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La manifestación del pasado fin de semana en Madrid por la sanidad pública concluyó con la multitud cantando emocionada en la Plaza de Cibeles el 'Canto a la libertad' de José Antonio Labordeta. Han pasado doce años de la muerte del cantautor zaragozano, al que en 2006 diagnosticaron un cáncer de próstata cuando aún era diputado. 50.000 personas formaron una cola de tres kilómetros en la capilla ardiente instalada en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza. Unos se santiguaban, otros levantaban el puño, la mayoría lloraba.
Todavía en salas tras su estreno el pasado septiembre, 'Labordeta, un hombre sin más' reivindica la figura del aragonés más querido y conocido en un filme dirigido por el portugalujo Gaizka Urresti y Paula Labordeta, una de las tres hijas del protagonista. Profesor de instituto, poeta, escritor, cantautor, presentador televisivo y político, el autor de 'Somos' todavía permanece en la memoria de la gente. Dan fe de ello los 27.000 espectadores del documental más visto del año –el de Joaquín Sabina recién estrenado rebasará a buen seguro esa marca– y su preselección a los Premios Goya y a los Forqué.
«En un viaje que te tiras tres o cuatro años tiene que caerte bien el protagonista», justifica Gaizka Urresti, quien meses después de haber investigado en las vidas de Luis Buñuel, el sacerdote José María Arizmendiarreta (impulsor del Grupo Mondragón) y Luis Eduardo Aute para otras tantas películas todavía se sorprende hablando con frases de sus biografiados. Tres libros de memorias, grabaciones de sus conciertos e infinidad de entrevistas fueron el punto de partida del guion, que se enriqueció inesperadamente con el descubrimiento que hizo su viuda, Juana de Grandes: un diario que Labordeta escribió de 1964 a 1978 y en el que se lamentaba de su soledad y desazón vital.
El fundador de la IDA (Izquierda Depresiva Aragonesa) nunca había ocultado su carácter pesimista y ciclotímico. Pero ni siquiera su familia sospechaba las depresiones de un hombre que no podía dar dos pasos por Zaragoza sin que un vecino lo saludara con afecto. La bonhomía que demostró en 'Un país en la mochila', el espacio de viajes de TVE que le salvó tras despedirse de la canción en 1991 en un concierto en la Plaza del Pilar, no era fingida.
«Siendo una persona culta, catedrático de Historia, tenía la capacidad de acercarse a la gente de entornos rurales», alaba el director. «También se rodeaba de amigos más jóvenes: Félix Romeo, Ignacio Martínez de Pisón... No se ponía la coraza de preboste de la cultura».
Nacido en 1935 en Zaragoza, José Antonio Labordeta fue un niño de la guerra, hijo de un padre republicano director de colegio que fue salvado del paredón por sus alumnos falangistas. Profesor de instituto en Teruel, se lanzó a cantar a los 35 años sus propias composiciones movido por el deseo de recuperar el folclore aragonés.
La reivindicación de una región olvidada y el amor a su cultura fueron los motores de su obra. «Soy un señor calvo que no ve la hora de dejar el lío este de la canción para volver a escribir», confiesa en el filme. Labordeta estaba acostumbrado a llenar las plazas mayores de los pueblos en conciertos a los que llevaba el equipo de sonido en su Citröen GS. Cuando en los 80, justo cuando los cantautores agonizaban, intentaron lanzarlo como estrella pop no aguantó demasiado.
«La canción era un arte menor cuando tienes como referencia a tu hermano poeta, Miguel Labordeta», apunta Gaizka Urresti. «José Antonio anhelaba ser un gran escritor, pero, como dice su viuda, era incapaz. Lo suyo eran las canciones, no la novela-río de 600 páginas. Y parece que eso le frustraba mucho».
'Labordeta, un hombre sin más' sirve como homenaje a la generación culta y comprometida que protagonizó la Transición, personificada en los amigos y compañeros de lucha del cantautor. Su desembarco en el Congreso con la Chunta Aragonesista en los tiempos de la mayoría absoluta de Aznar y la guerra de Irak ha dejado para el recuerdo el enfado del artista en la tribuna. Aquel «a la mierda» con el que contestó las risas de la bancada popular anticipaba la actual crispación en el Parlamento y la polarización ideológica del país. Que Labordeta sigue vivo también lo demuestra que su fundación no haya recibido este año los 40.000 euros de subvención del Ayuntamiento de Zaragoza: una condición de Vox para apoyar los presupuestos de PP y Ciudadanos.
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