El paso al frente de la mujer en la Semana Santa salmantina
Las cofradías cambian sus estatutos y permiten la participación directa del género femenino, el acceso a cargos antiguamente impensables y la liberación de sus vestimentas
La diferente forma de vivir la Semana Santa está marcada por la edad, el género, el lugar y el paso del tiempo. En España, se celebra desde una sociedad laica que ya no crea espacios que fomenten la espiritualidad para festejar la fe. Por eso, vivir la semana de Pasión desde las cofradías supone para parte de la población un atraso, sin embargo, es un compromiso que aglutina a millones de personas y se merece respeto y consideración.
Mamen Rivas Vivens, pedagoga y miembro del movimiento de la Revuelta de las Mujeres de la Iglesia, explica cómo ha evolucionado la participación de las mujeres en la Semana Santa, los puestos que han alcanzado y cómo ha cambiado su vestimenta a lo largo de los años. Además, «las mujeres costaleras, las que forman parte de una cofradía o las que pertenecen a un movimiento de reivindicación, tienen una historia en común».
Semana Santa con identidad
Las cofradías son instituciones que se mantienen fieles a su origen. «Comenzaron siendo gremios de trabajadores que tenían como único objetivo vivir juntos la Pasión y la Resurrección, es decir, la Semana Santa». En ese momento, las cofradías no se distinguían por una lucha o justicia social, sino por proyectos comunes con una identidad propia. «La imaginería, los pasos, las esculturas y la música sacra convierten la Semana Santa en un camino de gran belleza».
Por otro lado, el atractivo de éstas no lo vivía de igual modo el género femenino. «Las cofradías han sido asociaciones machistas, clasistas, conservadoras y poco igualitarias. Por eso, antes de posicionarse en cómo viven las mujeres la Semana Santa, se debe analizar la historia asociativa de cualquier movimiento religioso, en este caso se subrayan tres elementos: la espiritualidad, la acción social y la formación teológica. Cada uno de estos componentes distinguen unos movimientos de otros».
Las cofradías como reflejo de la sociedad
«Las cofradías son un reflejo de la sociedad». Al principio, las mujeres no podían ser miembros de una hermandad, ni pregoneras, ni formar parte de la Junta de Gobierno, ni ser nazarenas, tan solo se limitaban a cuidar el traje de los hijos, acompañar a sus esposos y preparar el altar, pero no formaban parte de la cofradía.
En 1871 se produce la 'rebelión de las Mantillas', la primera manifestación en la que las mujeres deciden abandonar los sombreros en Jueves Santo y se ponen una mantilla como rasgo de identidad. No fue hasta 1987 que las mujeres empezaron a ejercer funciones hasta entonces impensadas, por ejemplo, ser nazarenas, miembros de una hermandad y pregoneras. También dejan de vestir de luto y tener como única misión la visita al sagrario. Sin embargo, es en 2011 cuando se incluye en un documento firmado por el arzobispo, Juan José Asenjo, que no cabe la discriminación por razón de sexo dentro de la Iglesia. Este decreto eclesiástico implica la participación directa y de pleno derecho de las mujeres y permite funciones como dar el pregón y formar parte de la Junta de Gobierno. Desde este momento las cofradías se vieron obligadas a modificar sus estatutos, «este cambio enfadó a muchos cofrades porque incluir a las mujeres suponía un cambio de identidad».
Hoy en día, las mujeres participan en la Semana Santa desde muy pequeñas, aún así, son muy pocas las que llegan a ser presidentas. «El género femenino está asociado a imágenes de la caridad y con una labor solidaria. Sus pasos continúan siendo muy masculinos y militarizados». En Salamanca, algunas mujeres han conseguido el título de hermanas mayores, es el caso de: Beatriz Dudes Manzano de la hermandad de Nuestro Padre Jesús Despojo de sus Vestiduras, Alicia García Rodríguez de la hermandad de Nuestro Padre Jesús del Vía Crucis y Amparo Álvarez González de la hermandad del Silencio. «Las cofradías fueron un modelo de patriarcado y las mujeres han hecho mucho por desmontar eso», añade Mamen Rivas.
Para quitarse el sombrero
En 1871, las mujeres protagonizan la primera concentración revolucionaria de género. Ésta fue reconocida como 'la rebelión de las Mantillas', un acto contra el monarca Amadeo de Saboya y con el fin de conseguir la liberación de la mujer. Las manifestantes, vestidas de negro, decidieron no llevar sombrero a la procesión de Jueves Santo y se colocaron una mantilla blanca sujeta con el alfiler de la flor de lis.
Mamen declara que el vestuario femenino es otra forma de opresión machista, «las mujeres se acortaron la falda en la primera guerra mundial para trabajar en la fábrica, se quitaron el corsé en la guerra de la independencia para trabajar en el campo y se cortaron el pelo en la segunda guerra mundial para volver a trabajar».
«En muchas ocasiones, el cuerpo de la mujer está marcado por el mundo de los hombres»
En las cofradías y la Semana Santa tenían estipulada una vestimenta concreta: de negro, con mantilla, sin la presencia de colores vivos ni maquillajes marcados, con medias, sin las piernas descubiertas y un poco de tacón sumado a un gesto sobrio. Los hombres llevaban un traje y un gesto serio, pero sin el rigor del sexo opuesto. «Se revive la muerte de Jesús pero también algo muy alegre como es la resurrección. Pensar que hay una vida más allá es increíble».
Por último, Mamen Rivas añade, «hoy en día el luto ya no existe, si te quieres poner una peineta y además pintarte los labios de color rojo, puedes hacerlo. Se ha mejorado mucho en vivir la fe y en experimentarla como quiera cada uno».