El bar de Salamanca con inspiración americana que triunfa con su carne asada
Álvaro Huergo pasó de camarero a dueño hace ya más de dos décadas con el objetivo de mantener vivo un bar de barrio
No puede ocultar su esencia. Un estilo con inspiración americana al más puro estilo español: porque es un bar de barrio, con sus tapas, sus clientes habituales y sus conversaciones eternas con los camareros. Todo ello, dentro de un ambiente nostálgico con máquinas recereativas 'vintage', un futbolín de madera sin fecha de caducidad, matrículas que son souvenir o neones que atraen las miradas. Eso es el Elfos. Esto es lo que ha cosechado Álvaro Huergos, que comenzó como camarero y cuando tuvo la oportunidad de coger el relevo, no se lo pensó.
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De aquello han pasado ya 22 años y hoy sigue al frente de este bar de la calle Rodríguez Fabres que ha sabido adaptarse al paso del tiempo sin perder su esencia. «Yo empecé trabajando aquí y luego me surgió la oportunidad de cogerlo como gerente. Tiré para adelante y llevo ya 22 años», recuerda. Antes de él, fueron José y Carmen quienes comenzaron la historia del Elfos hace cuatro décadas. «Ellos habían trabajado en el País Vasco, y estuvieron con él diecinueve años», comenta Álvaro.
Elfos acumulaba ya entonces historia, pero con Álvaro comenzó una nueva etapa. «Ellos lo tenían más enfocado como bar nocturno. Nosotros, sin dejar de lado la primera copa, lo hemos orientado más a tapitas de plancha, deportes y un ambiente tranquilo». La noche sigue presente, aunque con otro ritmo: «Ahora ya no nos quedamos hasta última hora. Eso era cuando era más joven», explica el hostelero.
La hostelería ha cambiado mucho en Salamanca en estas dos décadas, y Álvaro lo sabe bien. «Por la zona han cambiado muchísimo de bares, muchos han cerrado, otros han abierto y han vuelto a cerrar. Yo en mi caso no me puedo quejar, pero cada vez es más difícil». Reconoce que los márgenes son más ajustados que antes y que mantener un bar con trabajadores exige ingenio y esfuerzo. Aun así, Elfos ha sabido mantenerse como una apuesta segura en la ciudad.
La clave del éxito
¿El secreto? Un ambiente cálido que atrapa a quien cruza la puerta. «Es como si estuvieras en casa. Lo mismo encuentras a un nieto y a su abuelo tomando una cerveza juntos. La gente está muy cómoda y se encuentra a gusto», resume el dueño. Esa atmósfera familiar se combina con una oferta gastronómica sencilla y reconocida. «La jeta y la carne asada son los pinchos estrella», asegura.
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«La jeta y la carne asada son los pinchos estrella»
La decoración también aporta personalidad. Álvaro se inspiró en los bares americanos con neones y máquinas recreativas, aunque adaptados al estilo salmantino. «Al final se ha quedado un poquito mezcla de todo. Muchas matrículas me las han ido regalando los clientes». Entre futbolines, pinballs y arcades, Elfos guarda un rincón nostálgico que todavía seduce a jóvenes y mayores. «Los niños siguen jugando, y a los padres les gusta que jueguen a lo que ellos jugaban cuando eran jóvenes».
Esa convivencia de generaciones es, quizá, el verdadero sello del bar. Un espacio en el que se cruzan historias, donde el tiempo pasa entre tapas, cervezas y partidas que siguen sonando igual que hace veinte años. Elfos es, en definitiva, un bar de toda la vida que ha sabido mantenerse vivo en una ciudad donde muchos han cerrado sus puertas.
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La anécdota estrella del Elfos
Un rastro en el baño
Pocos bares podrán decir que han tenido un mercadillo en el baño. Elfos recuerda uno de los momentos más surrealistas que han vivido. «Nosotros estábamos como una tarde como cualquier otra y entra una señora que la verdad es que nos decía cosas sin sentido, pero la atendimos con normalidad», comenta Álvaro. Entra en el baño y, a los pocos minutos, los clientes empiezan a advertir al propietario. «'Creo que tienes que ir al baño', me dijeron.»
Efectivamente, su sorpresa fue que esta mujer había montado un rastro en ese pequeño espacio. «Tenía una manta con correas de relojes, piedras... se había montado un mercadillo para vender a la gente que entrara al baño», recuerda Álvaro. Una anécdota «simpática» que cumple todos los requisitos para no ser olvidada nunca.
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