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Concierto de Bonnie Tyler en la Plaza Mayor de Salamanca. ´lex López

Conciertos en la Plaza Mayor: crece la alarma por el ruido y el daño al patrimonio

Juristas Contra el Ruido y Ciudadanos en Defensa del Patrimonio se muestran preocupados porque se haya autorizado subir el límite de decibelios en los espectáculos que se celebran en este BIC, lo que perjudica tanto a los vecinos como al propio monumento

Ana Carlos

Salamanca

Martes, 12 de agosto 2025, 08:17

La Plaza Mayor de Salamanca, símbolo de la ciudad y declarada Bien de Interés Cultural (BIC), se ha consolidado como el escenario principal de conciertos y grandes eventos. Los salmantinos se sienten orgullosos de que este monumental espacio no se convierta en una especie de museo estático, sino que albergue actividades variadas. Pero todo tiene unos límites, apunta María José Rodríguez, abogada y vicepresidenta de Juristas Contra el Ruido.

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El Ayuntamiento ha autorizado para estas celebraciones niveles sonoros de entre 90 y 100 decibelios, muy por encima de lo que marcaba la normativa para entornos residenciales y patrimoniales.

«Es una barbaridad», resume. «No se trata solo del impacto en la salud de los vecinos, sino también de las vibraciones y el desgaste que este tipo de espectáculos generan en la piedra arenisca de Villamayor. No entendemos que no se hagan estudios técnicos antes de autorizar nada».

Críticas a la inacción de Patrimonio

Desde la asociación Ciudadanos en Defensa del Patrimonio denuncian una dejadez institucional en este tema que consideran crónica. Según explican, la Comisión Territorial de Patrimonio Cultural de la Junta en Salamanca «ha dimitido de sus funciones» en lo que respecta a eventos promovidos por el propio Ayuntamiento. «No informan, no supervisan. Se fían para no entrar en choques. Esto es un BIC y debería tratarse como tal», señalan.

Para esta organización, el problema no es solo el volumen. La logística que acompaña a estos conciertos —escenarios de gran tamaño, tráilers, generadores, cableado y urinarios portátiles— es incompatible con un espacio histórico de estas características. «En la plaza del pueblo se tienen que hacer cosas, sí, pero de forma racional. Hay sitios mejores preparados para ello, como la Aldehuela, con la adaptación adecuada», apuntan.

Alternativas posibles, voluntad ausente

La propuesta de trasladar los conciertos multitudinarios a otros espacios no es nueva. La Plaza de la Concordia, el multiusos Sánchez Paraíso o la propia Aldehuela han aparecido en debates y en programas electorales.

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Sin embargo, las asociaciones denuncian que nunca se ha trabajado seriamente en esta reubicación. «La Plaza Mayor ya tiene vida de sobra. No necesita más público ni más ruido para llenarse. Y no olvidemos que su aforo es limitado y las medidas de seguridad no siempre se cumplen», recuerdan.

Fíestas en los pueblos cada vez más largas y ruidosas

El problema del ruido no se limita a la capital. En muchos municipios de la provincia, las fiestas patronales han pasado de ser una o dos noches de verbena a auténticos maratones de decibelios durante casi una semana. Orquestas, DJs móviles y escenarios con potencias muy elevadas se instalan a pocos metros de viviendas sin un estudio previo del impacto acústico.

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«La ley permite superar los límites en celebraciones de especial arraigo, pero exige un informe técnico para adoptar medidas correctoras: limitar horarios, reducir potencia, cambiar la ubicación. Este informe casi nunca se hace», lamenta María José. Las consecuencias las sufren los vecinos que ven cómo sus cristales vibran noche tras noche y no logran dormir hasta bien entrada la madrugada.

El Boletín Oficial de Castilla y León publicó el pasado 8 de julio la Orden que modifica los horarios de apertura al público de los establecimientos, las instalaciones y espacios abiertos en los que se desarrollan espectáculos públicos y actividades recreativas.

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La administración autonómica defiende que «los nuevos horarios conjugan los intereses de los empresarios del sector, que venían pidiendo a la Administración mayor flexibilidad horaria, y el descanso de quienes tienen como vecino este tipo de actividades, por lo que la norma cuenta con la aprobación de la Confederación de Hostelería y Turismo de Castilla y León y diversas asociaciones vecinales». Al mismo tiempo, se establece la libertad de los ayuntamientos para fijar los horarios de los días festivos.

Bares, terrazas y verbenas en la ciudad

En Salamanca capital, el ocio nocturno es otro frente abierto. Vecinos de zonas con alta concentración de bares denuncian que muchos locales no están insonorizados y que las terrazas funcionan «como les da la gana», incluso hasta las dos de la mañana bajo las ventanas de las viviendas.

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A ello se suma la nueva normativa de Castilla y León, que permite a los ayuntamientos declarar hasta siete días al año sin límite de horario de cierre para bares y locales de ocio.

Lo que antes era excepcional —Nochevieja o San Juan de Sahagún— ahora se extiende a otras fechas, con la consiguiente actividad nocturna en las calles. Bares abiertos, gente en las calles y ruido constante: el descanso se convierte en un lujo, lamenta María José.

El descanso vecinal en entredicho

Entre las medidas de la Junta para favorecer el descanso vecinal se establece un espacio temporal de seis horas sin actividad entre el cierre y la apertura de las actividades que se desarrollen en establecimientos que cuenten con compatibilidad de actividades. ¿Es eso suficiente? ¿Todo el mundo puede compatibilizar el descanso en esa franja horaria?

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Por otra parte, el horario de apertura los fines de semana y festivos de determinados establecimientos o instalaciones –cuya apertura estaba fijada hasta ahora a las 6.00 de la mañana– se fija a las 7.30 horas, siempre que tales establecimientos o instalaciones se encuentren ubicados en zonas acústicamente saturadas.

Por último, en locales e instalaciones situadas en zonas acústicamente saturadas se restringe la posibilidad de ampliación estacional (30 minutos) en determinadas épocas del año –Carnaval, Semana Santa, verano y Navidad–.

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Estas medidas no convencen a las organizaciones que exigen más protección para las personas afectadas por el ruido.

Ordenanza municipal: un año de espera

El Ayuntamiento de Salamanca trabaja desde hace más de un año en la modificación de la ordenanza municipal del ruido para adaptarla a la ley autonómica. El objetivo es actualizar procedimientos y mejorar el control de actividades. Sin embargo, las asociaciones critican la lentitud y la falta de medidas urgentes.

Ciudadanos en Defensa del Patrimonio recuerda que «hay empresas especializadas e incluso departamentos universitarios, como el de Geología de la Universidad de Salamanca (USAL), capaces de realizar estudios de impacto y vibraciones con rigor». Para ellos, la ausencia de informes es una decisión política, no un problema técnico.

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Salud y patrimonio, un doble riesgo

Desde Juristas Contra el Ruido recuerdan que los especialistas advierten de que una exposición prolongada a niveles de 90-100 decibelios provoca daño auditivo, zumbidos, estrés e incluso problemas cardiovasculares. Estamos anestesiados por el ruido. Lo hemos normalizado y no somos conscientes del daño que nos hace. La música no suena mejor por subir el potenciómetro.

Pero no solo los oídos sufren. Las ondas sonoras y las vibraciones tienen efecto sobre los materiales. La arenisca de Villamayor, porosa y delicada, es especialmente vulnerable. Nada justifica subir el nivel de ruido. Ni la fiesta, ni el turismo, ni la economía. Lo más importante es proteger el patrimonio común en buen estado para que lo puedan seguir disfrutando las generaciones futuras, según Ciudadanos en Defensa del Patrimonio.

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El debate está servido: ¿es posible mantener una ciudad viva y festiva sin sacrificar el descanso de sus vecinos y la integridad de su patrimonio? Los colectivos consultados creen que sí, pero insisten en que requiere voluntad política, rigor técnico y una gestión cultural que ponga límites claros.

Por ahora, la Plaza Mayor seguirá siendo escenario de los conciertos más potentes de la ciudad… aunque nadie haya calculado todavía cuánto ruido puede aguantar.

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