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Carla Simón, este martes, durante la promoción de 'Romería'. Efe

Carla Simón

Directora de cine
«Uso el cine para crear los recuerdos que me faltan y resucitar un ratito a los muertos»

«Si necesitas terapia, el psicólogo es mucho más barato que hacer una película», afirma la cineasta, que estrena 'Romería' en las salas de cine este viernes

Iker Cortés

Madrid

Jueves, 4 de septiembre 2025, 00:02

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Entre toma y toma de leche para su pequeña Mila, nacida en julio. Así atendía Carla Simón (Carla Simón, 38 años) a los medios de comunicación el pasado martes en Madrid, durante la promoción de 'Romería', la película con la que cierra la trilogía dedicada a sus lazos familiares. La cinta, que este viernes llega a las salas de cine, sigue los pasos de Marina, una joven de 18 años que perdió a sus padres de niña a causa de la heroína y el sida, que viaja a Vigo para conocer a su familia paterna. «Ha sido una experiencia muy reparadora», afirma la cineasta que perdió a sus padres en similares circunstancias. Ganadora del Oso de Oro de Berlín por 'Alcarràs', la directora asegura que con su tercera obra, que está entre las tres películas preseleccionadas para representar a España en los Oscar, se ha sentido «muy liberada».

-¿Cómo se recupera una de un éxito como el de 'Alcarràs'? ¿Pesa mucho a la hora de dar los siguientes pasos?

-¿Sabes qué pasa? Que cuando estás trabajando, no estás ahí pensando en lo que fue lo otro, ¿no? Y pasa tanto tiempo entre peli y peli, que ahora me queda lejísimos. Pero mira, así como sí sentía cierta presión entre 'Verano 1993' y 'Alcarràs', esta vez cero y es una decisión. Es como, bueno, pues ya pasó. Soy muy consciente de que lo importante de las películas es que te permitan hacer la siguiente, pero eso de que tengan más éxito que la anterior es insostenible. El éxito también es tan relativo. O sea, ¿qué significa? A veces las películas son las mismas y si hubieran tenido otros viajes, hubieran tenido una repercusión distinta. Creo que siempre hay que ponerlo todo un poco en duda y no sé si es porque es la tercera película o qué, pero sí que me he sentido muy liberada, en plan, después de eso puedo hacer lo que me dé la gana y como me dé la gana y hay que abrazarlo y aprovecharlo porque esto es una oportunidad que me hace sentir muy afortunada.

-De alguna manera, Marina es su alter ego en 'Romería'. ¿No le da miedo o pudor exponerse?

-Pudor no tengo, pero es verdad que la vida en sí no siempre es interesante. Es decir, el punto de partida de la película es personal, pero yo no hice este viaje ni de esta manera. Hay mucha ficción en 'Romería', por no decir todo, y sí que el personaje se parece a mí, las cosas como son, en el sentido de que hace ese viaje desde la curiosidad de entender sus orígenes, que es una curiosidad que yo he sentido muy fuerte. Pero luego está todo dramatizado para que funcione. Los personajes están ficcionados, la estructura familiar no es la de mi familia y sí hay alguna escena que he vivido, pero muy pocas.

-¿Una cinta así sirve de terapia?

-No, porque yo siempre digo que si necesitas hacer una terapia, el psicólogo es mucho más barato que hacer una película. Pero en cualquier caso trabajar en ella me ha hecho reflexionar mucho sobre la memoria y cómo funciona esta. De hecho, hablando de terapias, hice un par de terapias para intentar recuperar recuerdos. Hice una terapia de memoria transgeneracional, que tiene que ver con tus generaciones anteriores y aquello que te llega de tus padres, que a veces no sabes por qué, pero está ahí. Era una especie de hipnosis. Y luego una terapia sobre los sueños. Es increíble analizarlos. Las hice porque quería aprender un poco más sobre ese mundo onírico también para la película, pero no sé hasta qué punto se trasladan a la cinta. Recuerdo que me pasé toda la promoción de verano diciendo que no se pueden generar los recuerdos, que solo puedes apropiarte de recuerdos de otros, y he cambiado de opinión. O sea, cuando intentas apropiarte de los recuerdos de otro, pues en general las piezas no encajan, porque la memoria es muy selectiva, y lo que he aprendido es que sí que se pueden generar los recuerdos y para eso yo tengo el cine, de alguna manera, para poder crear esas imágenes que me faltan y resucitar un ratito a los muertos y poder crear ese relato.

-¿Es una forma de llenar ese vacío?

