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Carmen Rodríguez y Blanca Llamazares comparten confidencias sobre su traumática pérdida. a. mingueza
Día Internacional de la Mujer 8M

Carmen y Blanca, dos madres rotas por el dolor de los crímenes machistas: «Me machaca el porqué»

Ambas comparten recuerdos de Paloma, India y Teresa, asesinadas por hombres que, supuestamente, un día las amaron, y reclaman a los políticos que se dejen de «electoralismos» con la violencia de género

M. J. Pascual

Valladolid

Miércoles, 8 de marzo 2023, 09:49

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¿Cómo medir la intensidad del dolor de dos madres a quienes les han segado a cuchilladas las vidas de sus hijas y una nieta? Algo se vislumbra en sus estados de whatsapp y en las fotos que han escogido amorosamente para adornar sus respectivos perfiles. Posiblemente, los caminos de dos mujeres con trayectorias vitales tan diferentes como los de la industrial Carmen Rodríguez y la médica Blanca Llamazares nunca se habrían cruzado, pero desde este año tienen algo terrible en común que las iguala y las identifica para siempre: son víctimas de la violencia de género y nada volverá a ser igual ni les sabrá igual porque Paloma (45), India (8) y Teresa (23) no volverán a ver la luz del sol. No hay consuelo posible ni reparación del daño según cuentan en El Norte de Castilla. Solo quieren que los que levantaron el cuchillo asesino contra la carne de su carne y la sangre de su sangre (da igual que Teresa fuera adoptada) sufran la mitad de lo que sufren ellas día tras día, desde que se acuestan hasta que se levantan, y vuelta a empezar. Las han perdido contra natura y de la peor manera posible: a manos de dos hombres que, supuestamente, un día las amaron.

«Tengo tal dolor que no sé si es de día o de noche, si entro o salgo y si tengo que hacer algo mañana. No hago más que hacerme preguntas». Dice sencillamente Carmen Rodríguez que este es el gran golpe de su vida, el primero fue el de perder a su marido con 40 años, pero entonces era más joven y pudo con ello, sacó adelante a sus tres hijas y la empresa familiar. Comenta Blanca Llamazares que jamás imaginó que al poco tiempo del asesinato de su hija, el pasado octubre en Bruselas, iba a suceder en Valladolid otro crimen machista, y doble, el de una madre y su niña de ocho años, en un piso del Paseo Zorrilla, la céntrica avenida donde ella misma había vivido no hace tanto. «Cuando lo leí yo lloraba por mí pero también por vosotros, porque sabía por lo que estábais pasando», les dice a Carmen y Patricia a modo de saludo y presentación. Es la primera vez que se ven.

Como le había pasado a Blanca, una llamada intempestiva (esta fue en la madrugada del lunes 23 de enero) sobresaltó a Carmen Rodríguez. «Un inspector de Policía me llamó y me dijo que no encontraban a Paloma y me extrañó esa llamada. Yo le dije que no facilitaba información a nadie por teléfono, pero me insistían en que no la encontraban y que no sabían dónde ir a buscarla». Una patrulla de la Guardia Civil que en ese momento pasaba por su calle y en coordinación con la Policía Nacional la escoltó desde su chalé en un municipio cercano hasta la ciudad. Acompañada de Patricia, la mayor de sus tres hijas (Carmen es viuda desde muy joven), llegó al portal de la vivienda. «No nos dejaron subir al piso, estaba lleno de policías y los bomberos tuvieron que acceder hasta el quinto con una grúa, les dije por dónde podían entrar. Algo me decía que había algo malo dentro del piso, pero nunca pensé que las dos estaban fallecidas». Se refiere a su hija, la segunda, la tímida y familiar Paloma, y a su nieta, la alegre India. Con tan solo ocho años, ella fue la primera en recibir las cuchilladas que le propinó la pareja de su madre, David Maroto Lentijo, con quien mantenía una relación desde hacía diez meses y quien estaba «plenamente integrado» en la familia. Tanto, que en las pasadas vacaciones fue con ellas a Cuba.

«Me hubiera gustado preguntarle (a David Maroto) por qué lo había hecho. Es el pensamiento continuo que me machaca, por qué lo hizo»

carmen rodríguez

«Este año iba a hacer la comunión, era una niña muy alegre», recuerda su abuela con un destello de orgullo en sus ojos que el sufrimiento se encarga de apagar rápidamente. Lo que no sabían Carmen y Patricia es que, mientras ellas dos aguardaban acontecimientos sentadas en el primer escalón del portal, el asesino todavía estaba dentro de la vivienda. «Cuando nos dijeron que las dos estaban fallecidas yo entré en estado de shock, ni lloraba. Estaba paralizada. Mi hija sí, empezó a chillar, a llorar. Nos metieron en una ambulancia. En ese momento me hubiera gustado poderle preguntar (a David Maroto) por qué lo había hecho. Es el pensamiento continuo que me machaca, por qué lo hizo». Creen que incluso pudo no ser casual que el asesino confeso eligiera precisamente el día del cumpleaños de la hermana menor de Paloma, María, para perpetrar el doble crimen.

