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En pocos días nos han dejado dos referencias del periodismo: Jesús Quintero y Ángel Casas, dos buenos ejemplos de cómo realizar una entrevista, actualmente en desusoNecesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Me gusta hacer entrevistas, no tanto que me las hagan. Por deformación profesional, me dan ganas de ponerme al otro lado cuando me toca ser el protagonista e inflarme a preguntas a mí mismo en voz alta, un ejercicio de ego desmesurado. Suelo comentar que una buena entrevista es obra de un buen entrevistado. Nunca hay que estar como periodista por encima de tu interlocutor. Sin embargo, cada vez es más habitual que alguien te lea unas cuestiones escritas en un folio, en la tablet o en el móvil, una detrás de otra, sin mirarte a los ojos. El entrevistador pasa lista, hace doble check en cada interrogación y apaga la grabadora. Es decir, no escucha. Va a lo suyo, a cumplir con el expediente, sin darle importancia, por ejemplo, a los silencios. La pausa dramática era una de las mágicas virtudes de Jesús Quintero. Así conseguía hipnotizar a sus víctimas.
En pocos días nos han dejado dos referencias del periodismo: el loco de la colina y Ángel Casas, dos buenos ejemplos de cómo realizar una entrevista, actualmente en desuso. El contexto en el cual sus conversaciones se hicieron famosas se aleja de la televisión actual, donde el ruido no da tregua al silencio. Ana Pastor lee una pregunta tras otra a contrarreloj, a veces con agresividad, como si no hubiera un mañana. En 'El hormiguero' y 'La resistencia' chillan, buscan la broma y disparan preguntas vacías de contenido buscando la complicidad inmediata de un espectador que ya no está habituado a oír respuestas profundas. Acaba el intercambio de palabras y no sabemos quién es el entrevistado, a no ser que sea una celebridad de antemano. Nada de escuchar, buscar la naturalidad, desnudar al interlocutor y conseguir la atmósfera idónea para desvelar su intimidad. Adiós a los silencios.
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