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En las últimas alfombras rojas, el juego de moda es averiguar qué estrellas se han pinchado Ozempic. Estrellas y estrellos, que solo hay que ver a Jesse Plemons consumidito vivo. Y que mucho hablar de diversidad y de cuerpos no normativos pero, quien más y quien menos, ha sucumbido ante la tiranía estética de la delgadez y el canon de las facciones angulosas y la cinturita de avispa. Lógico, por otra parte, si tenemos en cuenta que las actrices que no responden al tipo (tipazo) requerido se ven relegadas al papel de la mejor amiga de la prota o al de la lista de la clase. Y una intérprete también ha de cansarse de que su talento solo se despliegue en una dirección.
Por eso, se agradece que en esta nueva entrega de 'Los Bridgerton' dividida en dos partes (los primeros cuatro capítulos están ya disponibles en Netflix, los cuatro siguientes llegarán el 13 de junio), Penelope Featherington no haya tenido que adelgazar para conseguir un novio, que es lo que sucede en el libro original. Y, sobre todo, se agradece que sea Nicola Coughlan la que protagonice esta temporada. Porque el talento de la irlandesa, del que dio buenísima muestra en 'Derry Girls', es inconmensurable. Como decía Mariona Terés en 'Paquita Salas' mientras se quedaba en bragas y sujetador, «esta puta gorda es una estrella». Terés lo es. También Coughlan.
La serie, a pesar del protagonismo de Coughlan, sigue siendo cursi y almibarada, tanto que no es apta para diabéticos. Pero lo bueno de 'Los Bridgerton' es que no quiere ser más de lo que es, y da a sus seguidores todo lo que les gusta: una estructura construida a partir de un romance central rodeada por otros romances que vienen y van, deseos reprimidos (o liberados, según el personaje), un poco de erotismo suave, números de baile al ritmo de adaptaciones de temas actuales, lujo, suspiros, cotilleos y las pelucas loquísimas de la reina Charlotte.
A eso hay que añadir que, afortunadamente, esta nueva temporada es bastante más entretenida que la anterior, centrada en el somnífero amorío entre Anthony y Kate. Comienza con una sufridora Penelope que no solo soporta el castigo de verse rechazada por Eloise Bridgerton desde que descubriera que ella es Lady Whisteldown, sino que también ha acabado renunciando a que el amor que siente por Colin (Luke Newton) sea correspondido.
Desengañada, decide a tomar las riendas de su vida, lo que en esa época equivale en dejar las riendas en manos de un marido, y, dispuesta a encontrarlo, abandona los colores estridentes propios de su madre y sus hermanas, apuesta por el muy favorecedor verde para las pelirrojas y se tira de cabeza al mercado matrimonial. Pero, insegura y tímida como es, necesita que le echen una mano.
Y ahí está su amigo Colin Bridgerton dispuesto a darle unas clases sobre cómo seducir a un hombre, y la cosa funciona hasta el punto que Lord Debling (Sam Phillips), un acaudalado naturalista que gusta de pasear por el campo y observar a los pájaros, le hace una proposición de matrimonio. Pero, entre tanto, Colin descubre (¡oh, sorpresa!) que está enamorado de Penelope, lo que da lugar a una tórrida escena dentro de un carruaje que ha enloquecido a los fans de la serie.
¿Triunfará definitivamente el amor entre los viejos amigos? ¿Descubrirá Colin que su amada es Lady Whisteldown? ¿Penelope y Eloise volverán a ser amigas? Habrá que esperar a la segunda parte de esta última entrega para que preguntas de tamaña enjundia sean resueltas. Qué sinvivir.
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