El asesino sin rostro del pianista: el crimen salmantino que 21 años después sigue siendo un enigma
Su cadáver, desnudo, fue hallado 48 horas después de haber sido asesinado
El macabro libro de la crónica negra se compone, por desgracia, de todo tipo de horrores. Cada asesinato posee ciertas características particulares y, en algunas ocasiones, éstas hacen que nunca se llegue a dar con el asesino o los asesinos. Uno de esos asesinatos, sin culpables conocidos ni juzgados, acaceció en Salamanca hace 21 años.
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No hubo gritos, tampoco testigos visuales y el cadáver del pianista no fue hallado hasta el domingo, 24 de febrero, cuando ya llevaba más de 24 horas muerto.
El hallazgo del cadáver
La alarma saltó cuando los familiares de José María, residentes en Segovia, no lograron dar con él pese a las constantes e incesantes llamadas de teléfono realizadas en la tarde del domingo, tras la hora de comer.
Inquietos, y con la inevitable preocupación de que pudiera haberle ocurrido algo, dieron el aviso a la policía de Salamanca.
Tras recibir aquella llamada, los agentes se desplazaron hasta el domicilio de José María y, tras picar en reiteradas ocasiones el timbre sin obtener respuesta alguna, accedieron al interior de la casa.
Los peores presagios se hicieron realidad y los agentes poco tardaron en toparse con el cadáver de José María, desnudo y solamente cubierto con una sábana, a los pies de la cama.
Su cuerpo, el cual ya presentaba los primeros signos de putrefacción, había sido apuñalado hasta en seis ocasiones y, tal y como señalaron los forenses al determinar la data de la muerte, llevaba muerto desde el viernes.
El asesino y la principal hipótesis
La inspección del domicilio de José María apenas arrojó luz sobre la investigación.
Pese al metódico registro, los investigadores no hallaron resto alguno de ADN que no fuera del propio Jose María; dícese, tras la perpetración del asesinato, el verdugo del pianista había limpiado meticulosamente la escena del crimen para borrar todo rastro que pudiera vincularlo con el atroz hecho.
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Los investigadores llegaron a asegurar que el asesino había usado guantes de látex para evitar dejar su huella impresa en el lugar aunque, eso sí, se llegaron a encontrar dos huellas dactilares parciales que no pertenecían a la víctima, una en un interruptor y otra en un mueble; por desgracia, no eran lo suficientemente completas como para poder registrarlas y/o cotejarlas con las de los posibles sospechosos.
Fuera quien fuera el asesino, sabía lo que hacía.
La puerta del domicilio, además, no había sido forzada, así como tampoco ninguna ventana, lo que llevó a los investigadores a concluir que José María conocía a su verdugo y que, él mismo, le había abierto la puerta.
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En el cuerpo de José María tampoco había señales de frocejeo y se concluyó - dado que el cuerpo de la víctima estaba desnudo- que antes de ser asesinado, José María había mantenido relaciones sexuales con el criminal. Se llegó, entonces, a la hipótesis de que el móvil del macabro crimen había sido pasional.
Las investigaciones
Las investigaciones comenzaron entonces a indagar en el círculo más cercano de la víctima.
Tal y como descubrieron los agentes, José María era un hombre introvertido y reservado en lo que a asuntos sentimentales se refiere, lo que impidió dar con un nombre que pudiera ser barajado como sospechoso; nadie tenía constancia de que José María se estuviera viendo con alguien.
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Los investigadores estaban convencidos de que el asesino no era un desconocido para José María y partiendo de esta certeza, solamente había dos posibilidades: o bien el asesino había sido interrogado pero no había levantado sospechas al presentar una coartada convincente o, por otro lado, se había desvanecido como un fantasma porque nadie sabía de su vínculo con el pianista.
En lo que a la teoría de la coartada se refiere, lo cierto es que, era viable; el asesino había tenido 48 horas de margen para atar los cabos sueltos que pudieran haber quedado como, por ejemplo, la construcción de una coartada convincente.
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De ser así alguien, durante los interrogatorios ,mentía pero ¿quién?
Otra de las hipótesis que barajaron los investigadores, aunque nunca llegó a ser corroborada, era la de la posible fuga del asesino al extranjero, lo que habría implicado perder su pista para siempre.
Finalmente, y pese al empeño de los agentes, los familiares y amigos de José María no aportaron nada relevante para el curso de la investigación.
Así pues, comenzaron los interrogatorios a los vecinos de José María.
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Sin testigos, ruidos o gritos
Durante la noche del viernes en la que acaecieron los hechos, eran pocos los vecinos que se encontraban en el edificio. Sin embargo, los que sí estuvieron en sus domicilios, no escucharon gritos, tampoco ningún tipo de llamada de socorro, ni golpes ni, en definitiva, ningún ruido que les hiciera sospechar de que, en ese edificio, se le estaba dando muerte a un hombre. Tampoco vieron a nadie manchado de sangre abandonando el lugar o transitando por la calle Forjadores.
El asesino se había ido igual que había llegado, en absoluto silencio y sin levantar ningún tipo de sospecha.
Tras meses de incansable y obsesiva investigación, los agentes se encontraban en un camino sin salida; no había pistas suficientes, tampoco sospechosos.
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El bautizado por la prensa como «el crimen del pianista» fue archivado por la justicia 17 meses después de su perpetración y, 21 años después , lo que ocurrió aquella noche en el domicilio de la calle Forjadores, sigue siendo un trágico misterio.
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