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Cuando ya se habían sobrepasado las diez horas de la noche del pasado lunes, recién duchado y a punto de tomar algo para cenar en un hotel a orillas del Duero, el joven novillero salmantino Jesús de la Calzada le preguntó a su apoderado, el simanquino Alfonso González Carro, si no había inconveniente en que se quedara a dormir en Tordesillas. Quería, le dijo, presenciar de modo directo el Toro de la Vega. Sentía esa curiosidad. «Bien, pero ya sabes… Que el viernes toreas en Riaza una de 'dolores'», le contestó su representante. Ninguno de los dos imaginaba lo que iba a suceder en la mañana siguiente, martes, durante el desarrollo del ancestral festejo del Toro de la Vega, desde hace unos años castrado en su contenido como rito de sacrificio.
El astado, un impresionante cinqueño de la vacada salmantina de El Pilar, de espectacular arboladura, marcado con el número 107, de nombre 'Portillo', mostraba un trapío terrorífico. El desarrollo de su cornamenta, con tendencia veleta, le confiaría una lámina de peligro notoria y evidente. Tras su suelta, una vez cruzado el puente sobre las aguas del Duero, el animal acudió a una zona en la que varios participantes le citaban tras una torreta y otros elementos aparentemente protectores. La realidad era otra.
Sin apenas darle tiempo a reaccionar, un primer participante resultó cogido, encunado y volteado durante un tiempo que pareció una eternidad. En las imágenes se observaba como el afán del director de lidia, con su capote, por quitar al toro resultaban infructuosos. Aparecieron en ese momento varios jóvenes que citaban, cortaban e incluso coleaban al astado colorado, que se había encelado con su presa.
Entre ellos, Jesús de la Calzada, novillero de la Sierra de Francia que en la tarde anterior, apenas a unos centenares de metros, había cosechado un rotundo triunfo ante su lote de Toros de Brazuelas. Vestido con un pantalón vaquero y una sudadera del mismo color, el espigado diestro cortó y rodeó, muy activo, en varias ocasiones el toro. Cuando se logró que el animal dejara de embestir a su víctima, Jesús ayudó presto al traslado del herido hacia la ambulancia.
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«Es que veo como lo coge relativamente cerca, porque yo tampoco quería correr mucho riesgo al principio, e iba detrás del toro, para vivirlo en directo, pero nunca pensé lo que iba a pasar», relata Jesús de la Calzada. «Me salió sin pensarlo ir a cortarlo, para ayudar a que el toro se fuera y lo dejara de embestir», añade. En ese momento, el chaval salmantino no sabía que lo más arriesgado estaba por suceder pocos minutos después.
'Portillo', que se mostraba como un toro de especial movilidad y acometimiento, no perdía ninguna ocasión para crear situaciones de peligro. Y la de mayor impacto, aunque menor duración, llegó al hilo de las talanqueras de madera que existen en la zona colindante con la vega. Allí, el astado arremetió y cogió con violencia a un varón, con sudadera verde y pañuelo rojo al cuello que se encontraba apoyado en la empalizada.
La prolongada cornamenta del toro le permitió engancharlo y sacarlo hacia afuera, cebándose con él mientras lo sostenía en su testuz. En ese mismo momento, Jesús de la Calzada, acudió veloz hacia el toro, por detrás, para obligarle a que se girara y soltara a su víctima. «Fue instintivo, sin pensarlo, porque además allí no había nadie que le pudiera hacer el quite, y yo no podía verlo y no hacer nada. Así que me fui hacia el toro, lo cité y logré que viniera hacia mí y dejara al señor», comenta, sin darse importancia, mientras trabaja en su pueblo, San Martín del Castañar, en tareas de jardinería.
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Su valor, y su milagroso quite, quizá salvó la vida del cogido, que seguía entre las astas de 'Portillo'. «A mí es que me salió hacer algo, aunque sé que también tiene su riesgo, pero no me importó», expresa Jesús de la Calzada. Y un 'precio' sí tuvo que pagar por su intervención como ángel de la guarda: «Bueno, me dio un derrote fuerte, con un puntazo corrido que me lanzó del todo hacia adentro del vallado, justo cuando estaba intentando saltar», detalla. A través del móvil, nos envía la foto en la que se observa la herida que discurre por el lateral del muslo izquierdo.
«Estoy satisfecho porque hice lo que tenía que hacer, y lo volvería a hacer», concluye el chaval. Este viernes, en la coqueta plaza de la localidad segoviana de Riaza, se las verá con los utreros de Dolores Aguirre. Jesús de la Calzada, el jardinero fiel a su ética humana y del ruedo, dejó en Tordesillas el indeleble rastro siempre generoso y solidario del toreo.
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