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Luis Mariano SANTOS REYERO
Viernes, 24 de febrero 2023
Dicen que cuando un hijo, un hermano o un amigo cumple años es motivo de felicidad; incluso, cuando una persona cumple tramos en el ciclo de la vida es razón para celebrar. Eso mismo debería pasar con las instituciones, con las empresas, con las asociaciones y con cualquier grupo social o comunidad del ámbito que sea: debería ser motivo de felicidad, de orgullo o de exaltación.
Y eso entiendo yo desde el respeto que tengo a todos aquellos que consideren una efeméride digna de recordar y celebrar los 40 años de Castilla y León. A la vez que reivindico y pido que se entienda que algunos no podamos celebrar el 40 aniversario de una comunidad autónoma como esta, que unió dos regiones diferentes. Respeto a quien crea que es un orgullo conmemorar algo que no es fruto del acuerdo social de los territorios que lo componen; respeto que muchos estén a gusto en este marco territorial impuesto y no consensuado; respeto, aunque no comprendo, que el desarrollo de la mayoría de los territorios que lo integran sea desastroso para la mayoría y que algunos de esos perjudicados quieran festejar esos números. Pero hasta ahí: a la mayoría de los leoneses y a mí, no nos van a encontrar. Sé que muchos volverán a tildarnos de irreverentes, independentistas, localistas y demás calificativos. Sé que la clase política aburguesada considerará un ataque más a la unidad de esta España nuestra. Entiendo que quien considere un hijo a esta Comunidad crea que es un desprecio familiar, pero deben entendernos a los leoneses a esos que no hace ni 20 días expresaban en una encuesta, en un porcentaje más que respetable que 7 de cada 10 no querían formar parte de esta autonomía. Es fácil de comprender. Para los que consideran una celebración los 40 años y festejarán, contrapongan y entiendan lo que es para nosotros los leoneses, una condena.
Lo he repetido hasta la saciedad: no son cuestiones de identidad o no, son únicamente cuestiones de supervivencia. Los datos sociales, económicos y demográficos lo constatan: que la Región Leonesa pierda el 80% de la población de Castilla y León no tiene más justificación que lo que algunos han considerado un «modelo de éxito» y que no es más que uno de los grandes fracasos del sistema de las autonomías.
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