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ÍÑIGO GURRUCHAGA
Edimburgo
Domingo, 11 de septiembre 2022, 21:40
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Jean estaba de pie mirando, tras la valla metálica que habían instalado frente a la puerta del palacio de Holyroodhouse, como si fuese un horizonte. Quedaba mucho tiempo para que el cortejo con el féretro de Isabel II descendiese la Milla Real de Edimburgo. Le rodeaban ofrendas de flores y mensajes afectuosos a la reina fallecida.
Estaba en casa, con su hija enferma, cuando el jueves se divulgó la preocupación de los médicos por la salud de la soberana y ella creyó que sería algo pasajero. Había notado en los últimos meses y semanas que la reina había envejecido, pero la voz era aún fuerte. Cuando se anunció el fallecimiento, se echó a llorar. «Fue una conmoción, una gran conmoción», decía Jeane. «Tuvo una buena vida, eso sí». No identifica grandes logros de Isabel II, porque tampoco ha seguido a la realeza, salvo cuando aparecía en televisión, pero destacaba la reacción en el resto del mundo. «Era una buena persona. Una gran persona», repite.
Jean declara que se siente en forma a sus 76 años. Añade que su marido murió hace cuatro, que tuvieron dos hijos, que ahora camina por Edimburgo y otros lugares de Escocia. Una buena vida también, porque no siente envidia de la riqueza de la familia real ni de nadie.
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La quietud solitaria de Jean, que creía que no iba a quedarse, con su familia, hasta la llegada del cortejo tenía hondura, pero también entre quienes comenzaban a aglomerarse en torno al palacio había calma y silencio. Infinidad de ramos con rosas, girasoles o delias se desplegaban junto a las verjas o en torno a los árboles del jardín que bordea los muros de la casa. Un policía saludaba a los tres hijos de una pareja de rumanos que llevaban ramos de rosas rojas.
Las ofrendas florales se acompañaban de dibujos de niños, de fotos de la reina con su marido, Felipe de Edimburgo, con estampas de mariposas y mensajes de agradecimiento. Algunos eran más elaborados: 'Reina de los escoceses, abuela de todos nosotros, te echaremos siempre de menos. Como todo arcoiris que colorea el cielo, eras única'.
El Parlamento escocés fue diseñado por el español Enric Miralles, fallecido antes de su construcción, frente a Holyroodhouse. Tuvo la idea de conectar la falda del Asiento de Arturo, una montaña de doscientos metros que es la más alta de la ciudad, con su edificio, como signo de que la forma política parlamentaria nacería de la naturaleza.
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Desde el canal superior de la estructura de hormigón y jardinería que ideó Miralles para hacer esa conexión observaban la escena general Moira y David, ambos en su cincuentena, ella bancaria (banquera, según dicen los anglosajones) y él, jubilado. Lo que decía David sobre la muerte de Isabel II tenía un eco cercano a las palabras de Jean.
Su madre tiene 85 años y ha quedado consternada tras la muerte de la reina. David cree que para esa generación, en la que también se puede incluir a Jean, es el fin de su tiempo. «Les parecía que iba a vivir siempre», dice. La pareja estaba paseando por la milla real, observando lo que ocurría en su ciudad. A Moira le sorprende que su marido comente que se sintió muy emocionado cuando se anunció el fallecimiento.
Ambos creen que Carlos será un buen rey, un rey similar a su madre, «porque la monarquia hace lo mismo siempre». Y consideran positivo para su deseo de preservar la unión de todo el reino que los independentistas escoceses abogasen durante el referéndum de 2014 por el mantenimiento de la monarquía en una Escocia independiente, y lo piensen también ahora.
La ministra principal del Gobierno escocés, Nicola Surgeon, que quiere convocar una nueva consulta en 2023, ha emitido un mensaje a sus conciudadanos con expresiones calurosas sobre la monarca fallecida: «La muerte de Su Majestad en Balmoral significa que Escocia ha perdido a una de sus más dedicadas y queridas sirvientas. El lamento que hemos visto en el mundo ha sido profundo y muy emocionante».
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Isabel II no parecía sin embargo imparcial sobre la independencia. Subrayó los beneficios de la unión en un discurso, en 1977, cuando el Partido Laborista promovió la organización de un referéndum sobre la autonomía. La propuesta fue derrotada porque la condición del cambio contemplaba que al menos el 40% de los censados votase por la restauración del Parlamento.
