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Joel, árbitro de fútbol base de Salamanca. José Manuel García

La batalla silenciosa del árbitro de fútbol en Salamanca: «No hay partido sin insultos»

Un árbitro del fútbol base de Salamanca analiza la situación que atraviesa la ciudad, nada nuevo, pero cada vez más normalizada con límites que crecen. ¿Cuál es la situación? ¿Siente miedo?

Jueves, 13 de febrero 2025, 08:21

Nos situamos en el centro del anexo del Reina Sofía, días atrás un entrenador intento dar un cabezazo a un árbitro, según el acta arbitral, siendo inmediatamente expulsado de Unionistas de Salamanca. Es un ejemplo de muchos. Joel, sin agentes externos, mira hacia la grada. Es colegiado, tiene 24 años y no entiende cómo puede seguir habiendo chicos y chicas que quieran vestir de árbitros. Él ha pasado medio, ahora se enfrenta a la situación con experiencia, pero está harto.

¿Qué piensas cuando miras hacia grada? ¿Qué se ve desde este lado del campo?

«He aprendido a no mirar, directamente. Siempre voy a recibir algo de ese lado. Un insulto, por muy mínimo que parezca. El típico 'eres muy malo' o 'estás ciego'. Eso siempre. Parece que no es grave, pero porque está normalizado. Yo no voy al trabajo de nadie a decirle nada. Está automatizado el insulto».

¿Y cómo se consigue no mirar?

«Centrándote en el partido. No me entero de la mitad de lo que pasa en la grada, estás pendiente del partido. Escuchamos mucho menos de lo que hay y aún así escuchamos muchas cosas. Cuando empecé a jugar no pensé en los insultos. Es cierto que sabía lo que había, pero mis amigos a día de hoy me preguntan cómo puedo seguir aguantando. No lo sé, he adquirido paciencia».

«Tenemos clases de psicología para entender cómo lidiar con las protestas»

¿Existe una preparación psicológica para estos casos?

«Tenemos clases de psicología para entender cómo lidiar con las protestas, pero de cara a los entrenadores y a la afición, no a la grada. No puedo prepararme ni debo para aguantar insultos de por sí. Nos preparan para saber responder a la protesta. Entiendo que un jugador que está a mil pulsaciones proteste y yo puedo responder con una amarilla, una roja o una advertencia. Puedo entenderlo y no tolerarlo. Pero no de la afición. Nos preparan para establecer la mejor relación posible con un jugador, que él no se vaya por un lado ni tu te cabrees».

¿No existen las mismas pulsaciones en otros deportes y no se toleran tales límites?

«Lo sé. Al final, todos partimos de la normalización. No hay casos normales. Ni siquiera una jugada polémica puede dar lugar a una situación así. Estamos en un momento... que te protestan hasta las faltas a favor».

El miedo de un árbitro

Recuerda cómo vivió un encuentro en Ciudad Rodrigo. Se jugaban el descenso y Joel anuló el gol del empate por fuera de juego. Lo vio claro. Toda la afición le esperó fuera, el delegado de campo no le acompañó y se vio totalmente solo. «Tuve suerte porque no sufrí ninguna agresión física», reconoce.

¿Es normal llegar a decir que has tenido suerte porque no te hayan agredido físicamente?

«Visto lo visto, sí. No es habitual que nos agredan físicamente y menos mal, pero verbalmente es todos los días, todos. Llega un momento en el que el fútbol se ha convertido... es el padre que entra a por el entrenador, el hijo, el compañero, el rival... Ya no hablamos de fútbol. Esto no es fútbol. El fútbol son 11 contra 11, siete contra siete o lo que sea, nada de insultos».

J.M.García

¿Sentiste miedo?

«No sé si miedo. Al final la experiencia me ha dado calma. Lo definiría como momentos de tensión y de agobio. Ves a tanta gente contra ti... estás solo... jugadores, padres y entrenadores a por ti. Sientes que van a por ti en un momento que estás indefenso».

Cuenta la última que ha conocido: «El otro día un árbitro de 15 años tuvo que ser acompañado por uno de los entrenadores de otro equipo porque están los padres esperándolo a la salida. ¡Un árbitro de 15 años!»

El camino hacia una solución

¿Cuál es la solución a juicio del árbitro?

«No sé si la hay. Es muy difícil. Todo empieza por la concienciación. Nosotros no queríamos hacer huelga. Íbamos a fastidiar a muchos niños y no queríamos, pero ya no sabemos qué hacer. Es el padre que está viendo a su hijo -que puede quejarse- que le diga al padre de al lado que se está pasando. Al final, es pararle los pies al de al lado».

¿Consideras que existen las herramientas adecuadas para hacer enfrente a estos casos?

«Bajo mi consideración las sanciones a veces se quedan cortas. En el acta ponemos lo que vemos, pero del 90% de las cosas no te enteras, porque estas a tu trabajo. Al compañero que agredieron pudo ver lo que pudo ver, pero no registró lo que pasaba en la grada porque estaba tratando de defenderse».

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