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El Tour de Vingegaard y Pogacar descubre a Carlos Rodríguez

El Tour de Vingegaard y Pogacar descubre a Carlos Rodríguez

El granadino, de 22 años, gana la fantástica etapa de Morzine, tercer triunfo español, y se mete en el podio junto al danés y el esloveno, que comparten un duelo legendario

J. Gómez Peña / COLPISA

Sábado, 15 de julio 2023, 20:30

No hay mejor combinación que dos campeones sin miedo a perder. Cuerpo a cuerpo. Sin bozal. A mordiscos. Así están corriendo este fantástico Tour que partió desde Bilbao Jonas Vingegaard y Tadej Pogacar. Su pelea ya es histórica. Para la leyenda. Los dos clavaron las piernas en el asfalto derretido del Joux Plane, un puerto cruel. Y la emprendieron a garrotazos como en el cuadro de Goya. Se quedaron solos hasta que apareció uno aún más joven que ellos, el andaluz Carlos Rodríguez. El futuro en sus piernas.

Se sumó al duelo en el descenso. Más estacazos. El Tour enloquecía con este trío enloquecido y suicida en la vertiginosa bajada hacia Morzine. La Grande Boucle descubría el valor del corredor de Almuñécar, de solo 22 años, serio, ingeniero y ciclista total. Arriesgó en los lazos del descenso. Sin miedo. Y voló en su primer Tour hacia una victoria inolvidable que le coloca tercero en el podio (a 4.43 del líder) y que anuncia su nombre como próximo candidato a todo en la Grande Boucle. A la espera de la ediciones por las que pugnará el corredor granadido, en este Tour Vingegaard manda en la clasificación general con 10 segundos, uno más que el viernes sobre Pogacar. Tras ellos está ya el que viene, Carlos Rodríguez.

«No me lo creo. No creía que esto fuera posible», repetía el corredor granadino, autor a lo grande del tercer triunfo del pelotón español en este Tour tras los logrados por Pello Bilbao y Ion Izagirre. Hay que remontarse a 2015 para encontrar un dato así. Parece el final de la crisis. «Yo solo quería hacer la mejor etapa posible», decía Rodríguez con el rostro nuevo, recién planchado, como si no viniera de estrujarse en una etapa alpina gigantesca. Tercero en la general, le saca un segundo a Hindley, que había sufrido una caída y que no estuvo a su altura. El corredor de Almuñécar, formado en la cantera impulsada por Alberto Contador y fichado aún en edad juvenil por el Ineos británico, está destinado a ser el líder del Movistar a partir de la próxima temporada. Su entrenador, el vizcaíno Xabier Artetxe, ha sabido conducirle en voz baja para derrumbar al fin la puerta en la mejor jornada de la mejor carrera. Carlos está hecho para el Tour.

EFE

Quedó claro en la decimocuarta etapa. En los Alpes. Cuando el calor picaba como una avispa. Mikel Landa se echó la jornada al hombro. Dura. Con cinco puertos y una caída masiva el inicio que se cargó a Pedrero, Meintjes, Chaves, Silkeldan y Bardet, y que obligó a parar casi media hora la carrera. Cuando se reanudó, llegó el ejercicio de voluntad de Landa. Hace tiempo que el alavés parece correr para sus seguidores. Que disfruten los 'landistas'. Lo hicieron durante un buen rato, en los dos primeros puertos serios. Landa se subió a una fuga que parecía un manada de lobos: Woods, Ciccone, Martin, Gorka Izagirre, Aranburu, Poels... Pero, fiel a su destino, eligió el día equivocado para la aventura.

Adiós a la fuga de Landa

Por detrás, el equipo de Vingegaard, el Jumbo, no les concedió nunca más de un minuto de cordel. El danés corría empeñado en torturar a Pogacar. Ahogarlo. La táctica de la boa frente a la dentellada de la cobra eslovena. El 'landismo' estaba a salvo. Tampoco iba a ser la etapa de su mesías. Los que se juegan el Tour se quedaron con todo el espacio en el duro puerto de Ramaz, el penúltimo.

El Jumbo impuso la tortura. La misión era asfixiar a Pogacar. Mojarle la pólvora. Van Baarle apretó cuesta arriba y Van Aert, cuesta abajo. Sin pausa. Querían cocer a fuego rápido al rival esloveno, que seguía ahí junto a Carlos Rodríguez y su inseparable y valioso mejor gregario, Jonathan Castroviejo. El vizcaíno tuvo tarea doble: se quedó atrás para arrastrar a Pidcock, que había perdido la estela de ese vagón en la subida. Era una carnicería impuesta por los guardaespaldas de Vingegaard. Y quedaba lo peor. Lo mejor: la subida al Joux Plane, donde Armstrong sufrió como nunca aquel día que con un ataque suicida le asustó Pantani. Territorio para la historia. Para Vingegaard y Pogacar. Y para el que más se les arrima, Carlos Rodríguez.

Pello pierde una plaza

Pello Bilbao perdió pie ahí. Iba al límite. Aguantó y cuando ya no pudo, evitó reventar. Cedió una plaza. Ahora es octavo. Pero sigue en la lucha por el top-5. No cejará. Delante, Vingegaard y Pogacar se atizaron sin piedad. Van Aert, siempre él, anunció al danés. Y Adam Yates, al esloveno. Más ritmo. Más aún. Pogacar, a 3,7 kilómetros de la cima, se despegó de su sombra. Veinte, treinta metros... No más. Así, duelo al sol, estuvieron dos kilómetros. Eternos. Hasta que Vingegaard, resistente, le cazó. Juntos de nuevo, como llevan todo el Tour.

Pogacar, con ojeras de tanto sufrir, sobrepujó. Otro sopapo. Las motos que le precedían le frenaron. El Tour es una atasco. La réplica fue de Vingegaard, que tuvo reprís para cruzar primero la cumbre y arañarle dos segundos de bonificación a su rival. Detrás, Carlos Rodríguez se medía. Es un chico estudioso. De ciencias. Calcula bien. Supo regularse como un veterano. Y aprovechó que el dúo se vigilaba para cogerlos en el descenso. Puro riesgo. Es la cuesta que descubrió al Perico Delgado funambulista. Esta vez, la perla que salía de la concha era un andaluz serio, Carlos Rodríguez.

Se lanzó. A por todas. Quería alejar a Hindley, el tercero en la general. Lo hizo. Descendió en cascada hasta Morzine. Pogacar, ayudado por Adam Yates, y Vingegaard no trazaron con tanto tino las curvas. Eso le dio a Rodríguez la ventaja con la que se presentó ante el Tour. Con una victoria mayúscula. En Morzine. Pogacar acabó segundo y rascó más bonificaciones que Vingegaard, tercero. El líder danés tiene 10 segundos de margen sobre el esloveno. Ninguno cede. El Tour es de uno de los dos. En la meta, los dos, a dúo como viven desde la Gran Salida en Bilbao, felicitaron al español. Le miraron. Les ha salido un rival de su altura para próximas ediciones.

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