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Hola, me llamo Polina, tengo 33 años, soy ucraniana y sorda.

Aquí te explico en español y en ucraniano cómo me llamo y que sé expresarme en

estas dos lenguas.

Hola, me llamo Polina, tengo

33 años, soy ucraniana y

sorda.

Aquí te explico en español y en ucraniano cómo me llamo y que sé expresarme en

estas dos lenguas

Hola, me llamo Polina, tengo 33 años, soy ucraniana y sorda.

Aquí te explico en español y en ucraniano cómo me llamo y que sé expresarme en

estas dos lenguas

Hola, me llamo Polina, tengo 33 años, soy ucraniana y sorda.

Aquí te explico en español y en ucraniano cómo me llamo y que sé expresarme en

estas dos lenguas

¿Te has fijado cuando dibujo dos lágrimas sobre mi rostro?

En España he rehecho mi vida. Aquí he aprendido la lengua de signos española, que es muy diferente a la ucraniana. No ha sido fácil. Esta es mi historia.

¿Te has fijado cuando dibujo dos lágrimas sobre mi rostro?

En España he rehecho mi vida. Aquí he aprendido la lengua de signos española, que es muy diferente a la ucraniana. No ha sido fácil. Esta es mi historia.

¿Te has fijado cuando dibujo dos lágrimas sobre mi rostro?

En España he rehecho mi vida. Aquí he aprendido la lengua de signos española, que es muy diferente a la ucraniana. No ha sido fácil. Esta es mi historia.

¿Te has fijado cuando dibujo dos lágrimas sobre mi rostro?

En España he rehecho mi vida. Aquí he aprendido la lengua de signos española, que es muy diferente a la ucraniana. No ha sido fácil. Esta es mi historia.

Polina, la lengua de signos también tiene fronteras

Llegó a España desde Ucrania hace tres años para mejorar de vida. Sorda, igual que su marido, y joven madre de dos hijos cuenta cómo se adaptó a nuestro país. «Me costó, pero tengo mucha voluntad»

José Antonio Guerrero, Lidia Carvajal, Sara I. Belled y Virginia Carrasco

Madrid

Sábado, 3 de junio 2023, 00:04

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Este relato ha sido redactado en primera persona a partir del testimonio de Polina

Nací en una remota ciudad del extremo oriente de Rusia, en Jabárovsk, cerca del mar del Japón, pero con 12 años marché a Ucrania, a casa de mis abuelos paternos.

¿Queréis saber una curiosidad de mi nombre? Cuando me presento en lengua de signos me llevo el dedo pulgar y el índice a la comisura de los labios y los despliego como un resorte. Es el gesto de una gran sonrisa y como dicen que soy muy risueña, aunque tengo la boca bien pequeñita, ese gesto, el de una sonrisa, es mi presentación.

En los documentos es otra cosa. Ahí escribo Polina Lytvyniuk, mi nombre oficial. Y por favor no nos llaméis sordomudos. Somos sordos o personas sordas. Hay mucha gente que piensa que la lengua de signos es universal. No es así. Cada país tiene la suya. Para aprender la española puse mucho de mi parte, soy tozuda y muy preguntona, pero a veces pedir un simple café con leche no es tan sencillo.

Aunque sí que se parece en que empiezas dándole vueltas a la chucharilla del café

Os voy a contar algo que fue muy doloroso para mí, pero que ya he superado. Cuando perdí el oído, empecé a perder también a mi madre. Nunca aceptó que me quedara sorda, me seguía hablando como si yo oyera. Me obligaba a hablar oralmente. No me dejaba hacerlo de otro modo y yo no entendía nada. «No te oigo mamá, no te oigo». Pero ella me gritaba: «¡Sí puedes Polina, pero no quieres!». No asimiló nunca que tenía una hija sorda. No encontré en ella ni cariño ni empatía. Mi padre sí hizo un esfuerzo por utilizar gestos caseros para comunicarse conmigo, mi madre no. Con ocho años pude asistir al fin a una escuela especial para sordos, y ahí empecé a aprender la lengua de signos rusa, que es muy parecida a la ucraniana. Pude 'hablar' y saludar cada mañana a mis compañeros.

Así se dice «Buenos días, ¿qué tal estás?»

Mis padres se divorciaron y a los doce años mi padre y yo nos trasladamos a Ucrania, a Poltava, al este del país, no demasiado lejos de Lugansk y Donetsk, las regiones anexionadas por Putin. He normalizado esa ausencia materna. Llevo sin verla 24 años.

Ya no tengo nada que ver con Rusia. Me siento ucraniana. En Ucrania seguí estudiando en un colegio especial para sordos y luego hice Formación Profesional. Trabajé de cocinera en un hospital y de reponedora en un supermercado. Me casé con Yurii, que también es sordo. Los dos perdimos el oído por una infección cuando éramos muy pequeños.

En Ucrania había caos y desorganización. El día a día era complicado y más para un matrimonio de sordos. Emigramos a España. Llegamos a Madrid con nuestro hijo mayor Arsen, de 8 años, poco antes de que estallara la pandemia. Aquí nos ayudó una amiga sorda a la que había conocido en el colegio de Ucrania. Nos llevó a la Policía y nos puso en contacto con Cruz Roja, que nos dio alojamiento. En Madrid, nació Marc, que tiene 2 años. Nuestros hijos son oyentes y nos comunicamos mediante las lenguas de signos ucraniana y española, que han aprendido.

