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Érase una vez, en un colegio de España, un rey, dos guardaespaldas y unos cuantos esclavos. El rey poseía todo el poder y tenía derecho a ordenar y mandar a todos, incluidos a sus guardaespaldas, quienes sabedores de su afecto, asumían su rol como personas importantes dentro del colegio. No tenían la misma suerte los esclavos, quienes resignados a su condición formaban parte de un juego, en el que sin saber por qué recibían castigos físicos y verbales de forma diaria. Además, si estabas entre los esclavos 'favoritos' del rey, pasarías desapercibido para el resto del colegio, como si no existieras, serías marginado. Y lo más importante. Nadie podía contar lo que sucedía dentro del colegio.
Sin embargo, uno de los esclavos comenzó a sentirse especialmente mal. Recibía agresiones tan fuertes que ya no quería acudir al centro escolar; sentía dolor de barriga, le costaba respirar, lloraba y sus familiares comenzaron a preocuparse. Mientras tanto, el rey continuaba con su labor. Nunca ha dejado de hacerlo. Tanto fue así que el esclavo tuvo que dejar su hogar y marcharse muy lejos para que el rey no le pudiera encontrar.
La vuelta al cole marca la actualidad en España. La preocupación parece centrarse en cuánto va a costar a padres y madres el nuevo curso de sus hijos -sin duda, lo es-. Sin embargo, para otros, mirar el bolsillo se convierte en una anécdota, cuando sus hijos han sufrido en algún momento acoso escolar. Impotencia; la rabia del pasado y el miedo por el futuro marcan el presente.
Acoso escolar
Lo que parece un cuento, se convierte en realidad. Almudena -nombre ficticio- está temblorosa, no deja de temblar durante toda la conversación. Llora, hace pausas y refleja el dolor de una madre rota por el sufrimiento y dolor de su hijo, Javier -también nombre ficticio-. Las heridas todavía no están curadas. Quizás nunca lleguen a estarlo. Algunas cicatrices son imborrables. Unas gafas de sol negras esconden la pena que supone el volver a pasar por esto, el volver a contarlo. Mientras que entrelaza la correa de su bandolera, comienza a hablar, porque dice: «Si esta historia puede ayudar aunque sea a solo un niño para salir de esa situación, a unos padres para dar un paso al frente, aunque sea solo un caso habré hecho bien en contar mi historia».
Almudena no es de Salamanca, tampoco de Castilla y León. Su vida se encontraba en otra comunidad autónoma, que precavida no llega a nombrar, donde construyó su familia, junto a su marido y su hijo. Este fue a la guardería y desde muy pequeño se encontró con su 'rey'. La animadversión -calificada así por la educadora del centro- que sentía otro niño hacia él, se quedó, en un primer momento, en «cosa de niños». Sin embargo, ambos coincidieron en Educación Infantil y los primeros dos años de Primaria, momento en el que se vieron obligados a marchar.
«En el informe elaborado por la guardería al colegio ya constaba una animadversión de ese niño hacia mi hijo. Todo el mundo decía que eran cosas de niños, nosotros también», relata. Tal situación se confirmó en Educación Infantil -todavía no había cumplido los cuatro años-. «Eran pequeños, no era una situación asidua. No llegas a pensar que es acoso y aguantamos. Pero después llegó la ansiedad».
Javier tenía problemas estomacales, irritabilidad, terrores nocturnos, lloraba mucho y miedo, mucho miedo; no solo hacia su agresor, también hacia la clase y hacia una profesora. Esa profesora decidió que el problema era del niño, no de ella, pero el conflicto, con la ayuda de su tutora y el equipo de orientación pudo solucionarse. Aquí llega la pandemia. El pequeño respira, pero temporalmente. Su comportamiento volvió a cambiar radicalmente cuando empezó el curso. La situación comenzó a ser insostenible y entró en juego el equipo de orientación -a base de insistir los padres-, además del servicio de Pediatría debido a las fuertes consecuencias de la ansiedad. Llegó el verano y con él la calma para Javier.
Curso 2021-2022. El más complicado. Almudena llora y trata de continuar. «Mi hijo ya estaba derivado con tan solo cinco años a salud mental. Se le diagnostica fobia escolar y después de entregar el informe en el colegio, la maestra especializada en Educación Especial me dijo que la psicóloga no tenía ni idea, que era una inepta y que no conocía al niño para diagnosticar algo así. Que a mi hijo lo que le pasaba es que le teníamos entre algodones. Me recomendó que tuviera otro hijo para que Javier pudiera defenderse». Lo que Almudena hizo fue comenzar a pagar una psicóloga privada para ayudar a su pequeño.
