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Patricia López Arnaiz (Vitoria, 1981) preparó su personaje en 'Nina' leyendo un estudio de Nerea Barjola sobre violencias sexuales en el ocio nocturno para la Diputación de Bizkaia que la dejó «tocada».
–Este depredador no cae en el estereotipo.
–No deja de ser más realista lo que hemos hecho. La idea del monstruo quita responsabilidad en el grupo social. El machismo es transversal y este tipo de violencias están muy naturalizadas, la figura del monstruo no ayuda a una revisión crítica del problema. Lo interesante es que el personaje te seduzca, porque esa manipulación y engaño sucede en la vida real. Estoy leyendo 'El consentimiento', de Vanessa Springora, que tuvo una relación a los 13 años con un escitor de 50. Y entiendes cómo sucede, el mal no se presenta y te da la mano. Las violencias sexuales están en la cotidianidad, normalizadas, y son casi invisibles. Muchas de ellas se dan con gente conocida, y en ese caso son difíciles de reconocer.
–¿Leyendo ese estudio ha notado diferencias entre su generación y los chavales de ahora?
–No, la diferencia es que ahora tienen una tecnología que les permite hablar de ello. Las violencias sexuales son las mismas, por ejemplo, los exhibicionistas. Nosotros hemos vivido mucho eso de niñas, pero no se ha hablado de ese tema. Yo no se lo contaba a mis padres, pero los exhibicionistas eran algo normal. Ahora las chavalas tienen más herramientas para reconocerlas, para darse cuenta de que son violencias. Y hay más programas para sensibilizar. Todas se avisan cuando llegan a sus casas y hay aplicaciones para ver dónde están tus amigas, porque tienen miedo a desaparecer. Eso no deja de coartar la libertad de una mujer.
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–¿Qué se puede hacer al respecto?
–No lo sé. Es interesante que las profesionales que investigan tengan espacio en los medios. Hay que poner luz a algo que está normalizado y que es de una gran magnitud. Hay que dejar de revictimizar a las mujeres y poner el foco en los agresores.
–Este festival está demostrando que es el gran tema del momento.
–Mujeres con escopeta, sí, es un símbolo de empoderamiento. En este caso desde el código del western y la venganza.
–Rodar 'Nina' en los paisajes de postal de Urdaibai también le otorga personalidad.
– l paisaje sirve para hablar de la psicología de los personajes. En vez de un páramo, tienes el horizonte del mar para empequeñecer a la protagonista. Y la agitación de las olas y el viento de Mundaka, reflejo de lo que se agita dentro de ella. La luz del faro, que gira y muestra y esconde... El mar tiene también la melancolía del personaje.
–Un western era lo que le quedaba por hacer.
–Ja, ja, me queda mucho más: un musical, ciencia-ficción... Me encantó cuando me lo propusieron, quería probar que dentro de un código tan cinematográfico como el western iba a jugar de la manera más humana posible, que no se quedara en el guiño cinéfilo.
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