Salamanca, la ciudad sometida al influjo del demonio y sus artes
La tradición popular, a lo largo de la historia de la ciudad, refiere que en la capital charra era habitual hacer pactos con el maligno
Dice la voz popular salmantina, esa voz cuyo eco se cuela en ocasiones entre la patulea estudiantil, que al caer la noche, a los pies de los esqueletos de las catedrales, se puede ver una sombra deambulando al filo de la luz de las farolas.
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Esta espectral visión, cuentan, no es más que el alma de un estudiante que osó, en un arrebato de valentía, desafiar al mismísimo demonio.
La marca de la mano blanca
Bajo el suelo de Salamanca se extiende una madeja de túneles que recorren la ciudad y donde, en otro tiempo, se instruyeron clases prohibidas de nigromancia, quiromancia y otra serie de artes brujeriles y mágicos.
Se aseguraba que, bajo el empedrado de Salamanca, extraños personajes se adentraban durante la noche en las entrañas de la ciudad para asistir a las particulares lecciones.
Aunque durante un tiempo se creyó que esto poco de cierto tenía, en la actualidad se han realizado estudios y expediciones en dichos pasadizos y se han hallado, escondidos, libros condenados por la «mano blanca», la marca maldita de la Santa Inquisición.
Esta particular marca indicaba cuáles eran los libros prohibidos y si alguien tenía bajo su poder el ejemplar de algún libro sentenciado con la misma, podía llegar a pagar con su vida semejante delito.
La Cueva de Salamanca, el aula magna del diablo
Las cuevas, por sus peculiaridades y particularidades, desde los albores de la humanidad han estado vinculadas con el averno, el demonio y sus artes. En pleno casco antiguo nuestra ciudad alberga un lugar que a lo largo de la historia, irremediablemente, ha estado ligado de manera sumamente notoria al influjo del maligno.
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La bautizada como Cueva de Salamanca se trata de un enclave edificado sobre los restos de la antigua iglesia de San Cebrián (San Cipriano) quien, curiosamente y quizá no por casualidad, es el patrón de los magos.
Relatan las voces de aquellos que nos precedieron que a las doce en punto de la noche siete estudiantes, que se antojaban como fantasmas deslizándose por las callejuelas salamantinas, se adentraban en la cueva donde les esperaba el sacristán, un extraño personaje que se despojaba de su sotana habitual y la sustituía por unos atípicos ropajes.
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El sacristán, que según cuentan era el mismo demonio encarnado, procedía entonces a impartir clases de brujería, magia negra y otra serie de artes oscuros como el mal de ojo. Estas clases se prologaban durante siete años y, al final de los mismos, uno de ellos era escogido para pagar a su maestro las lecciones brindadas a lo largo de dicho tiempo.
El hombre sin sombra
Se hablaba también de un alumno del demonio más aventajado que el resto, perspicaz y astuto, conocido como el Marqués de Villena; un extraño personaje que, ya por entonces, se encontraba bajo el foco de las autoridades eclesiásticas debido a sus escritos poco ortodoxos para las creencias de la época.
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Al finalizar el curso en el que fue alumno, por sorteo, le tocó ser el ayudante eterno del sacristán. Sin embargo, Enrique de Villena burló al diablo escondiéndose en una tinaja y marchó sin pagar el precio de su condena aunque, bien es cierto, no marchó impune, pues abandonó aquella tinaja sin su sombra.
Sin embargo, lo que realmente le arrebató el diablo al Marqués de Villena fue el alma y lo condenó así a vagar eternamente, a modo de penitencia, por las callejas de la ciudad del Tormes.
«La Salamanca», un lugar maldito
Al otro lado del océano el simple hecho de oír a alguien citar a «La Salamanca» causa escalofríos y revive temores ancestrales. La oscura fama que envuelve el nombre de nuestra ciudad en algunos países de América del Sur aquí, por desgracia, es poco conocida.
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«La Salamanca» se trata de cueva, oculta entre zarzales y matojos, de cuyo interior brotan en la noche cánticos, voces y música provenientes de una macabra algarabía de brujas. En el interior de las Salamancas, aseguran, se llevan a cabo pactos con el maligno.
Sea todo lo anterior relatado leyenda o no, lo que es indiscutible es que Salamanca, nuestra ciudad, mantiene un extraño y particular vínculo con el demonio y sus artes.
Al fin y al cabo, ya lo saben, «el diablo tiene una cátedra en Salamanca».
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