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A la espera de que como cada año, a principios de octubre, Salamanca sea invadida por miles de estorninos, desde hace ya algunos meses no dejan de surgir quejas de vecinos y propietarios de establecimientos hosteleros, que día tras días y más cuando prácticamente no ... se producen lluvias, tienen que sufrir no solo el ruido moleste que producen con sus graznidos, sino especialmente también sus excrementos, que ensucian bancos, barandillas y coches en numerosas partes de la ciudad.
El Ayuntamiento tiene varias estrategias de actuación desde hace años y se afana en reducir al máximo las molestias causadas por estos animales a los vecinos. Si embargo, como ya pasó el año pasado y algunos más en el última década, este año miles de pájaros ya está ocupando, especialmente al anochecer, los parques y zonas arboladas de la ciudad desde el mes de julio. Hasta el momento se siguen estudiando alternativas para frenar también estas molestias en los meses de verano, porque de manera habitual, las principales actuaciones se llevarán a cabo a partir de ahora. Según las estimaciones de campañas precedentes, a esta alturas del año puede haber en la capital del Tormes entre 5.000 y 7.000 estorninos repartidos por la ciudad, pero en breve podría llegar a 20.000, por lo que las molestias también podría multiplicarse por cuatro.
Principalmente se asientan en el paseo Doctor Villarroel, la avenida de Portugal, Van Dyck y paseo de Carmelitas, y también en el parque Picasso, plaza de Colón y avenida de Reyes de España. Aunque también, pero en este caso con las palomas como protagonistas, la presencia de estas aves molesta y mucho a los vecinos, en este caso más por los excrementos que por el ruido que generan con sus graznidos. Hablamos de barrios como El Zurguén, donde las hileras de plátanos, uno de los árboles más utilizados en los últimos barrios construidos en la ciudad, 'adornan' todas las calles de la zona y se han convertido en el refugio para miles de palomas, que incluso se posan en el alféizar de las ventanas y que cubren de excrementos a todos los coches que aparcan en las bandas de aparcamiento a todo lo largo del barrio.
Volviendo a la zona ocupada por los estorninos, no hay más que darse una vuelta por la plaza de Carmelitas para darse cuenta de los efectos de los excrementos en la vida cotidiana. En los bares de la zona tienen que dejar toldos y sombrillas puestas todo el día para evitar que los excrementos caigan sobre los clientes y sus consumiciones. La gente se resbale porque hay algunas zonas donde el suelo está cubierto de excrementos. «Además, parece que son corrosivos, hasta han secado los arbustos que están junto a los árboles», afirma un vecino de la zona que señala varios bancos y coches completamente cubiertos de mierda, «literalmente».
Además, con el arranque del curso escolar, han vuelto a surgir nuevas quejas, porque a la puerta de algún colegio de la zona las barandillas instaladas para evitar que los niños salgan a la carretera al salir y entrar el colegio está también «llenas hasta arriba de cagadas de pájaro, y ya se sabe como son los niños, tiene que ir a tocar la barandilla para pringarse», afirma, destacando además, que la acera también está llena de excrementos y los niños salen corriendo y alguno ya se ha resbalado». Por lo que cuentan, más de una vez se ve a los servicios municipales limpiando la zona, pero no debe ser suficiente, «porque al poco tiempo ya está todo igual de sucio».
Y eso, sin que haya llegado la temporada más crítica, en la que el Ayuntamiento de Salamanca despliega su principal estrategia contra estos animales. Las principales armas contra las bandadas de estorninos y otras aves son los punteros láser, la pirotecnia de baja intensidad, los cohetes o petardos detonadores, que mezcla luz y sonido y la emisión, tanto desde puntos fijos como a bordo de vehículos, de sonidos disuasorios para espantarlos, como ruidos de otras rapaces que son los depredadores naturales de estos animales y graznidos de alarma de los propios estorninos. Los afectados esperan que todas estas actuaciones de sus frutos porque «no hay que olvidar el ruido que generan. Hay que cerrar todas las ventas porque sino es muy molesto, y hasta que no se duermen no hay quien pare», afirman.
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