Néstor Prieto, salmantino en la flotilla a Gaza: «El ejército israelí me apuntó con un fusil en la cabeza»
El graduado en Ciencias Políticas a bordo de la Global Sumud Flotilla cuenta su experiencia para tratar de llegar a Gaza y las opresiones de Israel
«Todo lo que voy a contar no tiene nada que ver con lo que sufren los palestinos cada dia. Nosotros no somos héroes, ellos sí». Así empieza Néstor Prieto, el salmantino a bordo de la Global Sumud Flotilla para llevar ayuda humanitaria a Gaza, a narrar su experiencia en las escaleras de Anaya frente a decenas de jóvenes expectantes. El graduado en Ciencias Políticas embarcó el pasado 31 de agosto desde Barcelona para dirigirse a Gaza con el objetivo de romper el bloqueo israelí. «La flotilla es un fracaso. Es un fracaso que sea una iniciativa popular la que intente llegar a Gaza, deberían ser los gobiernos», aclara Néstor.
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A pesar de expresar ese sentimiento de decepción con las fuerzas políticas, recalca la importancia del poder popular que se ha visto reflejado en esta acción. «Los ojos de 500 personas han servido de algo. La flotilla ha sido una expresión de solidaridad activa», asegura Néstor Prieto. La repercusión internacional que ha tenido esta iniciativa ha llevado a cumplir un objetivo: «Estamos pudiendo dar testimonio de la violencia que Israel ejerce sobre el pueblo palesitno», añade. Y que ellos, de una manera mucho más controlada, también vivieron en manos del ejército israel.
El 2 de octubre el ejército israelí interceptaba el barco en el que viajaba Néstor Prieto. Después de días de un «maltrato psicológico» con drones sobrevolando la embarcación, bombardeos y una amenaza inminente, la armada israelí actúa. «Nos apuntaron con armas de fuego, nos incomunicaron y empiezan a ejercer esa violencia durante cinco días», apunta. El primer acto de violencia comenzó en el propio barco. «Nos meten en camarotes hacinados durante 20 horas, sin comida y sin apenas bebida», recalca.
Un desgaste psicológico que buscaba la desmovilización del grupo. «Una violencia controlada porque no les interesaba que hubiera ningún mártir», explica. Tras bajarles del barco y reducirles «de forma violenta», les colocaron en fila de rodillas durante cinco horas. «Nos querían deshumanizar, tratarnos como animales, así es como tratan a los palestinos», recalca. Él era consciente de que se iba a producir también un maltrato físico, y así fue. «Nos desnudaron, nos cacheaban, nos vejaban, nos privaban de sueño, de medicinas», añade. Recuerda cómo le encañonaron con un fusil en la cabeza. «Notabas el metal frío y pensabas: '¿Y si se les escapa una bala?'».
Con ello pretendían minar su intención y sembrar el miedo. «Claro que sientes miedo, el miedo es normal y te permite protegerte», apunta. Sin embargo, contaban con un escudo con el que los palestinos no cuentan. «No nos mataron porque éramos occidentales, si fuéramos palestinos nos habrían matado. Por eso no ejercían violencia visible, porque si no la respuesta internacional habría sido mayor», aclara. Y extrapola lo que sucedió durante el carcelamiento con lo que pasa en Palestina. «Demostraron la naturaleza que tiene el ejército israelí».
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«No nos mataron porque éramos occidentales, si fuéramos palestinos nos habrían matado.»
Tilda de fracaso político y de éxito social la flotilla. Al tomar conciencia de las movilizaciones multitudinarias en las ciudades de España pidiendo la liberación de los integrantes, comprobó de nuevo que había merecido la pena. «No puede sernos indiferente el dolor ajeno a esta escala por mucho que esté a 3.000 kilómetros de distancia», explica.
Habla de la dualidad de los efectos de la flotilla y también expone esa contradicción con el acuerdo de paz. «Un estado genocida no puede negociar la paz con un estado oprimido, pero celebramos que hayan dejado de matarlos», apunta. Sin cumplir ese objetivo de abrir una brecha para que pueda entrar ayuda humanitaria en Gaza, pero con el poder de alzar la voz por la lucha palestina. «Tienen derecho a existir, y también a resistir. Esto no comienza un 7 de octubre», concluye.
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