Dos calles de Pizarrales llevan un año secuestradas por las interminables obras de la carretera de Ledesma
Ruidos, suciedad, falta de espacio y otros problemas se han convertido en la pesadilla de los vecinos que reclaman que se trasladen las casetas de obras, materiales y maquinaria a otro espacio hasta el final de la obra
En pocos días se cumple un año del comienzo de las obras de la carretera de Ledesma. Aunque el plazo previsto para la ejecución de las mismas era de diez meses y deberían haber concluído a finales de 2023 o inicios de este año, la realidad está siendo muy distinta. La lentitud del avance de la reurbanizanización es tal que queda más de la mitad por hacer, algo que ha despertado las quejas de los vecinos.
Publicidad
Zanjas, tubos, material de obra y pasarelas metálicas se han convertido en parte del día a día de los vecinos, que además soportan otros inconvenientes como ruidos, suciedad, obstáculos para la movilidad y un constante cambio de las rutas habilitadas para los peatones. «A veces vas a por el pan y a la vuelta no sabes por dónde volver», afirma una vecina.
Y si caminar está siendo una odisea, coger el autobús también tiene sus dificultades. La parada del autobús a la altura de la plaza de la Iglesia nueva de Pizarrales es casi una isla rodeada de vallas y zanjas. La ruta del autobús en sentido entrada al barrio ha sido modificada y en ocasiones, cuando hay algún vehículo mal aparcado, tiene problemas para circular.
Un ejemplo es lo que sucedió el pasado jueves, cuando un turismo estacionó en la calle Regato del Anís, en un espacio en el que se ha prohibido por las obras. Eso impedía girar al bus que bajaba por la calle Almenara, lo que ocasionó un espectacular atasco que llegó a cerrar no solo la calle Regato del Anís, sino que colapsó la nueva rotonda de la carretera de Ledesma y obligó a los pasajeros del bus a bajarse para proseguir su camino.
Pasar por esta avenida se ha convertido en un quebradero de cabeza para las cientos de personas que tienen que hacerlo a diario. Aunque la mayor parte de ellas, lo sufren solo durante un rato. Quienes no tienen escapatoria son los vecinos que residen en el epicentro de las obras. En especial los residentes en las calles Cardenal Cisneros y Relojeros, dos vías que han sido tomadas por las casetas de obra para uso de los operarios como por los materiales y maquinaria.
Publicidad
Despertar entre máquinas y otras molestias
Cuando comenzaron las intervenciones, ambas vías fueron cortadas al tráfico. Se valló la calzada, que quedó al servicio de la logística de la obra, así como a proporcionar un espacio adecuado para atender las necesidades de los operarios. Lo que no sabían entonces los residentes era el alcance y la duración de las molestias que les iba a ocasionar esta decisión.
A las 8 de la mañana, con el inicio de la jornada laboral, comienzan los ruidos. Las máquinas arrancan, se encienden los generadores en las casetas de obras, se mueven materiales. «A esas horas, cuando llegan, quitan a golpes el cemento que se ha quedado seco en la maquinaria», lamentan. Los vecinos con ventanas hacia esas calles afirman que desde los pisos el sonido es todavía más fuerte que en la misma calle. Y esa no es la mejor forma de despertar y empezar la mañana, semana tras semana.
Publicidad
Desde que están las vallas no se ha vuelto a limpiar la calzada. Se acumula la arenilla. Hay plásticos y otros residuos. Y como la suciedad llama a más suciedad, en algunos rincones huele a orina. «Esto es un estercolero, luego vienen a mear aquí y esto es una vergüenza», denuncian.
Vecinos y comerciantes afectados por la situación de la calle Cardenal Cisneros se quejan con frecuencia al jefe de obras y los operarios, pero nada cambia
Vecinos y comerciantes afectados por la situación de la calle Cardenal Cisneros se quejan con frecuencia al jefe de obras y los operarios, pero nada cambia. Los residentes del número 2 de esta vía entienden que las casetas son necesarias, que los operarios necesitan tener dónde cambiarse, comer y todo lo demás. Pero no comprenden por qué su calle lleva un año secuestrada cuando hay espacios más abiertos, disponibles, como la plaza de la Iglesia Nueva o el bulevard de Alfareros, donde también se acumulan tubos y otros materiales desde hace un año.
Publicidad
Las aceras de Cardenal Cisneros son estrechas. Salir del portal y tener de frente una valla y las casetas da cierta sensación de claustrofobia. Pero por la noche la situación empeora. Las instalaciones impiden que la luz de las farolas iluminen la entrada. Después de un año y con la perspectiva de tener que seguir mucho tiempo igual, en la última reunión de la comunidad de propietarios han decidido instalar un lámpara led con carga solar para no sentirse más cómodos y seguros al salir o entrar de casa cuando ha oscurecido.
Dificultades para la movilidad
Pero ahí no acaban las desdichas de estos vecinos. «Ni siquiera podemos cargar el gasoil de la calefacción», denuncian. La boca de carga de la comunidad se encuentra en la carretera de Ledesma, junto al estanco. Con la acera levantada y las obras en funcionamiento, la tierra se colaba. Al arreglar este trozo de acera han colocado una tapa muy pequeña y debajo otra que queda suelta y rodeada de tierra. También dejaron cemento que impedía conectar bien los tubos. Por eso cuando llega el camión es una lotería si van a poder abrir, si va a entrar tierra. Son los residentes los que se tienen que ocupar de resolver estos problemas. «Llevamos dos meses con un cono de obras encima de la tapa, pero no terminan de arreglarlo», se quejan.
Publicidad
También se quejan de los problemas que tienen para salir del garaje, desde López Vivero. Con la calle Cardenal Cisneros cortada y los problemas de tráfico que hay en la zona por las obras «algunas veces la única alternativa es tirar por dirección prohibida», aseguran.
«Las pasarelas metálicas, resbalan, no es la primera vez que veo una caída»
Los viandantes tampoco lo tienen fácil. Manuela Coco, ha sufrido cuatro operaciones en la rodilla derecha y su movilidad ha quedado reducida. Para esta mujer salir del portal es toda una aventura. A menudo la acera tiene arenilla de las obras, tiene que tener cuidado de no resbalar. Pero también tiene que tener cuidado por los distintos niveles de la acera a pocos metros, en la carretera de Ledesma, donde la acera nueva y la vieja están unidas por una pequeña rampa de cemento en la que se tiene que fijar. «Las pasarelas metálicas, resbalan, no es la primera vez que veo una caída», destaca, por lo que ella va con mucho cuidado. Y si va con su hija, siempre la lleva agarrada del brazo.
Noticia Patrocinada
En el estanco corroboran lo problemático de este tramo. «Todos los días vemos caer a alguien, el otro día una mujer, que se partió la pelvis», afirma la dependienta. Espera que el resultado de las obras merezcan la pena, pero el proceso se está haciendo demasiado largo y molesto. Los establecimientos se resienten económicamente porque al estar más inaccesibles, los clientes que van de paso al entrar o salir de la ciudad no paran como antes. Y tampoco es agradable comprar entre ruidos.
Los vecinos están cansados. «Esto en el centro no pasa, estamos dejados de la mano de Dios. Pero ya que esto va a seguir y las obras van a ser largas, que lo trasladen todo y nos limpien la calle», reclaman.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión