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Silvia G. Rojo
Domingo, 11 de agosto 2024, 00:08
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La de cortacino es una de esas profesiones que, en buena parte de los casos, ha pasado de padres a hijos. Roberto Francisco Rubio no es una excepción y representa a la tercera generación que se dedica al cuidado del monte. «Lo he vivido desde chiquito en casa, el tema del monte me gusta, estás todo el día en el campo, no entre cuatro paredes», justifica su vocación.
Los cortacinos actuales, así sucede con la empresa Anjiverforex de la que es propietario Roberto, abarcan numerosos trabajos «para sacar un poco de todo si no, no da».
Ese «todo» tan genérico recoge desbroces, podas de encina y roble, desmoche de encina, roble y fresno, entresacas de roble y de pino, plantaciones y podas de chopos, gradeo e, incluso, alambrado de fincas, «cogemos todo el abanico», aclara.
A la hora de realizar esta entrevista Roberto se encuentra en el monte de la localidad salmantina de Cereceda de la Sierra donde se han quedado con un pinar y un robledal al que sacarán la mayor rentabilidad posible. «Hemos entresacado el pinar, se ha limpiado y ahora, estamos gestionando el roble al que le hacemos una entresaca porque tiene demasiada población y así van engordando». No solo eso. «Vamos limpiando por el tema de incendios, entre marzo y abril entresacamos para que luego en verano tengamos trabajo pues en esa época no nos dejan cortar madera verde». Toda esa madera luego se saca a una campa con la maquinaria adecuada y se extiende para que los profesionales la vayan picando, haciendo tacos, para finalmente cargar en los camiones.
Todas estas tareas, con la motosierra de seis kilos a cuestas durante muchas horas, requieren de un muy buen estado físico, «además, cuando llueve te calas de arriba abajo, con los fríos de la mañana se te congelan las manos, es muy trabajoso, y ahora en verano, que empiezas desde primera hora de la mañana, a las dos ya no puedes ni con los pantalones», reconoce.
Precisamente, en relación a la mano de obra explica que en ocasiones, «contratamos gente nueva que a los dos o tres días te dicen que esto no es para ellos». No solo eso, «cada vez somos menos y la gente no quiere trabajar en esto porque también está el tema de las ayudas, hay gente que está en el monte que cobra su ayuda y con su motosierra hace algo de leña y lo venden por ahí, eso perjudica mucho, hay mucha gente trabajando ilegal».
Su impresión es que este oficio «se acaba para las empresas pequeñas por eso, porque no hay gente para trabajar y las podas las hacen gente mayor que cada vez se sube menos a los árboles y tiende a desaparecer».
Esas podas llevan a hablar de términos con los que están muy familiarizados las gentes de campo, como desmoche, una poda con la que se da más vida al árbol pero la producción de bellota en el caso de la encina es menor. Por el contrario, cuando se oliva se limpia la encina por dentro y se deja la copa para que produzca más bellota. Son tareas fundamentales porque la encina puede variar su producción hasta un 50% de estar a no estar olivada.
Época para las labores
Las labores tienen igualmente su época, y la del fresno comienza a partir del 15 de agosto, «para que el ramón lo aprovechen las vacas» y a finales de octubre, empieza la del roble y la encina, «con la encina se espera a que caiga la montanera (aprovechamiento de la bellota por parte de los cerdos), así que el periodo de corta es menor».
Estas tareas, a pesar de que pueda parecer que de un modo muy lejano, afectan al conjunto de la sociedad pues mantener el monte limpio beneficia a todos. «La gente yo creo que no es consciente del todo de la importancia que tiene ese trabajo, las fincas que viven de ello se gastan lo que pueden, los precios están muy tocados; los pueblos de sierra están más abandonados porque la gente se ha empezado a marchar, quedan los mayores y los hijos no se quieren hacerse cargo así que el monte está abandonado con el consiguiente problema por el tema de los incendios». También hay menos ganado que, tradicionalmente, ha ayudado en esa limpieza.
Roberto se mueve por toda España, sobre todo por Castilla y León, «con los montes de roble y encina nos quedamos en Salamanca, no nos hace falta ir más lejos, pero con los pinos y los chopos nos toca salir fuera».
El pino lo suele comercializar en la región y una parte en Portugal; el chopo también queda por Castilla y León y Valencia, mientras que las leñas de encina y roble, en un 70% van al país vecino.
El monte también está afectado por enfermedades, el nematodo del pino causó importantes perjuicios hace varios años, con zonas en cuarentena de las que no se podía sacar madera. Ahora ha llegado otra plaga, 'Ips', «que ha surgido a raíz de los incendios y tiene zonas en cuarentena», dice.
Por otra parte, Roberto plantea que en este oficio de cortacino el problema no está en aprender, «no tenemos ningún inconveniente en enseñar, la gente empieza amontonando leña, luego picando y se va fijando y poco a poco aprende». Además, «trabajo forestal no falta, llegas a cualquier pueblo o finca y al día siguiente tienes al lindero o al paisano ofreciéndote trabajo porque la cuestión es que al final, a los pueblos nadie quiere venir», lamenta. En su caso, concluye, «no nos comprometemos con más, tenemos trabajo de sobra».
La empresa de Roberto también colabora con Cáritas Diocesana de CiudadRodrigo ofreciendo todos los años un curso de manejo de motosierra. «Está dando sus frutos, una vez que han terminado la formación hemos contratado gente, sí que funciona, pero no solo con nuestra empresa, también hay gente que se ha ido a trabajar con la empresa estatal Tragsa», confirma el cortacino. Buena parte de la mano de obra que actualmente demanda este sector se cubre con ciudadanos de otros países, «no es nuestro caso, pero muchas empresas que colaboran con nosotros tienen prácticamente el 70% de la plantilla extranjera, es necesaria, si no fuera por la gente que viene de fuera no habría mano de obra».
Algunos oficios tradicionales de nuestros pueblos y localidades están en peligro de extinción. Por eso, y a lo largo de seis entrevistas, pondremos cara y ojos a esas personas que, pegadas a la tierra, intentan que estos trabajos no desaparezcan. Su día a día, sus esperanzas y sueños de la mano de Reale Seguros y su compromiso con territorio y las personas que mantienen la vida en el entorno rural.
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