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María Estévez
Los Ángeles
Jueves, 9 de febrero 2023, 07:48
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En su legendaria carrera, Steven Spielberg (Cincinnati, 1946) ha sido acusado, más de una vez, de ser un cineasta técnico disfrazado de artista. El director de 'E.T.' siempre viaja entre lo personal y lo popular, o el técnico y el artista están fundamentalmente en desacuerdo. Pero no cabe duda de que es un mago capaz de hacernos vivir experiencias: 'En busca del arca perdida' o 'Tiburón' lo fueron hasta el extremo de convertir al público en expertos aventureros o en temerosos bañistas. Su último filme, 'Los Fabelman', es un viaje penetrante a sus recuerdos, a los primeros años de Spielberg. Es, sin ninguna duda, su película más personal, entendiéndose como una semiautobiografía. Este retrato de su familia nos permite descubrir los motivos que impulsan las decisiones de este genio de Hollywood.
-¿Rodar esta película se convirtió en un asunto personal?
-Creo que todo lo que un cineasta pone en la pantalla, incluso si es el guion de otra persona y eliges dirigirlo, es personal. Tu vida va a aparecer escupida te guste o no. Es algo que nos sucede a todos nosotros. Pero en referencia a 'Los Fabelman', no se trata de una metáfora, sino de mis memorias.
-¿Qué significa para usted escribir el guion con Tony Kusher?
-No hubiera podido coescribir este guion sin alguien en quien confío, quiero, admiro, adoro y conozco muy bien. Alguien a quien además respeto; ese es Tony Kusher. El hecho de que haya ganado un Pulitzer y un premio Tony y que haya estado nominado varias veces al Oscar no formaba parte de mi criterio, lo que realmente importaba para mí era abrirme con alguien y vaciarme sin miedo. Necesitaba desempacar todas mis maletas y no sentirme avergonzado. Con él he andado este camino personal de la mano y no podría haber escrito el guion con nadie más que no fuera Tony.
-Este filme muestra que los padres son seres humanos.
-Ese fue uno de los motivos por los que escribí esta historia. Me di cuenta a una edad temprana de que los padres son humanos y lo reflejo en la película. Yo dejé de percibir a mi madre como madre y empecé a verla como una persona. Creo que todos los niños en cierto momento de sus vidas, si crecieron con una relación de comunicación con sus padres y luego ellos también tienen hijos, descubren un día que los padres son capaces de comportarse como seres humanos. Tal vez el hijo tiene 40 años y el padre 65 cuando esa epifanía ocurre. Yo la tuve cuando había cumplido los 16 años, y nunca he podido ver a ninguno de los personajes en mi historia como enemigos.
-¿Puede hablar de Gabriel LaBelle, el actor que le interpreta a usted?
-Buscaba varias cosas. Alguien que fuera más atractivo que yo, que las chicas se enamoraran más de él de lo que hicieron conmigo (bromea). En realidad, he contratado a alguien que representara mi curiosidad, algo que yo siempre he poseído. Y, como persona, él tiene una curiosidad sensacional. Cuando empecé a reunirme con él por zoom eso fue lo que primero me llamó la atención: la cantidad de preguntas que me hizo. Gabriel cuestiona todo y está abierto a recibir y aceptar cualquier respuesta porque es curioso. Eso fue lo que yo sabía de mí mismo que ha sido consistente en toda mi vida. Tengo curiosidad por muchas cosas, por eso puedo rodar tantos tipos de películas y no repito la misma película una y otra vez. Mi curiosidad me lleva a géneros que jamás hubiera imaginado que iba a rodar. 'Los Fabelman' pertenece a un género que no había hecho nunca antes.
-¿Cuál sería la premisa de 'Los Fabelman'?
-Esta es una historia sobre el acto de perdonar y lo importante que es el acto de perdonar.
-¿Qué sintió al ver a Michelle Williams y Paul Dano vestidos como sus padres?
-Cuando Michelle Williams entró al rodaje por primera vez vestida con una réplica exacta del traje favorito de mi madre y Paul entró pareciéndose a mi padre, y les vi juntos, fue como una experiencia fuera del cuerpo. Hubo un momento en el que todo empezó a suceder mucho más despacio, como cuando tienes un accidente de coche. Y lloré. Fue algo que había prometido no hacer en el primer día de rodaje, pero que terminé haciendo. Y que Dios bendiga sus corazones, ambos vinieron hacia mí y me abrazaron. Fue un abrazo a tres bandas. Ese fue el comienzo de una bellísima amistad.
-¿Ha sido difícil revivir momentos de su vida?
-Quería tener esa relación doctor/paciente con mis actores, pero era difícil hacerlo porque la historia me llevaba constantemente a recuerdos que me habían sucedido a mí. Verlos desarrollarse frente a mis ojos hizo que fuera una experiencia muy extraña. Tengo que reconocer que ha sido algo que no había vivido nunca y, al final, fue una muy buena experiencia. Algo grande que he tenido la oportunidad de sentir y estoy feliz de haberlo hecho. No quería que este fuera un relato contado desde el espejo de la vanidad. Quería contar la historia desde un espejo común donde la gente puede ver reflejadas sus propias familias. Esta es una historia sobre la familia, sobre padres, sobre hermanos, sobre el bullying, las cosas buenas y malas que suceden cuando estás creciendo en una familia que se mantiene unida hasta que ya no pueden estar juntos.
-¿Es también una película sobre la identidad judía?
-Los aspectos de mi existencia judía son parte de mi ADN y está presente sin ningún comentario. Esa es la forma en la que crecí. El bullying no me define ni define mi vida, pero sin duda es algo que me sucedió en cuanto llegué a Arizona y más aún en el norte de California. En el colegio no tenían manera de atenderme, ni se hacían responsables, pero yo quería contar esa historia porque sucedió y fue parte de mi descubrimiento. El antisemitismo que he mostrado en otras películas surge del antisemitismo que he sufrido en mi vida.
-¿Se puede clasificar 'Los Fabelman' como una comedia?
-Tony y yo no decidimos que queríamos rodar una comedia, pero la vida está llena de momentos ridículos que son histéricamente divertidos, abstractos y existencialistas y, al mismo tiempo, muy tristes y traumatizantes. Eso es algo que todos tenemos que vivir en nuestros años de formación. He querido contar una historia de adolescencia, que habla de cosas que me han pasado y que hubiera deseado que no me pasaran. Cosas que nos pasan y que cuando miramos hacia atrás te ríes de ellas, aunque no sean divertidas en el momento en que suceden.
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