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Una mujer llora este domingo en una calle arrasada de Bajmut por los bombardeos. Efe
Lluvia de obuses sobre Bajmut en el inicio del segundo año de la guerra

Lluvia de obuses sobre Bajmut en el inicio del segundo año de la guerra

La dialéctica sigue en máxima tensión; Putin denuncia que Occidente quiere acabar con Rusia como «grupo étnico» y Zelenski condiciona la paz al «regreso» de Crimea a Ucrania

M. Pérez

Domingo, 26 de febrero 2023, 18:11

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El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha vuelto a poner a Crimea como condición para conseguir el fin de la guerra en Ucrania. El mandatario ha expresado su convencimiento de que la paz «llegará» a la exrepública con «el regreso» de la península que Rusia se anexionó en 2014. Así lo ha señalado en un mensaje en las redes sociales con motivo de la celebración este domingo del Día de la Resistencia a la ocupación rusa de Crimea.

«Hace nueve años comenzó la agresión rusa en Crimea. Habiendo regresado a Crimea, restauraremos la paz. Esta es nuestra tierra. Nuestro pueblo. Nuestra historia. Devolveremos la bandera ucraniana a todos los rincones de Ucrania», ha manifestado el presidente de Ucrania, cuyos servicios de Inteligencia han informado de que las tropas rusas acantonadas en la península han comenzado a construir fortificaciones para defender el territorio anexionado.

Zelenski firmó el 26 de febrero de 2020 el decreto que oficializaba el 'día de la resistencia' por la ocupación, un episodio que en 2014 provocó el mayor foco de tensión entre Rusia y Occidente desde la época de la Guerra Fría. Moscú puso en marcha una invasión 'suave' del territorio, según la definición de varios analistas, que permitió tomar su control sin apenas enfrentamientos después de las protestas que dividían Ucrania entre los prorrusos (favorables a una mayor integración con Rusia) y los europeistas (partidarios de fortalecer la relación con la UE). Las protestas, conocidas popularmente como el Euromaidan, terminaron a la postre con el Gobierno del presidente Yanukóvich.

Su caída llevó consigo que el Parlamento de Crimea nombrase a un primer ministro prorruso mientras el Kremlin aumentaba el número de tropas en sus bases distribuidas por la península y establecía controles en los accesos con el resto de Ucrania. Grupos armados tomaron además los aeropuertos y la ciudad de Sebastopol. Moscú justificó el despliegue por la supuesta necesidad de defender a la población prorrusa frente a los movimientos nacionalistas ucranianos más radicales. Un argumento muy parecido al que Putin esgrimió hace un año para ordenar la invasión del Donbás.

Porque, en realidad, la historia se repite. El 16 de marzo de 2014, un referéndum sobre la adhesión de Crimea a Rusia, organizado sin ningún tipo de observadores y considerado ilegal por Occidente, arrojó como resultado la existencia de un 95% de población favorable a consumar la anexión; un balance y una consulta que recuerdan sobremanera al proceso seguido hace unos meses para anexionar los territorios de Donetsk y Lugansk a la Federación Rusa.

Se reanudan los ataques

El recuerdo de la resistencia de los ucranianos a la anexión de Crimea se produce dos días después del primer aniversario de la invasión de la exrepública. La tregua que ninguna de las partes acordó, pero flotó en el ambiente de la efemérida ha quedado rota este domingo cuando Rusia ha reanudado los bombardeos en cuatro puntos de la exrepública. La artillería se ha cebado en los flancos sur y este del país mientras los bombardeos aéreos han martilleado sobre Jersón y las escasas defensas que los ucranianos mantienen en pie alrededor de Bajmut. Cinco civiles han muerto en estos dos últimos enclaves por los ataques.

Los combates se han recrudecido alrededor de Bajmut, donde están atacadas siete aldeas y se lucha en otros catorce puntos del frente. La ofensiva, en la que participan militares veteranos, otros recién movilizados y mercenarios del grupo Wagner, parece encaminada a aislar y rodear a los ucranianos defensores de la ciudad. Hay casos espcialmente trágicos como el de la localidad de Avdiivka, que ha recibido fuego de artillería en dos ocasiones en menos de un día.

La gira de Blinken

Ahora mismo también hay otra guerra fuera de las trincheras. Soterrada, en el caso de Estados Unidos, que acaba de negar a Kiev el envío de cazas de combate. Y en el G20, donde los ministros de Economía y Finanzas reunidos en Bangalore (India) no lograron este sábado consensuar un comunicado donde aparecían referencias a la ocupación de la exrepública soviética. Tanto los representantes de Moscú como la delegación china rechazaron utilizar el término «guerra» mientras el resto de socios tampoco quiso recurrir a un eufemismo para esconder este conflicto.

