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El escritor chileno Sergio Marras. Jorge Brantmayer

Sergio Marras

Escritor
«Los anuncios de lo que viene están por todas partes, pero nos negamos a verlos»

El autor novela en 'Perro mundo' una aventura detectivesca en un futuro distópico con la vexilología en el centro de la trama

Lunes, 10 de noviembre 2025, 00:28

En la novela '1984' de George Orwell la hegemonía mundial se la disputaban tres grandes regiones. Oceanía, Eurasia y Estasia. Ahora, con los actores nacionales fuera de juego, uniéndose en torno a antiguas superpotencias pero de gran extensión territorial, el escritor Sergio Marras (Santiago de Chile, 1950) hace otro ejercicio de ficción que muestra el fenómeno geopolítico actual en la novela 'Perro mundo' (Ediciones Lastarria y De Mora).

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Aunque 40 años después de la predicción orweliana (publicada en 1948) la supremacía china y la de Nueva Eslavia, una potencia nacida a partir de las ruinas de Rusia y sus satélites, se cierne sobre una trama de género negro: un príncipe europeo es asesinado y su pecho ha sido atravesado por un desconocido estandarte, clave para desentrañar a los asesinos y sus motivaciones. De esta manera, la novela tiene un original desarrollo alrededor de la vexilología, es decir, el estudio de las banderas. No es un detective quien está llamado a resolver el crimen, sino un friki.

Más allá de la China dominada por la guerrera dinastía Han queda el 'west'. Ahí está España, que no queda fuera del baile de fronteras en el mapa. Junto a las grandes uniones, hay también desmembramientos nacionalistas, como el de Fuensanta, surgido a partir de las cenizas de lo que fue una vez España, que «se partió en más de diez pedazos, como un ladrillo seco».

-'Perro Mundo' tiene puntos de partida similares al detonante de la II Guerra Mundial. ¿En qué se parece este mundo en que vivimos con aquel tiempo?

-Creo que el mundo de hoy y el del comienzo y mitad del siglo pasado solo se parecen parcialmente en algunos puntos, como las batallas de proxys (Gaza, Ucrania, Sudán, Myanmar y otras similares). Son tumores que van explotando con mayor o menor intensidad, con mayor o menor conocimiento público. Pero la gran guerra es prácticamente invisible para el público en general. Ya los contendientes no son naciones, son grandes compañías, grandes alianzas multinacionales que no tienen que ver con aquellas de entonces, que derrocaron varios gobiernos en el mundo.

-¿En qué se diferencian?

-Son mucho más poderosas. Al no ser ideológicas ni pretender imponer valores pueden aliarse fácilmente con el crimen organizado. China, por ejemplo, es una mezcla de iglesia y gran empresa familiar con alianzas mundiales de distintas procedencias e ideologías. No necesitan disparar muchos tiros para imponerse.

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-Un ingrediente original: la vexilología. ¿Qué sabe usted de banderas?

-Bastante. Soy un vexilólogo aficionado. Las banderas, trapos por los que muchas personas están dispuestas a matar o morir, solo representan comunidades imaginadas que imponen una idea nacional a partir de mentiras históricas.

-También crea nuevos órdenes mundiales, como Nueva Eslavia y la hegemonía china, ¿hay un parecido razonable con las Eurasia y Eustasia de Orwell?

-Algo, sí. Pero donde no solo está implicada Europa y Asia. Es un nuevo orden global en el que la lucha no es solo por la dominación material, ni siquiera valórica. Es una lucha por llegar a una notopía: a una ninguna parte. Donde nadie tiene claro qué busca ni para qué. ¿Bezos, Musk qué quieren? ¿Dinero? Ya lo consiguieron y se les acabó la imaginación. Pronto llegarán a otros planetas, mientras el 90 por ciento del mundo se muere de hambre o de enfermedades, incluso en sus propios países. ¿Qué pasaría si sus habilidades financieras y tecnológicas las pusieran a disposición de solucionar problemas como los que menciono? Hasta sus egos podrían estar mejor alimentados. Pero el problema es que no se les ocurre.

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-En su novela España está fragmentada y hay un rey nombrado por los chinos.

-La fragmentación vendrá de la mano de unos líderes que intentarán gobernar las diferencias suprimiéndolas, pero no solo en España. Probablemente la ultraderecha ganará muchas elecciones en diferentes partes del mundo y tratará de imponer sus valores incluso contra la voluntad de sus electores, generalmente gente que ve en ellos sólo la solución utópica de sus problemas. El verdadero problema vendrá entonces, cuando ni siquiera ellos sean la esperanza para alguien.

-¿Y el rey sin corona?

-No solo los reyes sino toda la política estará sometida a las fuerzas que he descrito. Y ya están negociando.

-¿Vivimos ya en una distopía?

-Estamos en una pretopía. Los anuncios de lo que viene están por todas partes, pero nos negamos a verlos. O no nos importa verlos. Nos importa más ver a nuestro adversario político caído sin importarnos si para lograrlo usamos la mentira. Y la mentira, con las tecnologías de hoy, es muy fácil convertirlas en verdad. Entonces la realidad terminará por desparecer.

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-¿Qué son las fronteras para alguien como usted, que ha vivido en varios países?

-Poca cosa. Me encanta cruzar fronteras caminando, especialmente las consideradas difíciles. Hay un placer inexplicable al traspasar la línea imaginaria, y poder mirar la bandera de un lado y del otro. Entonces te das cuenta de que son pura imaginación, y en general, imaginación de muy baja calidad.

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