Todas las gestiones burocráticas y las dudas que se pueden resolver con una llamada de teléfono son imposibles para nosotros, y tanto Cruz Roja como la Federación de Sordos de Madrid nos brindaron su apoyo. ¡Qué importante es saber decir «¿puedes ayudarme?»! Es lo primero que quise aprender en la lengua de signos española.

Si te pregunto esto, te estoy pidiendo ayuda

Gracias a esa ayuda con el papeleo, hemos encontrado un empleo. Yo trabajo de limpiadora los fines de semana en la T4 del aeropuerto de Barajas, y mi marido limpia y clasifica las mantas de los pasajeros de Iberia. Vivimos de alquiler en un piso muy pequeño del Puente de Vallecas por el que pagamos 550 euros. Es muy caro, pero en Ucrania, donde el sueldo medio ronda los 400 o 500 euros, sería una fortuna. Recibimos ayuda de Cruz Roja.

De momento no quiero trabajar más días porque mis hijos son todavía pequeños y me gusta pasar tiempo con ellos. Es lo que más me llena. Hacer manualidades, pasear por el parque y leerles cuentos en lengua de signos. Que ellos hablen y se expresen perfectamente en español y en ucraniano y sus padres sean sordos no ha sido una barrera. El mayor nos 'traduce' muchas cosas. Va feliz al colegio.

'Colegio' es una de las palabras que se parecen muy poco en español y ucraniano

En casa me atrevo a pronunciar alguna palabra. Suena imperfecta, pero mis hijos las identifican. Fuera no, me da apuro. En la calle me hago entender a través de gestos, como cuando voy a comprar el pan. Si es algo importante solicito un intérprete. Por ejemplo en las reuniones del colegio con la tutora.

Como sorda inmigrante que llega a España he tenido mucha suerte y me he sentido siempre muy bien tratada. Los españoles sois buenas personas.

La mejor experiencia la viví con el conductor de un autobús. Y fue nada más llegar. Como no tenía ni tarjeta de transporte ni monedas, le pagué con un billete de 50 euros. Él me decía con gestos 'más pequeñito', pero era la primera vez que tomaba un autobús y no tenía más cambio. Me dejó pasar sin pagar, e incluso se levantó del asiento cuando llegamos a la parada donde tenía que bajarme.

Por cierto la palabra España es muy diferente en el lenguaje de signos ucraniano y en el español. En el ucraniano, que como os decía se parece al ruso, es como un gesto de llorar. La razón es por los Niños de la Guerra que llegaron a la Unión Soviética en la Guerra Civil, y los pobres iban todos llorando. Los rusos identificaron esas lágrimas con España. Y para signar España en español, los sordos nos llevamos la mano al hombro contrario como si nos cubriéramos con una capa, la capa española, una prenda típica que identifica al país.

Ya habrás descubierto lo de las lágrimas del principio...

Nuestros amigos en España son también sordos. Yo no me puedo comunicar con alguien que no hable la lengua de signos, y la amistad se hace a través de la comunicación. Y mis hijos, sobre todo el mayor, se desenvuelven muy bien porque conocen la lengua de signos y la oral española y ucraniana. Y siempre está dispuesto a ayudar. Muchas veces le veo preguntar «¿necesitas ayuda?», y me gusta porque si dijéramos más «¿necesitas ayuda?», todo sería más fácil.

Este «¿Necesitas ayuda?» puede sernos útil a todos

Soy ucraniana y lo que está pasando en mi país me da muchísima pena. Al principio no paraba de llorar. He pasado un año muy triste, Ahora ya me voy acostumbrando. Parece mentira que a todo te acostumbras. Prefiero no ver las noticias para no sufrir con las imágenes. Cuando nos conectamos con mi suegra o mi cuñado tienen que cortar porque suenan las sirenas y salen corriendo al refugio. Les hemos dicho que vengan a Madrid, pero a mi cuñado le pueden llamar a filas y no quiere huir. Quiere estar en su país para defenderlo. Veo a los bebés y me angustio mucho. Me genera mucho dolor y no paro de llorar (aquí la mirada clara de Polina se llena de tristeza). Tienen apagones de luz, hace frío... cortan el suministro con los bombardeos.

A Putin le diría que lo deje ya. No tiene corazón. Tiene una piedra. ¿Cómo no es capaz de ver la muerte de los niños? No tiene humanidad. Que pare ya. ¿Pero qué les hemos hecho? Yo he nacido en Rusia, pero me siento ucraniana. Es donde he crecido, donde he sentido el amor a la vida. Todo lo que soy se lo debo a Ucrania y ahora a España. Por eso quiero deciros ¡Gracias España!

¡Gracias!

Créditos

  • Texto José Antonio Guerrero

  • Vídeo Virginia Carrasco

  • Ilustración Lidia Carvajal

  • Narrativa y desarrollo Sara I. Belled

Nota al pie

En una primera versión, este reportaje se tituló 'Polina, el lenguaje de signos también tiene fronteras'. Tanto la expresión 'lenguaje de signos' como 'lengua de signos' son válidas según la RAE. No obstante, el colectivo de personas sordas prefiere el uso de 'lengua de signos'. Atendiendo a ello se actualizó el titular del reportaje.

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