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«Condúcenos hasta la meta», le dice Marcus a Carmy en un episodio de esta tercera temporada de 'The Bear' (Disney +). La meta, como no puede ser de otra manera en una serie sobre alta cocina, es la estrella Michelin y, para conseguirla, el obsesivo chef cambiará la carta cada noche con el fin demostrar sus conocimientos y su dominio de las técnicas culinarias. A Cristopher Storer, creador de la serie, le pasa algo similar: siente la necesidad de enseñarle al mundo, al menos al televisivo, todo lo que sabe hacer, pasando de una técnica narrativa a otra y permitiéndose las licencias que se le antojan. El resultado es muy bueno, incluso excelente. Pero, a veces, Storer se pasa con la sal.
Tomando como punto de partida el final de la temporada anterior, en la que Carmy (Jeremy Allen White) se quedaba encerrado en la nevera durante la inauguración del restaurante, en esta nueva temporada el cocinero sigue arrastrando las consecuencias de aquella noche nefasta. El primer capítulo arranca con un puzle de imágenes y conversaciones, una mezcla impresionista de pinceladas, aparentemente caóticas y desordenadas, que, contempladas en su totalidad, componen un cuadro de la mente de Carmy donde se agolpan los miedos, las inseguridades, el arrepentimiento, el duelo y todos esos recuerdos malditos que, cuando menos se lo espera, le atacan por la espalda. Reflejar esos procesos internos no es nada fácil, pero ya sabemos que son capaces de hacerlo: no es necesario un capítulo entero.
Carmy, en esta tercera temporada, es una olla a presión que no solo arrastra traumas familiares, sino también laborales, pero, en lugar de solucionarlos, los traslada a lo demás. Y su agobio, su perfeccionismo exacerbado, su neurosis y su falta de empatía acaban resultando difíciles de soportar para aquellos que le rodean: para su primo Richie (Ebon Moss-Bachrach, el insufrible novio de Marnie en 'Girls'), con el que se pasa la vida discutiendo a gritos, o para Syd (Ayo Edebiri), a la que no trata como a una igual. Ni siquiera el contrapunto humorístico de los hermanos Fak es capaz de bajar el fuego. Cuando Carmy no está, la ansiedad de sus compañeros desaparece. También la de los espectadores.
Es lo que ocurre en un par de reconfortantes capítulos, al estilo de los dedicados a la estancia de Marcus (Lionel Boyce) en Dinamarca o a la de Richie en el restaurante de Terry (Olivia Colman) en la segunda temporada. Uno, el mejor, es 'Napkins', dirigido por Ayo Edebiri y que cuenta cómo Tina Marrero (Liza Colón-Zayas) acabó trabajando en The Beef, el restaurante original; el otro, 'Ice chips', está a cargo de Nat y su madre, interpretadas por Abby Elliott y por la siempre agitada Jamie Lee Curtis. Son capítulos brillantes donde, en lugar de florituras, hay un acercamiento más profundo hacia dos personajes que resultan tanto o más interesantes que el propio Carmy. Ambos episodios son dos platos de reconfortante cocina tradicional en una tercera entrega que, en permanente punto de ebullición, sigue dejando heridas abiertas, por lo que se intuye que es una temporada de transición hacia una cuarta en la que esperamos que, al fin, puedan cerrarlas.
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