Y continúa: «Mi hijo no tenía problemas fuera del colegio, todos los tenía dentro. Mi hijo era diferente dentro y fuera. Nadie me hizo caso. Hasta que un día en una reunión de padres se contó que algunos niños estaban sufriendo agresiones -verbales y físicas- porque hay un rey dos guardaespaldas y esclavos. Mi hijo es esclavo y el rey... el rey ya sabemos quien es. Acabó la clase y le dije a la tutora que me hijo estaba siendo acosado. Ella me respondió que cómo decía eso, que era imposible«.
A partir de ahí comenzó otra lucha, igual o peor que el acoso. Que la historia sea creíble, que alguien le ayude, que el colegio o las instituciones hagan algo. En vano. «Las familias que nos vemos envueltas en estas situaciones siempre nos damos contra paredes. No tenemos a nadie que nos respalde, ya no a nosotros, a unos menores», apunta Almudena. «He tenido a mi hijo solo encerrado en el baño llorando durante horas después de cada terapia, con tan solo seis años». Fue ahí donde empezó a darse cuenta, que esos no eran sus amigos, que lo que había normalizado no era lo normal, que sus amigos le tenían que querer bien.
Después de hablar con el colegio, donde incluso le llegaron a mentir y ocultar parte de la situación y dirigirse al Delegado Provincial de Educación, Almudena se plantó en la puerta hasta que la atendieran. Adivinen, ninguna solución. Negación de la realidad. Y una persona que sufre acoso obligada a irse, mientras que el acosador campa a sus anchas. Almudena y su marido dejaron su trabajo y empezaron una nueva vida en Salamanca. Era 15 de marzo de 2022.
Ya en Salamanca la terapia se mantuvo y el curso terminó con normalidad. Sin embargo, de nuevo a las andadas. En 2023 volvió la ansiedad. Javier no quería ir al colegio. «Un día comenzó a llorar, se quitó la ropa y tenía marcas por el cuello. No me podía decir nada, hasta que por fin me confesó que le habían agarrado entre dos. Mientras uno le cogía de los brazos, el otro lo hacía del cuello». Almudena no puede ni contarlo. Una nueva lucha. Otra vez contra paredes. Otra vez lidiar contra un colegio y una Dirección Provincial. Mismo resultado. Cambio de colegio. Pero un punto positivo. Almudena conoció la Asociación contra el Bullying de Salamanca liderada por Carmen Guillén, a quien agradece «todo lo bueno» que le ha pasado.
«Cuando llegas a un sitio nuevo siempre vas con miedo, con inseguridad. Mi hijo comenzó en su actual colegio con comportamientos diferentes a lo habitual, pero era su mecanismo de defensa. Carmen me quitó el miedo. Me dijo que era normal que mi hijo tuviera un sistema de alerta activado. Hasta que ahora sí disfruto de la normalidad», cuenta.
Disfrutar de la normalidad para Almudena implica cosas tan simples como que Javier quiera ir al colegio o que celebre su cumpleaños con otros niños. «Mi hijo está contento y nosotros más todavía».
Almudena acaba reivindicando una salud mental de calidad para los menores. «Yo he podido pagar a mi hijo un psicólogo de forma semanal. Pero hay familias que no pueden permitírselo. ¿Dónde está esa salud mental de la que todo el mundo habla? No se ve por ningún lado. No existe. A mí me han dicho que mi hijo no ha sufrido acoso, cómo es posible. El rey seguirá siendo el rey siempre, pero mi hijo se ha ido de su casa. Es la triste realidad.»
Y finaliza: «Mis heridas no se van a ir, las suyas tampoco. Nunca voy a poder estar tranquila, aunque parezca que esto se acaba. Las consecuencias psicológicas siguen ahí y van a seguir. Hay miedo, estás en estado alerta. No me importa lo que tenga que gastarme en ropa o en libros. Me gastaría lo que tengo y lo que no tengo por cambiar lo que ha vivido mi hijo en el colegio. Y esto es otra vuelta al cole que hay que visibilizar».
En España, según la última encuesta elaborada por Educo, prácticamente uno de cada tres alumnos -9 de cada 30- han sufrido en algún momento bullying o violencia escolar. Unos datos que muestran en voz de expertos «la punta del iceberg».
En Salamanca, conforme a los datos del estudio sobre 'Convivencia Escolar 2022-2023' facilitados por CSIF, se detectaron en las aulas charras hasta 106 posibles casos de acoso escolar, aunque solo cinco pudieron llegar a confirmarse. A estos se suman, los seis por ciberacoso.
«Son datos oficiales que no reflejan la realidad», matiza Carmen Guillén, presidenta de la Asociación Salamantina Contra el Bullying. En consecuencia, explica que en la Memoria correspondiente al pasado curso, se llegaron a registrar hasta cinco peticiones de ayuda en la web en el mismo día, alcanzándose las 138 intervenciones. La Asociación se hizo cargo de un total de siete terapidas individuales completas de niños y niñas que no podían asumularas.
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