Una de las cientos de manifestaciones a favor de Ucrania celebradas este fin de semana en Europa.
Una de las cientos de manifestaciones a favor de Ucrania celebradas este fin de semana en Europa. Efe

La negativa de Pekín fue aprovechada por algunos países occidentales para ratificar su impresión de que el plan de paz presentado por su Gobierno «no es creíble». Pero lo sea o no, lo cierto es que ha comenzado a provocar movimientos. Kazajistán, extenso país de Asia central, ha sido hasta ahora aliado de Moscú aunque ha mantenido la neutralidad frente a la invasión con una ambigüedad parecida a la del gigante asiático. No ha condenado la ofensiva, pero tampoco ha reconocido la anexión de los territorios del Donbás que Vladímir Putin declaró hace unos meses. Sus líderes, sin embargo, dieron ayer un abierto respaldo a China como promotora de unas eventuales conversaciones de paz y afirmaron que la iniciativa «merece ser apoyada», todo ello en vísperas de la visita que el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, realizará a las cinco exrepúblicas soviéticas de Asia central para forjar nuevos lazos con Washington.

Blinken llegará el martes a Kazajistán y un día más tarde visitará Uzbekistán para terminar el viernes con una reunión conjunta con los cinco gobernantes asiáticos. Estados Unidos sabe que es una misión muy sutil y llena de dificultades, pero de la que obtendría un gran rendimiento si consigue sintonizar con las cinco exrepúblicas. El secretario de Estado quiere convencerles de que Washington es un «socio confiable» y, por si acaso, llevará bajo el brazo «algo que ofrecer en términos de compromiso económico». No obstante, la Casa Blanca admite que sus interlocutores no son fáciles de convencer. Sus países mantienen acuerdos muy firmes en materia de seguridad y economía con Rusia, que incluso recibe a miles de trabajadores de estas regiones.

De forma semejante a Kazajistán, India, país anfitrión de la reunión del G20, del que es presidente de turno, también quiere «contribuir a los esfuerzos de paz de Ucrania», según manifestó el primer ministro, Narendra Modi, «Desde el comienzo del conflicto, India ha puesto énfasis en la necesidad de resolver esta disputa a través del diálogo y la diplomacia», subrayó el gobernante indio, al término de un encuentro con el canciller alemán, Olaf Scholz, en Nueva Delhi. El dirigente germano también expresó su opinión sobre la propuesta del gigante asiático, de la que dijo que «tiene luces y sombras». Así, Scholz valoró positivamente la advertencia que Pekín lanza a Moscú en contra del uso de las armas nucleares –incluso, de la mera amenaza de recurrir a ellas–, pero criticó la ausencia de exigencia alguna a que las tropas rusas abandonen Ucrania.

Tratado nuclear

Estados Unidos, en cambio, lo tiene más claro. Tanto como la Unión Europea y la OTAN. El asesor de Seguridad Nacional de EE UU, Jake Sullivan, ya señaló el viernes que la Casa Blanca descartaba la iniciativa por completo. A su mensaje se sumó ayer el del propio presidente, Joe Biden, quien evitó referirse al plan en concreto, pero sí informó de que había advertido a su homólogo Xi Jinping que no suministre armas a Rusia, en una demostracion más de las tensas relaciones existentes entre las dos potencias.

Biden también confirmó este sábado otra negativa. La de que no enviará «por ahora» aviones de combate a Ucrania, dando por zanjada la controversia abierta entre los países aliados a raíz de las insistentes llamadas del líder ucraniano Volodímir Zelenski a recibir F-16. Según el presidente, Kiev «no necesita» en estos momentos las aeronaves», ya que «no hay base sobre la cual exista una razón, según nuestro Ejército ahora, para proporcionar F-16». Zelenski, que recibió el abrazo de Biden el pasado jueves en Kiev ante el muro de los caídos en la guerra entre muestras mutuas de complicidad, todavía no ha respondido a esta negativa, que arrastraría al resto de aliados de la OTAN en el mismo sentido. El presidente ucraniano ha deslizado este fin de semana que, según su opinión, habría al menos tres gobiernos europeos favorables a abastecer con cazas a su fuerza aérea.

Washington y la OTAN son extremadamente remisos a dar este paso por las repercusiones que podría tener en Moscú y sus consecuencias sobre una eventual escalada de la crisis bélica. El presidente ruso, Vladímir Putin, está convencido, de hecho, de que la Alianza Atlántica ya participa en la guerra mediante el envío sostenido de armas. «Están enviando a Ucrania decenas de miles de millones de dólares. Esto realmente es participación», declaró en la noche del sábado en una entrevista televisada, donde agregó que Occidente quiere «destruir» a Rusia y su identidad como «grupo étnico». Según él, las tropas rusas luchan contra un nuevo sistema geopolítico y militar «construido en torno a los intereses de un solo país, Estados Unidos».

En ese sentido, justificó también la retirada de Moscú del tratado nuclear START-3 como una medida para «preservar y garantizar la seguridad y la estabilidad estratégica de Rusia». A su entender, este tratado vincula a Washington y Moscú, pero la guerra ucraniana ha convertido a la OTAN en un tercer actor cuyo arsenal atómico queda «fuera del escrutinio» del acuerdo de no proliferación nuclear. «Todos los países de la OTAN han anunciado que su objetivo final es nuestra derrota estratégica. ¿Cómo es posible que no tomemos en cuenta su potencial nuclear en este contexto?», se preguntó el jefe del Kremlin.

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