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Rodrigo Cortés (Pazos Hermos, Orense, 1973) vuelve a trabajar en castellano y con actores españoles 17 años después de su celebrado debut con 'Concursante'. Producida por el mismísimo Martin Scorsese, 'Escape', ya en salas, cuenta los intentos de un hombre roto por la culpa para entrar en prisión y dejar así de tomar decisiones en la vida. Mario Casas protagoniza la película más loca del director y escritor español que mejor habla de su cine.
–¿Cómo acaba Scorsese de productor ejecutivo de la peli?
–Es algo que yo mismo me pregunto cada día... Scorsese es la razón por la que hago cine, mi referencia desde la adolescencia, lo que da doble significado a este acto de improbabilidad extrema. Nos conocimos en persona cuando le concedieron el Princesa de Asturias de las Artes. Me pidieron que mantuviéramos una diálogo público. Él había visto todas mis películas y le gustó mucho el coloquio, aunque ni la mitad de lo que me gustó a mí. Tiempo después le envié el montaje de 'El amor en su lugar' y estuvimos horas hablando por zoom, eran los días del desconfinamiento. Me dijo que le enviara mi próximo proyecto, algo que lógicamente no hice para no molestarle. Pero me llamaron desde su oficina y después Scorsese me escribió para decirme que estaba entusiasmado, que el guion no se parecía ni le recordaba a nada, que tenía un tono que no había visto antes. Asumía que la película iba a ser difícil de financiar y se ofrecía para ayudar en lo que fuera posible.
–Vaya generosidad.
–Ya lo creo. Veo el póster con el 'Martin Scorsese presenta' y no tiene ningún sentido. Todo esto empieza con un niño de trece años en los multicines Van Dyck de Salamanca, que elige una película de billar de la que ha hablado Pumares la noche anterior, con Paul Newman y el muchacho de 'Legend' ('El color del dinero'). Scorsese produce películas, pero reserva el 'presenta' solo para las que se siente particularmente satisfecho y con las que tiene una vinculación especial. Puedes imaginar lo que significa para mí.
–¿Hubo un momento en el que usted le proyecta 'Escape' y aguarda el veredicto?
–Lo hubo. Semanalmente le enviaba capturas durante el rodaje y el montaje. Fue el primero en verla. Tuvimos una conversación maravillosa de un par de horas en la que se mostró siempre cauto y respetuoso. Solo hacía preguntas disculpándose y concluyó diciéndome que no tocara un solo fotograma, bendiciendo la película, ja, ja..
–En los dramas carcelarios al uso el recluso quiere fugarse, pero aquí el protagonista anhela a toda costa ingresar en prisión.
–Es un motor contraintuitivo. La cárcel funciona como amenaza en primera instancia y castigo en última, pero no como premio. Si a quien tratas de amenazar desea desesperadamente ir a la cárcel se convierte en una persona incontrolable. Eso tiene como único rival digno al juez (José Sacristán), que hará lo que sea para evitar su reclusión.
–La cárcel pierde su razón de ser.
–Para el protagonista, la razón de ser de la cárcel es procurarle su felicidad, una vida reglada en la que le dicen cuándo levantarse, acostarse y cepillarse los dientes. N ansía desesperadamente dejar de tomar decisiones.
–Quiere que el Estado se haga cargo de él. N (Mario Casas) puede parecer un personaje extremo, pero habrá gente que piense así.
–N es muchos N. Habrá quien sienta compasión profunda por un hombre dañado, una víctima. Y otros sentirán envidia, porque ellos también desean dejar de tomar decisiones. Y habrá quienes le vean como un jeta integral, porque quiere que otros asuman sus responsabilidades. Todos tendrán razón.
–El espectador quizá tarda un tiempo en entender que este personaje roto, «expropiado», como usted dice, no quiere entrar en la cárcel para liberar a nadie ni como una estratagema.
–En las proyecciones que llevamos los espectadores quedan desconcertados en los primeros minutos, tratando de entender qué están viendo. Luego empiezan a reírse con cautela, sin saber si deberían hacerlo o no. Y llega un momento en el que la película les da permiso para carcajearse, al tiempo que se conmueven por el daño del protagonista. La película sigue rodando en los cerebros después de los títulos de crédito.
–Le ha salido una película muy loca. Llega un momento en que ni nos sorprende que Albert Pla se ponga a cantar un tema de Antonio Molina.
–Una de las frases que yo no estaba preparado para oír en este mundo es a Scorsese decir: «I love the Antonio Molina scene» (Me ha encantado la escena de Antonio Molina).
–Habrá agradecido volver a rodar en castellano y con actores españoles 17 años después de 'Concursante'.
–Son dos películas primas hermanas por su vocación de no protegerse y su aura kafkiana. 'Buried', 'Luces rojas' y 'El amor en su lugar' tenían vocación internacional y se rodaron en España. Pero tu patria es tu lengua, es lo que te permite tener el control total sobre tu partitura.
–Le sigue guiando el miedo a la hora de elegir los proyectos.
–Tiene que ver con no estar del todo seguro si es buena idea. Lo más sorprendente de 'Escape' es que exista, que haya pasado los filtros naturales de la realidad para acabar en la pantalla. Cuando algo no ofrece garantías, cuando da miedo y se aleja de lo que un ejecutivo podría buscar, cuando está fuera del algoritmo, es cuando empiezo a prestar atención. Tienes que asumir que la libertad está asociada con la responsabilidad, que estás frente a una montaña armado con crampones y un piolet. Cada vez que estreno una película tengo la sensación de que vuelvo a empezar de cero.
–Seguimos sin poder etiquetarle, clasificarle.
–No es un objetivo en sí mismo, sería banal. Pero es cierto que si hay riesgo de percibir a mi alrededor algo parecido a la valla de un corral, doy una coz lo antes posible y salgo corriendo en otra dirección, sacudiéndome expectativas. El único patrimonio que tengo es darme libertad.
–¿La literatura le defrauda menos que el cine?
–No pienso en esos términos. Vivo con profunda gratitud teclear algo en mi ordenador y que, tiempo después, cinco camiones llenos de luces y actores de primera categoría reciten mis diálogos. Es tan improbable que vivirlo como una decepción sería una muestra de ingratitud a la vida.
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