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El escritor Juan Eslava Galán. Javier Ocaña

Juan Eslava Galán

Escritor
«De don Juan solo tengo el nombre»

Vermú de domingo ·

En 'Amor y sexo en España contado para escépticos' escribe la crónica sexual de nuestro país desde la prehistoria hasta la actualidad

Domingo, 9 de noviembre 2025, 00:20

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A lo largo de su extensa obra literaria, Juan Eslava Galán se ha dedicado a arrojar luz sobre episodios del pasado mezclando un profundo conocimiento histórico con anécdotas jugosas. Con ese exitoso método, en 'Amor y sexo en España contado para escépticos' (Planeta) aborda la historia sexual de nuestro país metiéndose debajo de los hábitos, de las faldas y de las sábanas de hombres y mujeres de todas las clases sociales. Sin filtro, con humor y con un punto de provocación, Eslava Galán habla de placer, pero también de poder, de religión, de misoginia y de represión.

-En el terreno sexual, ¿los españoles somos más de aperitivo o de ir directamente al plato fuerte?

-Desgraciadamente los chicos, particularmente los de mi generación, siempre hemos ido al plato fuerte saltándonos el aperitivo. Y eso es un problema que se debe a la falta de educación sexual.

-¿Qué le llevó a escribir este manual histórico del deseo? Porque ya había hablado del tema anteriormente.

-Sí, pero los lectores me decían que me dedicaba excesivamente a la aristocracia y a la nobleza y me olvidaba del sexo del pueblo. Claro, yo frente a eso tengo la defensa de que los que más rastro histórico dejan siempre son los poderosos, no los desgraciados. Pero en este libro también hablo del sexo de las clases más bajas.

-¿Por qué nos gusta tanto mirar debajo de las sábanas?

-Porque tenemos un toque de 'voyeur' que es inevitable. El sexo no solo agrada practicarlo, sino también observarlo porque, observando, se aprende.

-Socialmente, el sexo no siempre ha tenido la misma consideración.

-Eso va por épocas. Hay épocas de absoluta libertad: en la prehistoria, el sexo no tenía ningún tipo de cortapisa. Después, desgraciadamente, la cultura nos ha ido limitando mucho: que la mujer tenga que procurar que el hombre que la deja embarazada se haga cargo de la prole para que no recaiga solo sobre su espalda nos ha llevado a la institución del matrimonio, o a la institución de la pareja, que ahora admite muchísimas variantes. Y eso ha condicionado mucho el sexo.

-Tanto como la severidad doctrinal de la Iglesia, que comienza con San Pablo y sigue con San Agustín. Y hasta ahora.

-Efectivamente. La Iglesia recibe la herencia del Imperio Romano, que, en su última época, era muy libre sexualmente. Sin embargo, debido a los problemas personales de San Pablo y, después, al arrepentimiento de San Agustín, que piensa que el pecado original es el pecado del sexo, la Iglesia se muestra muy contraria al sexo. De hecho, heredamos una tradición eclesiástica de la que es víctima la propia Iglesia, como que los curas no se pueden casar, etcétera.

-De esa tradición también es víctima la mujer.

-Es curioso: las mujeres, en la época de Roma, fueron las primeras en apoyar a la Iglesia y, sin embargo, esta les ha pagado persiguiéndolas desde todos los puntos de vista, incluso poniendo en duda en algún concilio si las mujeres tenían alma. La Iglesia ha sido muy enemiga de la mujer, y de algún modo lo sigue siendo, porque no puede haber sacerdotes católicos que sean mujeres. Yo creo que esa es su gran asignatura pendiente.

-En su libro aborda el tema de la prostitución. ¿Cómo puede ser España el mayor consumidor de prostitución de Europa pese a la actual libertad sexual?

-Porque la prostitución estaba muy presente en nuestra tradición: en las pasadas generaciones, ir con prostitutas era una cosa normal que estaba socialmente aceptada. No creo que haya tanta diferencia entre el consumo de prostitución en algunos países liberales de Europa y el nuestro, pero todavía queda esa tendencia.

-Dedica un capítulo a los donjuanes. ¿Quién sería el don Juan de hoy?

-Hoy podríamos señalar a famosos cantantes o famosos políticos. Los cantantes lo tienen mejor porque pueden practicar con las fans de un modo altruista. Por lo que respecta a los políticos, ya vemos que hay políticos siniestros que tienen que pagar por sexo, aunque sea con el dinero de los demás.

-¿Usted ha sido un don Juan?

-No, me temo que de don Juan solo tengo el nombre (risas). Ser calvo y gordito no me ha ayudado nada a ser seductor. He sido poco productivo en ese sentido.

-En literatura sí que ha sido productivo, porque tiene una extensa obra.

-Digamos que mis energías he tenido que gastarlas en la máquina de escribir.

-«Hemos pasado del 'homo salidus' al 'homo asustadus'», afirma. ¿No es una exageración?

-Bueno, toda exageración tiene una parte de verdad. Desde que la mujer, venturosamente, se incorpora al cortejo, ya no es solo el hombre quien tiene que cortejar a la mujer, sino que ella se aventura también a cortejar al hombre que le gusta. Entonces, al hombre se le cruzan los cables y, como no está acostumbrado a ese comportamiento, se asusta.

-Encima que les ahorramos trabajo…

-A pesar de eso, se asustan. La falta de costumbre.

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