tiempo vital. En cambio, fue la condena de muchos que transitaban en dirección opuesta, principalmente por dos motivos. El primero, por crear oleaje. El agua, al golpear con violencia la mediana, volvió hacia atrás creando olas que arrastraron algunos coches e incluso camiones.
El segundo motivo fue el efecto embalse. Una vez que la vía se llenó de agua hasta alcanzar la altura de la mediana, todos los vehículos comenzaron a flotar sin dirección. Las malas noticias no acabaron ahí. Los pasos subterráneos que sortean la Pista de Silla actuaron como sumideros, atrayendo todo lo que la ola de destrucción arrastraba. Coches, maleza, barro y todo aquello que el agua llevaba se acumularon en estos pasos
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Lidia Carvajal
Melchor Sáiz-Pardo, Mateo Balín y Álex Sánchez
Álvaro Muñoz | Valladolid y Lidia Carvajal
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