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José Antonio Guerrero
Madrid
Miércoles, 15 de noviembre 2023
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Quién le iba a decir a Ismael Serrano que iba a irrumpir esta tarde en el Congreso de los Diputados para convertirse en el protagonista involuntario de la anécdota del día en la sesión de investidura. Por la mañana Pedro Sánchez cuando hablaba de la ley de amnistía, hacía referencia a una cita de Antonio Machado «Hoy es siempre todavía, toda la vida es ahora» para apelar al diálogo y la convivencia. Por la tarde, Feijóo le afeaba a Sánchez de «mentir hasta en las citas» ya que habría omitido parte de la frase completa que, según el líder del PP, sería la siguiente: «Hoy es siempre todavía, y toda la vida es ahora. Y ahora, ahora es el momento de cumplir las promesas que nos hicimos». De ese modo Feijóo pretendía acusar a Sánchez de mentir con la ley de amnistía. Pero lo cierto es que Machado no escribió esa parte de la cita. Y Sánchez no desaprovechó la ocasión de darle un zasca a su rival en el turno de réplica, recordándole que esa parte de la cita es una versión de Ismael Serrano, lo que el propio cantautor confirmó en su cuenta de X (antes Twitter). «No es por darme el pisto, pero ese añadido no es de Machado. Es de un servidor», escribió el cantante madrileño.
«Es lo que tiene buscar las cosas en Google», le espetó con sorna Sánchez, desatando las risas de los suyos. Cuando Feijóo subió a la tribuna de oradores pasó de puntillas por el error y dijo que a él le gustaban Aute, Krahe y Joaquín Sabina para, a continuación, calificar a Sánchez como un experto en Google que elaboró su tesis doctoral con contenidos del buscador, lo que provocó las carcajadas de sus diputados.
Y así entre las risas de unos y otros fue discurriendo una sesión vespertina mucho más entretenida que la matinal, copada por el discurso de hora y 45 minutos de Sánchez, en el que se coló el asunto de los carriles bici, que casi, casi opaca al de la amnistía.
De hecho fue la primera vez en que la presidenta del Congreso, Francina Armengol, tuvo que llamar la atención y pedir silencio a sus señorías. Se sabe que a Sánchez le gusta dar pedaladas y que suele salir con la bici a quemar calorías por los alrededores de la Moncloa con su casco y sus gafas y sin que nadie le reconozca. Quizá esta afición ciclista explica que, entre la guerra de Ucrania y la de Israel y Hamás metiera con calzador en su discurso una denuncia a los ayuntamientos del PP y Vox que han eliminado los carriles bici. A Esteban González Pons, un campeón en el arte de gesticular, le entró la risa floja y el murmullo de los diputados de la derecha obligó a Armengol a detener unos segundos la sesión para pedir «seriedad y un poco de respeto».
De nuevo por la tarde Sánchez, dale que dale, volvió a los dichosos carriles bici (más risas, más cachondeo, más murmullos) y Feijóo aprovechó para criticarle su empeño en sacar un tema tan menor, lo que atribuyó a su época de concejal raso en el Ayuntamiento de Madrid, «su única experiencia» antes de convertirse en presidente del Gobierno, le reprochó el dirigente del PP.
Lo cierto es que Machado, Ismael Serrano, Google y los carriles bici ayudaron a bajar el voltaje –el alto voltaje– que se presuponía a este debate de investidura, que muchos creían que iba a ser una olla a presión por la tensión vivida en las protestas callejeras de los últimos días. Afortunadamente la sangre se quedó muy lejos de llegar al río y, salvo los exabruptos contra el Estado de Derecho de Santiago Abascal («estamos ante el inicio de un golpe a la Constitución y a la Nación») que soltó antes de abandonar el Hemiciclo junto a todo su grupo, la expresión más viva de un golpe a la democracia siguen siendo los tiros de Tejero en el techo de la Cámara, muy cerca por cierto de una tribuna de invitados con Begoña Gómez, la discreta mujer de Sánchez, sentada a unos pocos metros de Isabel Díaz Ayuso. No sabemos si Gómez escuchó a Ayuso llamar «hijo de puta» a su marido cuando este sacó a colación el presunto caso de corrupción de su hermano.
Para los que gustan de estadísticas diremos que a Sánchez le aplaudieron en su primer discurso 55 veces (a casi una ovación cada tres minutos) y a Feijóo 67. (una salva cada minuto y medio). Sánchez, al que a veces se le ve como un político frío, se removió incómodo en su escaño ante algunos dardos lanzados por Feijóo, especialmente cuando le dijo que «a usted la Historia no le amnistiará».
Y también tuvo que aguantar el tirón cuando le criticó que presuma de presidir el Gobierno más feminista de la historia «y vaya a cesar a la ministra de Igualdad», lo que hizo que hasta Irene Montero cabecera sonriendo dándole la razón. Ese gesto cómplice de Montero fue otro de los momentos para recordar una sesión de calado, que fue seguida in situ por 504 periodistas de 150 medios, unos 25 extranjeros. Semejante trasiego se dejó notar hasta en el bar del Congreso donde Alberto, uno de sus entregados camareros, confesaba mientras se multiplicaba para servir cafés, zumos de naranja y pinchos de tortilla: «Hacía tiempo que no sudaba tanto».
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