-Sí, yo siento que ha sido una peli muy reparadora en ese sentido. Ha reparado esa frustración que yo sentía tan fuerte de no poder entender la historia de mis padres. Después de eso, me siento más liberada porque yo creo que es una búsqueda que nunca voy a terminar, pero haber inventado esto me hace estar más tranquila.

-¿Hubo algún instante en el que la cabeza le hiciera click y se diera cuenta de lo engañosos que son los recuerdos?

-Todo el rato. Hablando con mi familia, hablando con los amigos de mis padres, que seguramente son los que me han acercado más a un relato que me cuadra un poquito más, pero sí. Es que la memoria funciona de una manera curiosísima, que es que no recordamos lo que pasó, sino la última vez que lo recordamos. Entonces, ya dentro de nosotros, no es fiable, porque es como jugar al teléfono escacharrado con nosotros mismos. De ahí se va transformando y te das cuenta de que cada uno lo transforma también a su conveniencia para estar tranquilo. Al final tiras la toalla. Nunca voy a saber la verdad, pero pasa a ser un juego muy divertido porque te das cuenta de que las piezas no encajan.

Tres fotogramas de 'Romería'. Quim Vives
Imagen principal - Tres fotogramas de 'Romería'.
Imagen secundaria 1 - Tres fotogramas de 'Romería'.
Imagen secundaria 2 - Tres fotogramas de 'Romería'.

-¿Cambiará eso ahora que quien más quien menos se expone en las redes sociales?

-Mira, lo pienso mucho, la verdad. Y no lo sé, porque luego también te roban el móvil y lo pierdes todo. Ahora tenemos la nube, pero es que he tenido algunas historias muy dramáticas de gente que ha perdido un mogollón de cosas. No sé cómo va a ser, pero sí que va a cambiar mucho. Yo no tengo vídeos de cuando era pequeña y pienso que mis hijos van a tener mogollón... A lo mejor a ellos les aburre mirarlo, no lo sé. A nosotros nos crea mucha curiosidad por el hecho de tener pocos también.

-A medida que Marina va descubriendo a sus padres, también va conociendo los secretos que rodean a sus historias y que tienen mucho que ver con el estigma y el tabú del sida y la heroína. ¿Cómo se puede luchar contra ellos? ¿Cree que la película puede echar un cable en ese sentido?

-Bueno, ojalá, ¿no? Eso sería muy bonito. Pero sí que, justamente, todo el tema del tabú y el estigma que van asociados a la heroína y el sida hacen que la memoria no esté bien colocada. ¿Cómo se rompe con esto? Pues cuando llega una nueva generación y dice: «Yo ya no quiero verlo así». Y ese ha sido un poco mi caso. Yo no quiero verlo ni desde el castigo, ni desde la culpa, ni desde el señalar. Yo quiero ver esa historia y abrazarla como una gente que vivió la libertad de su momento, que también rompió con todo lo establecido y hay que agradecerlo y abrazarlo. Y les tocó una putada porque ellos no sabían las consecuencias de la heroína, ni que luego llegaría el sida. No tenían una voluntad de cargarse sus vidas. A menudo se ha visto desde ese sitio de culpa y no lo entiendo. Para mí el no juzgar y poder abrazarlo desde la experiencia que fue para ellos vivir esa época me parece la mejor manera de convivir con eso.

-Otra idea que subyace en la cinta es que venir de una clase acomodada no garantizaba nada.

-Eso es. Siempre se asocia la heroína con las clases más bajas y no solo. La heroína tocó a todas las clases y a todo tipo de familias, lo que pasa que las más altas lo silenciaron muy bien y muy dolorosamente, porque también el hecho de silenciarlo lleva a que no coloques bien la memoria familiar.

-La estructura de la cinta resulta muy interesante. Dividida en capítulos, estos se abren con Marina leyendo pasajes del diario de su madre y grabando en videocámara los rincones por los que se movieron sus padres, para al final llevarnos a los años ochenta. ¿Cómo surgió?

-Pues mira, yo tenía muy claro que quería que fuera como una especie de 'road movie', como al final es un tour familiar... Y esa idea de película episodica me parecía muy interesante. Marina va conociendo a cada personaje hasta llegar a los abuelos. Y luego hicimos este salto mortal de qué pasaría si cuando la película está a punto de terminar, empezara otra, que tenía mucho que ver con la premisa de la película de cómo funciona la memoria y de que cuando te das cuenta que no se puede reconstruir, te la puedes inventar. Sabíamos que era un poco un riesgo, pero yo confiaba en que si llevábamos bien a la gente de la mano con ese personaje y ese viaje emocional, tenía sentido que su liberación fuera por ahí. Y al final teníamos ese juego de espejos muy bonito entre lo que ella había grabado y las cosas que le han contado, dando lugar a eso de que imaginamos siempre a partir de lo que hemos vivido.