Blanca Llamazares, la madre de Teresa Rodríguez, la joven enfermera asesinada en su apartamento de Bruselas por su expareja y exguardia civil, asiente a las palabras de Carmen, como si fuera su propio reflejo en el espejo del dolor. Pero la diferencia es que ella, indica, ya ha pasado por esa fase de querer preguntar al victimario de su hija por el motivo de su acción. «Mi único consuelo es que sufra la mitad de lo que sufro yo y no va a ser suficiente». Actualmente está en la prisión belga de Saint Gilles. Se enfrenta a cadena perpetua pero el proceso será largo, probablemente pasarán dos años antes del juicio. «He aprendido que no puedes estar todo el tiempo preguntándote por qué, porque no hay respuesta. Ahora solo quiero que le caiga la mayor condena», proclama la doctora.

Las familias de quienes les han arrebatado lo más valioso que tenían no se han puesto en contacto para pedirles perdón o condolerse con estas madres sufrientes y valientes que lo primero que dicen es que no quieren aparecer como víctimas indefensas. Ni la del ex guardia civil en prácticas (su padre y hermanos gemelos también pertenecen al Cuerpo) ni los hermanos de David Maroto. No ha habido, coinciden «ni una mínima nota de condena».

Tela de araña

Son discretas a la hora de referirse a los investigados, no quieren «interferir» en los procedimientos judiciales abiertos en Valladolid y Bruselas, pero expresan cierto escepticismo sobre que el castigo que tarde o temprano se les imponga a los presuntos autores sea bastante, porque nunca va a devolvérselas ni a aplacar su ira. Patricia, la hermana mayor de Paloma, es más explícita sobre el exnovio. «Se esforzaba por camelarse a mi madre, con ella era solícito, hasta servil. Pero yo conozco a mucha gente y a él le conocía también mucha gente y yo le advertí a mi hermana desde el primer momento, pero me pidió respetar su decisión», señala, y Carmen reconoce que «consiguió separarla de toda la familia pero yo, como madre, tenía que apoyarla. No sé que tipo de enganche tenía con él». Creen que la noche de autos Paloma, harta de mentiras e imposiciones, rompió con él y ese fue el detonante de la tragedia.

Vídeo. Carmen Rodríguez y Blanca Llamazares hablan de los agresores de sus hijas y de sus actitudes.

Blanca va componiendo un retrato inquietante de estas dos caras del machismo elevado a su máxima violencia. «Son unos embaucadores, tejen una tela de araña, son detallistas, aparentemente se desviven». En el caso del ex de su hija Teresa, César A., de 24 años, era «un pincelín». En el caso de la pareja de Paloma, explica Carmen, «a la vez era muy narcisista, tenía un ego muy fuerte, le gustaba ir muy bien. Cuando le pregunté que por qué se ponía bótox me dijo que 'porque quiero estar a la altura de tu hija'. Tenía respuestas para todo». Aunque su hija mayor apostilla: «Era una mentira detrás de otra y le pillamos en todas aunque, si hubiéramos sabido que antes tuvo una denuncia de malos tratos...».

Reivindicaciones

Para ellas, los dos crímenes son, claramente, violencia de género. La madre de Teresa insiste. «Creo que es un perfil claro de maltratador, a mi hija la mató porque era una chica, inteligente y buena, y le dijo hasta aquí hemos llegado y él dijo o conmigo, o con nadie». Por eso, argumenta Blanca, ha cogido la bandera de su hija para reivindicarla a ella y a todas las víctimas de violencia, para participar activamente en el 8M, dice que estará tras las pancartas. «Teresa era feminista, salía con sus amigas en las manifestaciones y yo ahora me estoy volcando en ello, porque estaría orgullosa». No puede faltar la palabra suajili Endelea, la palabra mágica de su hija, «seguir adelante», hacer camino, su testamento en una sola idea, avanzar.

Vídeo. Carmen Rodríguez y Blanca Llamazares hablan del movimiento feminista y de su actualidad.

Carmen reclama que los politicos se dejen de «electoralismos» y hagan un frente común contra la violencia de género. Empezando, indica, por cambiar las leyes. «Creo que la Ley del 'solo sí es sí' nos está dañando a todas las mujeres y yo no votaría a políticos que están rebajando penas a maltratadores y excarcelando a violadores», subraya. Exige que exista un registro público de agresores sexuales. Blanca, por su parte, considera que es necesario que en la Unión Europea se apruebe una legislación común respecto de la violencia de género porque en este momento, como ocurre en Bélgica, el concepto ni tan siquiera existe en el código penal de este país. Aunque no cree que el cambio legislativo sea la panacea para erradicar estas conductas. «Hay una violencia de fondo en una sociedad que se sobreentiende civilizada y educada que es lo que va regando a estas personalidades. Porque lo de mi hija bien podría haber ocurrido en Irán, pero es que ha pasado en el corazón de Europa».

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