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José Capelo, el amante de Bacon, posó para 'Tríptico 1991' que se exhibe en el MoMA de Nueva York. R. C.
Francis Bacon, amor y demonios

Francis Bacon, amor y demonios

Fallecido hace 30 años en Madrid, el genial pintor irlandés viajaba a menudo a España para ver a su amante y gozar de la pintura de Velázquez y Goya en el Prado. El escritor británico Max Porter se mete en la piel del atormentado artista en una obra experimental que quiere casar pintura y literatura

Miércoles, 27 de abril 2022

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El 28 de abril de 1992, confortado solo por sor Mercedes, una monja agustina recoleta, fallecía en la clínica Rúber de Madrid Francis Bacon (Dublín,1909). Fascinado por Velázquez y Goya, el genial y atormentado pintor irlandés pasaba unos días en Madrid, como hacia a menudo, en compañía de su amante, el banquero español José Capelo Blanco, 43 años más joven que él. Su inesperada muerte conmocionó al mundo del arte.

Ahora el escritor británico Max Porter (High Wycombe, 43 años) se mete en la piel de un Bacon que batalla con sus indomables y abundantes demonios en sus últimas horas. Lo hace con 'La muerte de Francis Bacon' (Literatura Random House), insólita obra experimental en la que Porter traduce en siete «imágenes escritas» el explosivo «funcionamiento final» de la mente de Bacon.

Velázquez era para Bacon «el mejor pintor de todos los tiempos». Volvía una y otra vez a gozar de su pintura en sus solitarios y anónimos paseos por el Museo del Prado. Entre los papeles de su caótico estudio londinense, en el 7 de Reece Mews, había fotos y libros del autor de 'Las meninas' y del 'Retrato de Inocencio X' que tanto replicó.

Detalle de un autorretrato de Francis Bacon. R. C.

Bacon volaba a Madrid cuando se sentía «abotargado». Del aeropuerto iba directo al Prado, que en 2009, casi dos décadas después de su muerte, acogería una muestra con 78 de sus obras. Disfrutaba por unas horas del magisterio de Velázquez y Goya, dormía en un hotel y regresaba «confortado» a Londres.

Pero sus viajes a Madrid se hicieron más frecuentes cuando Bacon se convirtió en amante del afectuoso y cultivado banquero español José Capelo. Su relación estaba en las antípodas de los sórdidos y fugaces encuentros con chaperos a los que Bacon se entregaba en sus lúbricas noches londinenses, antes o después de recalar en el Colony Room, su segunda casa.

Fiesta y citas

Los médicos habían recomendado a Bacon no viajar a Madrid en la primavera de 1992. Tenía 82 años, un cuadro asmático agudo y le habían extirpado un riñón. Pero quería ver a Capelo, de quien se había enamorado cuatro años antes, y cerrar la exposición en la sede madrileña de la galería Marlborough que se inauguraría finalmente en octubre. Bacon tenía 78 años y Capelo 35 cuando se conocieron en una fiesta. Viajaron juntos por todo el mundo. El español realizó su pasión por el arte y por la obra del genial pintor. Bacon descubrió el modo de vida de España e intentó aprender español.

«Quedábamos los lunes, cuando el museo estaba cerrado. Una vez Bacon llegó con un joven muy guapo y bien vestido. Él tenía unos ojos chispeantes, llenos de calor y de vida. Sus dos pasiones eran Velázquez y Goya. Más que mirar los cuadros, los penetraba», explicó en su día Manuela Mena, cómplice de Bacon y entonces subdirectora del Prado. «Sus cuadros muestran un interior atormentado, pero viviendo era un hombre optimista que gustaba disfrutar del día a día», decía Mena.

Capelo posó para una de las obras más notables de Bacon, el 'Tríptico 1991' que cuelga en el MoMA, y una galería suiza vendió por mas de siete millones de euros el 'Retrato de José Capelo'. Bacon obsequió a su amante con cuadros valorados en 30 millones de euros. Cinco de ellos fueron robados de su casa en Madrid en 2015, de los que tres se recuperaron dos años después. La cotización de la obra de Bacon es hoy estratosférica. 'Tres estudios de Lucien Freud' fue, en su día, la obra más cara en la historia de las subastas, adjudicada en 2013 por casi 130 millones.

José Capelo retratado por Bacon R.C.

Bacon vivía de noche y trabajaba de día en una obra «marcada por el dolor, la carne y las sangre», rememoró Elena Ochoa, hoy esposa de Norman Foster, y que conoció al pintor un bar de Madrid. «Por su energía infinita, necesitaba el placer sin límites del sexo, el alcohol y la amistad; tenía una lealtad total a los suyos» dice la galerista y editora del libro-maleta 'Detritus' sobre el genio irlandés.

«Si se piensa que mis obras son violentas es que no se ha pensado antes en la vida. Nunca consigo ser tan violento como lo que me rodea», aseguró un Bacon hijo del maltrato. Cuando su padre supo que era homosexual (le pilló vestido con ropas de mujer) le vejó y humilló. Con 17 años le envió a Berlín con un tío criador de caballos que le violó. Ahí nacen las infernales pesadillas de Bacon. Ya consagrado, rechazó todos los honores. No quiso ser ni 'lord' ni 'sir'. Sólo quería observar a sus semejantes y pintarlos. «Cuando pinto me siento un ser humano», decía.

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