Un fotograma del largometraje. Mario Llorca

-La lectura del diario es uno de los elementos más especiales. ¿Su madre dejó algo escrito?

-Ella no hizo un diario, pero sí que recogí cartas que ella escribió a sus amigos y su familia. De hecho, los diarios que aparecen en la película son sus cartas, en realidad. Hay algunas cosas que he añadido yo para que funcionara de todo bien, pero en general son sus palabras, como intentar, sin que ella lo supiera, que estuviera escribiendo el guion conmigo.

-¿Qué es lo que más le ha fascinado de ellas?

-Pues cómo fluían. Eso me da como nostalgia de algo que no he vivido. Esa conexión con el presente: pues estoy aquí con unos colegas y viene no sé quién y me voy no sé dónde, y luego termino en el sur currando tres meses, cojo un barco y me voy a Marruecos. Había una libertad de no pensar en el futuro, que creo que es lo que ellos necesitaban para romper también en relación a la generación anterior, y dejarse llevar, y esa relación con el trabajo que era pues lo que sea, cuando sea. Y claro, nosotros, que siempre hemos tenido esa cosa de formarnos, trabajar, estudiar... De repente, pues esa manera de vivir me llama mucho la atención y pienso que qué sensación más bonita de libertad.

-¿Cómo de presentes están sus hijos a la hora de hacer estas películas? ¿Busca explicarles de donde vienen?

-No cuando lo estoy haciendo, pero sí que sin duda espero que a ellos no les falte lo que a mí me ha faltado, que es esa memoria familiar que mis padres no me han podido contar, que yo sí se la pueda contar y que también lo puedan ver a través de las películas.

-El peso de la película recae en los hombros de la debutante Llúcia García. ¿Cómo la encontraron?

-Pues fue largo, como todos mis castings y no paramos hasta que no la encontramos (ríe). Pero, claro, tenía que hacer dos personajes y era bien difícil encontrar todo eso en una persona. Vimos como 3.000 niñas y a ella la encontramos por la calle, que venía de unos campamentos. Para mí fue una conexión muy inmediata. Por un lado, sentir que tenía un magnetismo muy fuerte y que podía estar delante de la cámara y que se creía lo que estaba haciendo, y, por otro lado, yo sentía que tenía la actitud adecuada para hacer el viaje desde la curiosidad, no desde el conflicto ni el enfado, sino desde el observar y querer saber y tolerar lo que sea que viniera. Y luego le pregunté: «¿De qué tienes miedo?». Y me dijo una cosa que me hizo pensar que podía hacer la otra parte del personaje, que fue: «De parecer tonta». Es una cosa con la que yo me identifico mucho porque al final lo que significa es que es consciente de que da una imagen que en realidad no se corresponde con lo que ella cree que es, ¿no? Y eso me daba una pista ahí de que podía tener la otra cara del personaje.

-Se crió en el campo y sus dos primeras películas se desarrollaron en el ámbito rural. En esta baja al núcleo urbano. ¿Dónde se siente más cómoda?

-Me gusta explorar sitios distintos. Para mí el campo es casa porque crecí ahí y siempre siento que, pongas donde pongas la cámara, hay algo interesante que contar. Pero es verdad que ahora me apetecía muchísimo cambiar de escenario y para mí ha sido muy mágico rodar en Vigo porque no deja de ser el sitio donde mis padres vivieron su historia de amor. Tengo una conexión ahí como muy espiritual con este sitio y es una película que ha surgido mucho de los lugares, de esa idea de que los lugares permanecen y la gente pasa y mi búsqueda ha pasado por intentar revisitar esos lugares en los que mis padres estuvieron, aunque ya no estén.

-Con 'Romería' cierra su trilogía dedicada a sus lazos familiares. ¿Qué le apetecería explorar en un futuro?

-Pues estamos preparando, que no sé dónde nos va a llevar, un musical flamenco. No tiene nada que ver con lo que he hecho hasta ahora, pero me apetece mucho porque creo que sí que es un momento de hacer algo muy distinto y de explorar algún mundo que me apetezca mucho conocer aunque no tenga ni idea, así que en eso estoy investigando.

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