La autonomía fue restaurada en 1997 por iniciativa del Gobierno de Tony Blair con una gran mayoría en Londres y en Edimburgo. La reina volvió a intervenir en 2014. Seis días antes de la última consulta, se acercó a la gente que esperaba su salida de la pequeña iglesia parroquial de Balmoral y, ante las cámara de la BBC, les dijo que tenían que «pensar cuidadosamente sobre el futuro».
Se interpretó que era un mensaje favorable a la campaña del 'no' a la independencia. Y que la reina había respondido a la petición del primer ministro, David Cameron, preocupado por la posibiliidad de una derrota. Cameron alardeó tras la victoria de que, cuando le notificó el resultado, se podían detectar por teléfono su felicidad. La monarca se habría enfadado con él por quebrar la confiidencialidad de las conversaciones con la soberana.
La parroquia de la reina cuando residía en Holyrood era la Canongate Kirk. Es una pequeña iglesia de paredes blancas, cristaleras simples, bancos de color azul y enseñas militares. La primera fila estaba reservada a los inquilinos del palacio, con una corona esculpida en madera en el borde del respaldo. Los feligreses depositaron ayer en el asiento de la reina un centro de pequeñas rosas blancas, fresias y unas hojas verdes de una planta que conocen como 'oreja de cordero'.
Es una parroquia de la Iglesia de Escocia, presbiteriana, cuyos derechos de independencia –entre ellos que el monarca no les gobierne como hace con la Iglesia de Inglaterra– fueron objeto de una promesa de protección por Carlos III en la ceremonia de su confirmación. Pero a esa Iglesia acudía la reina cuando estaba en Edimburgo.
Muy cerca de allí está una sala de la Iglesia Agustina Unida. Estas 'bajas iglesias' con estructuras que a menudo no van mucho más allá que la comunidad local de feligreses, no se ven afectadas por el cambio de rey. «Carlos es ahora el rey, pero nuestro rey es Dios», decía un hombre que reparaba un cartel en la puerta. «Está dicho: 'Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios'».
Una pareja de jóvenes franceses, osteópatas, Axel y Armande, se desviaron ayer de su viaje para asistir a lo que calificaban como un evento histórico. Ella calificaba como «magnífica, impresionante» la trayectoria de Isabel II, pero hubiese rechazado convertirse en monarca alos 25 años. Él explicaba que no podía entender «cómo puede haber tanto amor por alguien que no gobierna el país».
El cortejo fúnebre que trasladaba los restos de Isabel II partió este domingo a las diez de la mañana (11.00 hora española) del castillo de Balmoral y llegó al palacio de Holyroodhouse a las cuatro de la tarde. Fue un trayecto de seis horas para completar casi 300 kilómetros en una caravana lenta para que miles de ciudadanos pudieran dar su último adiós a la reina.
En la comitiva viajó la princesa Ana y, a su llegada al palacio de Edimburgo, el féretro –cubierto con el estandarte de Escocia– fue recibido por los condes de Wessex y el duque de York con una inclinación de cabeza. Mañana será trasladado a la cercana catedral de St. Giles en una jornada de despedida.
Edimburgo, así como las capitales de Gales e Irlanda del Norte, fue escenario también de la proclamación formal de Carlos III como rey de todo Reino Unido. La lectura protocolaria en Edimburgo, Cardiff y Belfast concluyó con el 'Dios salve al rey'. También se dispararon 21 salvas de cañón.
En el caso de la capital escocesa, el momento de la lectura se vio interrumpido por algunos abucheos en la plaza del Parlamento después de la frase «Dios salve al rey». De inmediato comenzó a sonar el himno del Reino Unido que corearon muchos de los asistentes, incluida la ministra principal, Nicola Sturgeon.
En Irlanda del Norte, que Carlos III visitará el martes tras su paso por Edimburgo, la proclamación se celebró en el Castillo de Hillsborough, residencia oficial del monarca y también sede de la Secretaría de Irlanda del Norte del Gobierno británico. La ceremonia contó con una amplia representación política, salvo el Sinn Féin, que ya había adelantado que no habría ningún diputado suyo porque el acto era para « quienes tienen su fidelidad política en la Corona británica». No obstante, su presidenta, Mary Lou McDonald, reconoció que Isabel II «trabajó por la paz entre nuestras islas y la reconciliación de toda nuestra gente».
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